domingo, 5 de febrero de 2017

Resultado de imagen de FANO AMAD A VUESTROS ENEMIGOSSEMANA VI DEL TIEMPO ORDINARIO

DOMINGO

Mateo 5,17-37
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
17 No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. 18 En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. 19 El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. 20 Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.

21 Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. 22 Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil”, tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la gehenna del fuego.
23 Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 24 deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
25 Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. 26 En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.

27 Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. 28 Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón. 29 Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna. 30 Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.

31 Se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio”. 32 Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima*— la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.

33 También habéis oído que se dijo a los antiguos: “No jurarás en falso” y “Cumplirás tus juramentos al Señor”. 34 Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. 36 Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. 37 Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

1.      COMENTARIO
17No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
Jesús quiere aclarar las cosas, su misión. No ha venido para echar abajo el Antiguo Testamento, la Ley y los Profetas, sino para llevar a su plenitud las promesas de Dios: el Reinado de Dios. Jesús no ha venido a echar abajo ni derribar el pasado, sino a realizar las profecías realizadas en el pasado.
El evangelista Mateo nos presenta la Ley y los Profetas como profecía del Reinado de Dios. La misión de Jesús es positiva: viene a dar plenitud a las promesas de la Antigua Alianza.

18En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
Jesús confirma lo anterior. Todo lo contenido en la Escritura se realizará. Aquí ley es igual a Escritura. Por tanto, se trata de un nuevo éxodo y la entrada en la nueva tierra prometida por Jesús: la nueva humanidad implantada e inaugurada con las Bienaventuranzas. Estas opciones son indispensables para crear la nueva humanidad. Es decir, no se trata de cumplir una ley, los diez mandamientos, sino de llevar a cabo  una promesa.

19El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Menos importante… será grande. Son expresiones judías que indican la exclusión o la pertenencia al Reino. Los preceptos no son los mandamientos, sino las Bienaventuranzas, criterios de la comunidad el Reino. Se podría decir, que las Bienaventuranzas toman el lugar de la antigua ley.
La exigencia es total: no se pude pertenecer al Reino sino se vive en las Bienaventuranzas, sino se ponen en práctica. La vivencia y experiencia de las Bienaventuranzas es lo que convierte a las personas en discípulos. No hay otra razón.

20Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Jesús argumenta lo que acaba de decir. La fidelidad de los discípulos ha de situarse por encima de las exigencias de los letrados y fariseos. El legalismo/cumplimiento es insuficiente.
La puerta para entrar en el reino de Dios es precisamente la primera de las Bienaventuranzas: Bienaventurados –felices- los pobres en el Espíritu. Dichosos los que no se creen autosuficientes, sino que necesitan de Dios para vivir.

21Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será reo de juicio. 22Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "necio", merece la condena de la gehenna del fuego. 23Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, 24deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 25Con el que te pone pleito procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. 26En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Jesús ataca la concepción de la ley mantenida por los letrados. Jesús no pretende radicalizar la ley de Moisés, sino sacar las consecuencias de un principio: el bien del ser humano y la creación de una nueva sociedad donde reinen las relaciones propias del amor mutuo. Frente a la casuística, Jesús requiere la limpieza de corazón, la actitud interior del amor a los demás, el trabajo por la paz, etc.
Ya no basta con lo que se dijo a los antiguos. Los que han recibido y acogido la luz el Reino han recibido la Novedad de la Buena Noticia. Dios es un Dios nuevo, Padre, y un ser humano nuevo, el Hijo.

No matar es la prehistoria. No odiar, también. Amar al enemigo significa que el mayor deseo es su bien, que su maldad no produce odio sino dolor por su error. Y si descubrimos odio en nuestro corazón, o vemos que alguien tiene algo contra nosotros, arreglar esto es anterior y más importante que el mismo culto a Dios.
Jesús plantea la exigencia desde otro punto de vista: no vale con abstenerse de la acción externa, la actitud interna merece ya el juicio. Para el Reino se requiere la actitud favorable hacia los demás.
La mala actitud interior se manifiesta en el insulto. En el Reino de Dios, el desprecio manifestado ya supone un tribunal (Sanedrín) más elevado que el mismo homicidio.  Cuando el insulto llega excluir al otro del trato, necio, merece la pena definitiva.

La condena del fuego, la gehenna. Quiere decir quemadero. Se identificaba con el Valle del Hinnom, símbolo del castigo definitivo. Jesús advierte sobre las consecuencias para el que no quiere reconciliarse. Hay que recomponer la unidad rota por alguna ofensa, y esto tiene prioridad sobre todo acto de culto. Es inútil acercarse a Dios si existe división.

27Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio". 28Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Estas palabras son sobre el sexto mandamiento. El adulterio es una acción, pero es el corazón las que lo produce. Es el corazón lo que ha de cambiar. Sanar el corazón es lo importante. Por esto, Jesús vuelve a insistir en la limpieza de corazón, en la actitud interior. El adulterio es una injusticia, y lo mismo el de cometerlo.

29Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la gehenna. 30Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la gehenna.
El ojo simboliza el deseo, la intención, el juicio. Es la intención interior lo que da o quita valor a las cosas, a las acciones, no las acciones en sí mismas. La mano simboliza la acción. Ceder al impulso del deseo o de la acción lleva al ser humano a la muerte. Hay que eliminar el mal deseo con la pureza de corazón y la mala acción con la ayuda al prójimo
La gehenna. Es una imagen, no un argumento. Jesús lo utiliza porque son figuras familiares para los que lo escuchan. Lo que es evidente es que el ser humano puede tirar su vida, no realizarse. Jesús esto lo tiene muy presente, por eso habla con urgencia y radicalidad.

31Se dijo: "El que repudie a su mujer, que le dé acta de repudio". 32Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer —no hablo de unión ilegítima— y se casa con otra, comete adulterio.
33También habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus juramentos al Señor". 34Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; 35ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. 36Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. 37Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno.
El motor de todo este cambio es la dignidad de ser hijos. Que nada distraiga del mensaje básico de este texto: la radicalidad de la exigencia. Jesús habla de la urgente necesidad a entregarse a construir el Reino como respuesta a la Buena Noticia. No se habla aquí del juicio ni del terror, sino del sentido de la vida de aquellos que han descubierto a Jesús y el Reino como fundamento de su vida. De aquí viene la radicalidad: tiene valor lo que conduce a la Vida, lo que produce Vida. Lo que estorba la Vida, es radicalmente rechazado.

Las palabras de Jesús, su mensaje, se mueve entre dos extremos: El ser humano puede echarse a perder, pude no conseguir el fin para el que Dios lo ha pensado; y que Dios trabaja intensamente para esto no suceda: que da vida para que el ser humano se realice. Decía K. Kahner: “Es humano pensar que el ser humano puede condenarse, porque es libre. Es cristiano esperar que esto no suceda, porque Dios es Padre Todopoderoso, Omnipotente”.

Todo esto afecta a la imagen de Dios. Decir que Dios es omnipotente, todopoderoso, no es sobre todo, efecto de su creación, sino que se manifiesta en Jesús, el hombre al que vemos comportarse como Hijo. Es la compasión de Jesús, la capacidad de vivir para los otros, la consecuencia hasta el final, la capacidad de arriesgar su vida por una insignificante y condenada adúltera… lo que manifiesta la Omnipotencia divina. En Jesús vemos la capacidad de la persona humana cuando está llena del Espíritu santo.

Estas palabras son también una invitación a tomarse en serio el evangelio. Hemos pasado de una época de amenazas a otra de tranquilizantes, de todo era pecado a nada es pecado, de Dios como Juez a Dios “bonachón”. Pues bien, en el evangelio no aparece Dios como Juez ni como bonachón. En ningún texto aparece que el pecado no sea importante, o que dé lo mismo actuar bien que mal. En el Evangelio lo que aparece es una lucha dramática entre Jesús contra el mal, contra lo que hace sufrir. El ser humano elige bien o mal, se realiza o se destruye. Y de este mensaje básico nadie puede prescindir. El Evangelio es Buena Noticia. Sitúa a Dios no como juez sino como parte, es aliado, es salvador y liberador. No podemos ni debemos seguir interpretando el evangelio desde categorías legales, jurídicas. Hay que devolver a Dios a su lugar. Él es la luz, saca adelante a sus hijos, da vida, repara las heridas, quiere que todos se salven, que todo ser humano viva en plenitud.

Vivir en los valores del Reino es la respuesta al don de la Buena Noticia. Si esto no se tiene en cuenta puede suceder que vivamos la fe cristiana de manera lamentable como interpretar la vida y la fe  de manera legalista.  Hay sectores en la Iglesia que interpretan estos textos del Evangelio diciendo que esta es la “Ley de Cristo”, una nueva Ley, mucho más exigente que la antigua Alianza, pero , al fin y al cabo, Ley. Si lo vemos así, el evangelio lo viviremos como cumplir preceptos, tan severos que nadie o casi nadie los puede cumplir. Vivir así es para santos, perfectos, puros, pocos, raros, separados. ¿Quién puede vivir así? Nadie, pero es como una meta a conseguir. Es como si todo el Sermón del Monte, y todo el evangelio, fuera mostrar un camino correcto, proponer una forma de vivir, animar a que aspiremos a los mejor… aunque nunca se alcance.
Estas concepciones,  ¿no son más propias de los fariseos? ¿No se parte de una concepción negativa del ser humano que debe alcanzar una meta imposible?

El Sermón del Monte, no es ley, es evangelio. La ley deja al hombre abandonado a sus propias fuerzas y le pide ejercitarlas al máximo; el evangelio coloca al ser humano ante el don de Dios y le pide que haga de ese don inagotable (porque su fuente es divina) la verdad fundamental de su vida. Habría que evitar expresiones como "ética cristiana", "moral cristiana". Este vocabulario es inadecuado, confuso. Sería mejor  hablar de “fe vivida” y expresar que el don de Dios ha precedido a su exigencia. El Sermón del Monte no pretende hacer pensar a sus discípulos en un yugo legalista, ni siquiera hacer en el sentido de afirmar “debes hacer esto, tienes que hacer esto… para ser feliz… El Sermón del Monte describe la fe vivida: “Estás perdonado, eres hijo/a Dios, perteneces a su Reino” (J. Jeremías). 

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