lunes, 27 de abril de 2015

SEMANA IV DE PASCUA
LUNES

10 1En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; 2pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. 3A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. 4Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz: 5a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.

6Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: 7En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. 8Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon. 9Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. 10El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante. 

COMENTARIO
Aparece de nuevo el tema de las ovejas (cf. 2,15; 5,2), que representan al pueblo dominado por los dirigentes. Jesús se dirige a los mismos fariseos que acaban de interpelarlo. Usa una comparación alegórica cuyo significado, en el contexto, es claro. El recinto o atrio representa el templo o, más ampliamente, a la institución judía, en la cual se han arrogado puestos de poder individuos que carecen de todo derecho y que son en realidad explotadores (ladrones) que usan de la violencia (bandidos) para someter al pueblo, manteniéndolo en un estado de miseria (cf. Jr 2,8; 23,1-4; Ez 34,2-10; Zac 11,4-17).
Jesús enuncia un principio general: existe un solo modo legítimo de acercarse a las ovejas, entrando por la puerta del recinto donde se encuentran. Quien penetra por otro lado, no lo hace por amor a ellas, sino para explotarlas en propio beneficio. Ése es el pecado de los dirigentes. La autoridad que se arrogan es ilegítima.
A los ladrones y bandidos que saltan el muro se opone el pastor. Se distingue porque él entra por la puerta y el guarda (el portero) reconoce su derecho a entrar (le abre) . El pastor es una figura mesiánica (Ez 34,23s; cf. Jr 23,5; 30,9; Sal 78/77, 70s), que Jesús se aplica. Su derecho procede de su misión divina.
El pastor entra para cuidar de las ovejas, no para dominarlas y explotarlas; por eso las ovejas escuchan su voz. Esta voz es un mensaje de liberación, que saca de la tiniebla-muerte (8,12).

La voz de Jesús no se dirige a una multitud anónima, es una llamada personal a cada uno (las llama por su nombre). La actividad del pastor enviado por Dios consiste en sacar de la institución judía (éxodo) a los que responden a su llamada. La institución religiosa judía se ha convertido en el lugar de las tinieblas, dominado por el interés económico (2,16: una casa de negocios). Jesús conduce al pueblo fuera, para librarlo de la muerte. Antes no podía salir, porque no había alternativa. Ahora Jesús les marca el camino y ellos lo siguen. Su voz les da seguridad, porque anuncia libertad y vida.
La voz de los extraños no invita a la libertad, sino que anuncia explotación y violencia (v. 1), y las ovejas huyen de ella. Jesús opone su mensaje de vida a la mentira de muerte que proponen los dirigentes. Jesús les da un aviso: son ellos "los extraños" y no podrán recuperar a los que él ha hecho salir de su dominio.
Los dirigentes no entienden la semejanza. Instalados como están y con la convicción de ser los jefes legítimos del pueblo, no entienden la denuncia de Jesús ni la necesidad o posibilidad del éxodo que va a realizar.

De nuevo usa Jesús el símbolo de la puerta, pero ahora aplicado a sí mismo. Antes ha hablado de la puerta antigua, la del recinto de Israel, que servía sólo para dejar entrar a Jesús y sacar las ovejas. Es una puerta cuyo papel habrá terminado cuando se efectúe el éxodo del Mesías.
Se declara él ahora la nueva puerta, en primer lugar, en relación con los dirigentes; en segundo lugar, en relación con los que lo siguen. En relación con los dirigentes, declara ser el único lugar de acceso a las ovejas (yo soy la puerta) , es decir, sólo adoptando su actitud, es decir, poniendo el bien del hombre como valor supremo, pueden los dirigentes acercarse legítimamente al pueblo. Hasta ahora, los líderes de Israel han usado siempre el dominio y la violencia para explotarlo (todos los que han venido antes de mí, etc.) . El pueblo no hace caso de su voz; pero está sometido por el miedo (7,13; 9,22).

Valiéndose de la misma imagen, la puerta, describe Jesús su relación con el hombre. Para el individuo, entrar por esa puerta (el que entre por mí) equivale a dar la adhesión a Jesús (6,35) y seguirlo (8,31), lo que incluye, como en el caso de los dirigentes, asimilarse a él en la entrega al bien del hombre.
Para los que entran, Jesús es la alternativa que permite escapar de la muerte: quedará a salvo porque él da la vida definitiva (3,15s; 5,21.24-40; 6,17.40.51.54; 7,37ss). Esta puerta se abre a la tierra de la vida; el hombre quedará libre de la opresión a la que estaba sometido. Jesús se propone él mismo como alternativa al orden injusto; él crea el ámbito donde el hombre puede ser libre y gozar de la vida-amor que él comunica. Es la tierra prometida, punto de llegada de su éxodo.
El hombre ejercerá su actividad pasando siempre a través de esa puerta, es decir, manteniendo la misma actitud de entrega: podrá entrar y salir , tendrá libertad de movimientos, es dueño de sus actos. La expresión: encontrará pastos, equivale a nunca pasará hambre, nunca pasará sed (6,34). De hecho, el "pasto" o alimento de que habla Jesús se identifica con el pan de la vida que es él mismo (6,35).


De nuevo echa en cara Jesús a los dirigentes su conducta homicida. Describe la actividad perversa del ladrón (cf. v. 8) en términos que remiten a la escena del templo (2,15s). El ladrón no sólo roba, es decir, despoja al pueblo de lo que es suyo, es además asesino sacrifica a la ovejas. Jesús alude claramente al ganado preparado en el templo para el sacrificio y expulsado simbólicamente por él (2,14). Las verdaderas víctimas del culto no son los animales, sino el pueblo mismo. Mientras el templo se ha convertido en una casa de negocios (2,16) y acumula sus bienes en el tesoro (8,20), el pueblo está reducido a la miseria y a punto de morir (5,3). Con esta imagen denuncia la violencia y dureza de los dirigentes, que explotan al pueblo (robar) sin medir los estragos que causan y sin respeto alguno a la vida (sacrificar y destruir) .
Opone su propia figura a la de los dirigentes. Si ellos procuran muerte, él, por el contrario, tiene por misión que los hombres gocen de vida plena (6,40). Tanto al inválido (5,6) como al ciego (9,6), él ha dado esperanza y comunicado vida, sin poner más condición que el deseo de ella. Los que siguen a Jesús no pueden conformarse con una vida mediocre y apagada. Si están en esa situación, quiere decir que ponen obstáculos a la acción de Jesús, impidiendo que les comunique la plenitud que él trae.

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