
SEGUNDA SEMANA
Juan 2,1-12
2
1 En aquel tiempo había una boda en Caná de Galilea, y la
madre de Jesús estaba allí. 2 Jesús y sus discípulos estaban también
invitados a la boda.
3Faltó
el vino, y la madre de Jesús le dice: No tienen vino.
4Jesús
le dice: Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora.
5Su
madre dice a los sirvientes: Haced lo que él os diga.
6Había
allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos,
de unos cien litros cada una. 7Jesús les dice: Llenad las tinajas de
agua.
Y
las llenaron hasta arriba. 8Entonces les dice: Sacad ahora y
llevadlo al mayordomo.
Ellos
se lo llevaron. 9El mayordomo probó el agua convertida en vino sin
saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua),
y entonces llama al esposo 10y le dijo: Todo el mundo pone primero
el vino bueno, y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado
el vino bueno hasta ahora.
11
Este fue el primero de los signos que Jesús realizó en Caná de Galilea; así
manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. 12 Después bajó
a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron
allí muchos días.
COMENTARIO
COMENTARIO
El evangelista Juan nos cuenta el
primero de los signos que Jesús
realizó. No los llama “milagros” para evitar pensar que la actuación de Jesús
era todo un espectáculo. Los llama signos
para indicar que se necesita la fe para poder interpretar los hechos como
signos que nos conducen a descubrir en Jesús como aquel en el que se manifiesta
el amor de Dios. Es decir, los milagros no producen la fe, sino que es la fe la
que interpreta los hechos como signos de que en este hombre hay “algo
especial”.
¿Y qué es lo que había de
especial? Pues la capacidad de transformar
las situaciones: de la falta de vino a vino en abundancia. De hacer posible
que la fiesta de bodas a la que estaba invitado, no se viera frustrada por la
ausencia de vino.
Con esto este simbolismo de las
bodas, del vino… se nos está invitando a
una nueva concepción o imagen de Dios. Jesús nos presenta que la boda es
expresión de la relación de Dios con la persona. Al igual, que el hombre ama a
la mujer, Dios ama a su pueblo. Es un Dios fiel, leal, amoroso, que ama a su
esposa, el pueblo, la gente, y a cada uno de los que lo formamos.
Con este relato se nos indica que algo nuevo y bueno (como el vino nuevo)
está comenzado a suceder. Ya no valen las antiguas tradiciones de los judíos
(lavarse las manos antes de comer=purificaciones). Algo radicalmente nuevo ha
comenzado. María, a su vez, hace de intermediaría, aunque de momento no
entienda muy bien a su hijo Jesús, pero sabe que con su hijo las cosas son
distintas. María tiene confianza plena que poniendo a Jesús en el centro de la
fiesta de la boda (de las relaciones), la fiesta va a alcanzar la plenitud, los
invitados van a poder saborear y disfrutar de la fiesta plenamente.
Al igual que Jesús convierte el
agua en vino, así también se nos invita a nosotros a cambiar, a convertirnos de
nuestras imágenes anticuadas de Dios. ¿Qué imagen tengo de Dios? ¿Lo que yo pienso o digo
de Dios tiene algo que ver con el evangelio de Jesús? ¿O me he quedado con lo
que me enseñaron en catequesis cuando era niño y no he avanzado más? Si me
preguntarán sobre quien es Dios para mi, ¿Qué respondería? La pregunta es
importante pues según sea nuestra imagen de Dios así será nuestra fe, nuestro
compromiso, nuestra vida.
No es fácil cambiar nuestras ideas. Cada uno, a lo
largo de su vida, a través de sus experiencias vividas, se va formando una
imagen de sí mismo, de los demás, también de Dios (o de la fe, de la Iglesia,
de la religión, de los curas…). Se precisa constancia, esfuerzo, trabajo
personal, para cambiar de ideas. Pero no es algo imposible, sino que
continuamente lo vamos haciendo en nuestra vida adaptándonos a las
circunstancias que vivimos. ¿Por qué no hacemos lo mismo en el terreno de la fe
o de la religión? Principalmente, porque nos falta la experiencia de Jesús y de
su evangelio. Nos falta entrar en contacto con Jesús y su evangelio. Esto es el
centro. Se precisa volver a Jesús.
Ahora, a partir de este relato, el evangelio nos
invita a cambiar nuestra mentalidad.
Despojarnos de nuestras ideas que apenas nada tiene que ver con el evangelio,
para que nuestras mentalidad sea lo más parecida posible a los valores y a la
actuación de Jesús en su evangelio.
Mientras este cambio de mentalidad no se
produzca, nuestras parroquias seguirán con los viejos esquemas de pensamiento,
las antiguas doctrinas nos conducirán a la indiferencia, ya casi no hay
presencia de niños, jóvenes o padres en nuestras comunidades, falta el
compromiso al servicio de los otros, nuestras celebraciones son tristes o
aburridas… Se precisa cambiar la mentalidad como aquellas tinajas vacías se
llenaron de agua y se convirtieron en vino por la presencia y la fuerza de
Jesús. Es preciso poner en el centro de nuestra fe, de nuestra vida, a Jesús
para que la vida sea algo más festiva y no tan monótono o rutinaria.
ORACIÓN
Señor, danos tu fuerza para cambiar nuestra
mentalidad.
Transfórmanos.
Como hiciste en Caná, cambia nuestras aguas turbias
en vinos generosos y alegres;
cambia nuestras tóxicas aguas
en vinos abundantes que alegren nuestro corazón;
cambia nuestras fuentes
cambia nuestra mentalidad tradicional, rutinaria
por una mente y corazón abiertos a la novedad de tu
Palabra.
Como María que estemos atentos a las necesidades de
los demás
para hacer lo que tú nos digas.
Como María que sepamos descubrir tus signos
y descubrir tu presencia transformadora en nuestras
vidas.
Como María que podamos permanecer fieles, leales,
a Ti y a los demás.
Cambia nuestros corazones de piedra, como aquellas
tinajas,
en corazones de carne
que sientan y vivan a la luz de tu evangelio.
Transforma,
convierte nuestros duros corazones
en corazones llenos de compasión y de solidaridad.
Convierte y transforma nuestros miedos a cambiar
en confianza sabiendo que el centro siempre eres tú.
que tú siempre permaneces.
Convierte y transforma nuestras mentes
llenas de ideas absolutas, fijas, inamovibles,
en mentes que se abren a lo bueno y a lo nuevo,
que están centradas en Ti y en tu evangelio,
sin medio a abandonar costumbres, tradiciones, ritos
que no nos conducen a anuncia la Buena Noticia de tu
Evangelio.
Cambia, convierte,
transforma nuestras viejas imágenes
sobre ti, sobre la religión, sobre la fe, sobre la
Iglesia…
en imágenes que estén conectadas y tenga su origen
en tu evangelio.
Convierte nuestra indiferencia en compromiso,
nuestros miedos en confianza,
nuestras viejas costumbres en vivencia de valores
evangélicos,
nuestras viejas y anticuadas doctrinas y creencias
en una fe activa, actual, nueva, atractiva, fresca
la frescura que nace del único manantial,
ese manantial eres Tú.
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