DOMINGO
Marcos 10,1-12
10 1Y
desde allí se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo
gente por el camino y según su costumbre les enseñaba. 2Acercándose
unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba: ¿Le es lícito al hombre
repudiar a su mujer? 3El les replicó: ¿Qué os ha mandado Moisés? 4Contestaron:
Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla. 5Jesús
les dijo: Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. 6Pero
al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. 7Por eso
dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer 8y
serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. 9Pues
lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
10En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo
mismo. 11Él les dijo: Si uno repudia a su mujer y se casa con otra,
comete adulterio contra la primera. 12Y si ella repudia a su marido
y se casa con otro, comete adulterio.
1. COMENTARIO
Los fariseos que se
acercan a Jesús pretenden ponerlo aprueba/tentarlo (Marcos 1,13). Se
debatía mucho en las escuelas rabínicas cuáles eran los motivos que
justificaban el repudio, que estaba
permitido por la Ley.
Ahora quieren ver
hasta qué punto lo acepta Jesús. El repudio significaba que el hombre podía
despedir a su mujer por algún motivo, sin más explicación. Expresaba la
superioridad del hombre y su dominio sobre la mujer y reflejaba, en la esfera
doméstica, la opresión ejercida en todos los niveles de la sociedad judía.
Jesús
les pregunta sobre el fundamento de su postura. Cuando citan a Moisés, Jesús no
se intimida: les declara abiertamente que, al dar importancia a ese precepto
cediendo a la obstinación y dureza del pueblo, Moisés fue infiel a Dios y
frustró el designio divino.
El ideal del
matrimonio está basado en el proyecto creador de Dios: es un amor, superior al
de los padres, que realiza una identificación que excluye el dominio, serán
los dos un sola carne.
Contra toda la
mentalidad y práctica de la cultura judía, Jesús afirma claramente la igualdad
del hombre y de la mujer. No valen leyes humanas que destruyan esa igualdad
querida por Dios. La mera decisión unilateral de un cónyuge no basta para anular
el vínculo creado en la pareja, lo que
Dios ha unido, que no lo separe el hombre.
Cuando Jesús vuelve a
estar en la casa/comunidad, se vuelve
a hacer patente la incomprensión de los discípulos (Marcos 7,17; 9,28). Estos no pueden entender que se hable de
igualdad entre el hombre y la mujer. Participan de la dureza y obstinación que
ha reprochado Jesús a los fariseos y al pueblo.
Jesús reafirma la
igualdad mencionando las dos posibilidades contrarias: ni el hombre puede
tomar esa decisión por su cuenta ni tampoco la mujer. Este último caso era
inconcebible en la sociedad judía, aunque sí se daba en la sociedad romana.
2. ORACIÓN
Al principio de la creación, Dios los creo hombre y mujer.
Los hizo, nos hizo, iguales,
con el mismo valor, en igualdad y dignidad,
complementarios,
a su imagen y semejanza,
de tal manera que el hombre y la mujer
llevamos un poco de Dios en nosotros mismos
que nos convierte en criaturas,
en hijos e hijas,
en personas,
en seres humanos,
en humanos,
en respetables y dignos de cariño,
en redimidos,
en valiosos para Ti, Señor.
En tu evangelio vemos cómo te acercas y dejas
que se acerquen a ti,
lo mismo hombres que mujeres,
pecadores que pecadoras,
madres que padres,
mujeres que hombres.
Ya no hay diferencia.
La diferencia, los abusos,
los malos tratos los hemos introducido
nosotros.
Danos fuerza Señor para respetar y
respetarnos,
valorar y valorarnos,
amar y amarnos,
servir a los demás
Para seguir pareciéndonos a ti.

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