MARTES
Marcos 3,31-35
31Llegan
su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. 32La
gente que tenía sentada alrededor le dice: Mira, tu madre y tus hermanos y tus
hermanas están fuera y te buscan.
33Él
les pregunta: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? 34Y mirando a
los que estaban sentados alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. 35El
que cumple a voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
COMENTARIO
31Llegan
su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. 32La
gente que tenía sentada alrededor le dice: Mira, tu madre y tus hermanos y tus
hermanas están fuera y te buscan.
En paralelo con el grupo de los Doce, que estaba con Jesús en la casa (3,20) y representa a los
seguidores de Jesús procedentes del judaísmo en cuanto constituyen el nuevo
Israel, aparece por primera vez con personalidad propia el segundo grupo de
seguidores de Jesús, el que no procede del judaísmo, caracterizado como una
multitud sentada en torno a él. Mientras los allegados de Jesús, afectos a la
institución judía, han reaccionado violentamente en contra de la iniciativa que
ha tomado, este otro grupo sigue íntimamente unido a él.
La existencia en torno a Jesús de este grupo numeroso
constituye un muro que impide el acceso de los que desean reducirlo al
silencio. Marcos subraya el contraste entre la
familia que se queda fuera y los
que están sentados en torno a Jesús, estar con Jesús, signo de la confianza
incondicional. La madre, sin nombre,
representa el origen de Jesús, es decir, la comunidad humana donde se ha
criado; sus hermanos, los miembros de
esa comunidad. No se trata tanto de las personas como de mostrar la hostilidad
hacia Jesús del ambiente donde había vivido.
33Él
les pregunta: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? 34Y mirando a
los que estaban sentados alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. 35El
que cumple a voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre.
Ante
esta ofensiva de su gente, madre,
hermanos, incondicionalmente partidaria a la institución religiosa y que lo
rechaza a él y a su mensaje, Jesús se desvincula de ella.
Declara
que los lazos familiares y los vínculos de raza o nación no son decisivos. Cualquier
hombre que le dé su confianza y comparta sus ideales queda unido a él por
vínculos de familia, que establecen una fraternidad universal.
La
única condición para pertenecer a la nueva familia es cumplir el designio de
Dios, dando la confianza a Jesús: la fe.
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