JUEVES, 19 DE ABRIL
Juan
6,44-51
44Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me ha
enviado. Y yo lo resucitaré en el último día. 45Está escrito en los
profetas: Serán todos discípulos de Dios. Todo el que escucha al Padre y
aprende, viene a mí. 46No es que alguien haya visto al Padre, a no
ser el que está junto a Dios: ese ha visto al Padre. 47En verdad, en
verdad os digo: el que cree tiene vida eterna.
48Yo soy el pan de la vida. 49Vuestros padres
comieron en el desierto el maná y murieron; 50este es el pan que
baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera.
51Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma
de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida
del mundo.
COMENTARIO
Jesús no entra en la discusión sobre su origen
divino o humano. Para acercarse a Jesús hay que dejarse impulsar por el Padre; pero ellos no
reconocen que Dios es Padre, creador/el que
engendra vida a los seres humanos. El Padre impulsa hacia Jesús, porque este es su
don de vida a la humanidad, la expresión de su amor.
Ellos, las autoridades judías, que no se interesan
por el bien del hombre, no esperan ese don ni lo
desean. La actividad de Jesús a favor de los oprimidos no los interpela, y, sin embargo, ésta es el único criterio para entender quién es Jesús, su misión divina y la
presencia del Padre en él.
La resurrección era admitida y defendida por la escuela farisea como premio a la observancia de la Ley. Jesús
afirma que la resurrección no depende de esa observancia, sino
de la fe en él. No hay más resurrección que la que él da y que va incluida en la vida que él comunicará el último día, el de su muerte (Jn 6,39).
Jesús reinterpreta el texto de Is 54,13 (cf. Jr 31,33s): el Padre no
enseña a observar la Ley, sino a dar la lealtad a Jesús. El texto del profeta decía: Todos
tus hijos (los de Jerusalén) serán discípulos del Señor. Jesús introduce algunos cambios:
·
Suprime la mención de tus hijos y así universaliza el
sentido.
·
El Señor del profeta queda sustituido por Dios/Padre, no es ya el Dios de Israel,
sino el Padre universal.
Según este pasaje, Dios no elige a algunos
privilegiados para que crean en Jesús, su acción se dirige a todos los hombres.
Pero cada uno ha de aprender del Padre y dejarse impulsar por él.
Dios impulsa a cada ser humano como creador de
vida. Dios se convierte en Padre. Es él quien ha puesto en el hombre la aspiración a la vida plena y quien lo induce a
encontrarla. Todo el que mantenga viva esa aspiración fundamental, escucha
al Padre, se sentirá llevado hacia Jesús, el que posee la plenitud humana y
da la posibilidad de alcanzarla.
Inseparablemente, el Padre está lleno de amor a
todos los hombres: quien sea sensible a los males de la humanidad y vea en Dios
un aliado del hombre se sentirá atraído hacia Jesús, que libera a los débiles.
El Padre no es inmediatamente accesible; sólo
Jesús, que tiene la plena experiencia de Dios como Padre, puede explicar lo que
es Dios. Es más, él es el único que puede manifestar su designio sobre el
hombre y establecer las condiciones para realizarlo.
Después de la denuncia anterior, pronuncia Jesús
una declaración solemne. Para el hombre, el efecto de la adhesión personal a él
es poseer una nueva calidad de vida que, por su plenitud, es definitiva, la vida
eterna. Ella lo hace superar la muerte, asegurando así el éxito de
su existencia.
Jesús, el pan de la vida, se contrapone al
maná, que no consiguió llevar al pueblo a la tierra prometida (Nm 14,21-23)
y a la Ley, que, como fuente de vida,
era llamada pan. Se pensaba que el
maná daba vida para este mundo; la Ley, para el mundo futuro.
Pero es Jesús, como pan, quien ahora comunica al hombre la vida propia del mundo
definitivo.
Hay una incesante comunicación de vida procedente
de Dios, baja del cielo, el Espíritu que fluye a través de Jesús y es
comunicado por él. En un momento
determinado, el hombre debe hacer suyo este don permanente comerlo; así evitará el fracaso y no muera.
Siguiendo los símbolos del éxodo, pasa Jesús de la
figura del maná a la del cordero, mi
carne. El Espíritu no se da fuera de su realidad humana. Su carne lo manifiesta y lo comunica. A
través de lo humano, el don de Dios se hace concreto, adquiere realidad para el
hombre. En Jesús, Dios se expresa
en la historia y manifiesta su voluntad de diálogo con la humanidad. Es en el
hombre y en el tiempo donde se encuentra a Dios, donde se le acepta o se le
rechaza.
Jesús dará su carne para que el mundo viva. La expresión supone que la humanidad carece
de vida, es decir, lleva una vida que no merece ese nombre. La objeción de los judíos reflejaba el
escándalo que provoca el Hombre-Dios. Mientras Dios pone todo su interés en
acercarse al hombre y establecer comunión con él, el hombre tiende continuamente a alejarlo de su mundo, relegándolo a una
esfera cerrada y transcendente.
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