VIERNES
Juan 15,12-17
12Este
es mi mandamiento: que os améis unos a otro como yo os he amado. 13Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 14Vosotros
sois mis amigo si hacéis lo que yo os mando. 15Ya no os llamo
siervo: porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16No
sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que
lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé 17Esto os mando: que os
améis unos a otros.
COMENTARIO
12Este
es mi mandamiento: que os améis unos a otro como yo os he amado.
El mandamiento que
constituye la comunidad y le da su identidad, es, al mismo tiempo, el
fundamento de la misión. No se puede proclamar el mensaje del amor si no es
apoyado en su experiencia. Y donde no existe comunidad de amor mutuo como
alternativa a la sociedad injusta, no puede haber misión.
13Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 14Vosotros
sois mis amigo si hacéis lo que yo os mando. 15Ya no os llamo
siervo: porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo
amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
Señala Jesús cuál es
la cima del amor a los amigos, dar la
propia vida por ellos. A
continuación explica la confianza en él en términos de amistad. La amistad nace
de la comunidad de la persona con Jesús y de la común vivencia de entrega,
efectos de que el Espíritu habita en la comunidad. En als personas que la
forman.
El amor mutuo hace
hijos de Dios y da a los discípulos la característica de Jesús. Por eso
requiere Jesús que la relación entre los suyos y él se conciba como amistad.
Siendo el centro del grupo, no se coloca por encima de él; se hace compañero
de los suyos en la tarea común. La igualdad y el afecto crean la libertad. La
comunicación de vida no produce subordinación, sino compenetración e intimidad.
La diferencia entre el siervo y el amigo estriba en la
ausencia o presencia de la confianza. Jesús, que va a morir por los suyos, no
tiene secretos para ellos. Lo que ha oído del Padre y les ha comunicado por
entero es el proyecto de Dios sobre el ser humano y los medios para realizarlo.
La relación entre amigos no es ya la de maestro y discípulo. Ha terminado el
aprendizaje. Jesús se lo ha comunicado todo a ellos. No se reserva ninguna
doctrina, no imparte ninguna enseñanza esotérica ni forma ningún círculo
privilegiado.
Las palabras de
Jesús se refieren a todos los discípulos
de todos los tiempos.
En cierto modo, él
ha elegido a la humanidad entera, pues ha venido a que el mundo por él se salve
(Jn 3,17). Estas palabras expresan la experiencia de cada cristiano, pues, aun
siendo consciente de su opción libre por Jesús, sabe que no puede atribuir sólo
a su iniciativa la condición de miembro de la nueva comunidad. Había un amor
precedente, en cuyo ámbito él ha entrado. Esta conciencia funda la acción de
gracias.
16No
sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que
lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé 17Esto os mando: que os
améis unos a otros.
Jesús elige personas
para la misión. Los discípulos son colaboradores suyos. No los admite ni los
envía en condiciones de inferioridad, sino en el plano de la amistad y de la
cooperación.
Los discípulos han
de recorrer, en medio de la humanidad, su camino hacia el Padre, el de su
entrega a los demás. Harán realidad el propósito de Jesús: llevar a su fin la
creación del hombre, hacer personas adultas, libres y responsables, animados
por su mismo Espíritu. A través de ellos se irá realizando la salvación.
La labor de los suyos tiene un efecto duradero que
va cambiando la sociedad, vuestro fruto permanezca.
La eficacia de la tarea no se mide tanto por su extensión como por su
profundidad, de la que depende la duración del fruto.
La dedicación a
realizar las obras de Dios, que es la sustancia de la misión, pone a
disposición de los discípulos la fuerza del Padre.
Jesús repite su
mandamiento (v. 12), enuncia la condición para estar vinculados a él y producir
fruto. La repetición es, al mismo tiempo, un aviso: si no existe esta calidad
de amor, falta lo esencial.
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