domingo, 27 de enero de 2019

Resultado de imagen de NADIE ES PROFETA EN SU TIERRA FANOTIEMPO ORDINARIO. SEMANA IV

DOMINGO


Lucas 4,21-30    
En aquel tiempo, 21 comenzó a decir en la sinagoga: Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír.
22Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es este el hijo de José?

23Pero Jesús les dijo: Sin duda me diréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo", haz también aquí, en tu pueblo, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.

24Y añadió: En verdad os digo que ningún profeta es aceptado en su pueblo. 25Puedo aseguraros que en Israel había muchas viudas en los días de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses y hubo una gran hambre en todo el país; 26sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías sino a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón.
27Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, el sirio.

28Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos 29y, levantándose, lo echaron fuera del pueblo y lo llevaron hasta un precipicio del monte sobre el que estaba edificado su pueblo, con intención de despeñarlo. 30Pero Jesús se abrió paso entre ellos y seguía su camino.
Palabra del Señor
COMENTARIO. (Tener en cuenta el evangelio del domingo anterior)
El evangelio de hoy es continuación del domingo anterior (Domingo 3º). Seguimos en la sinagoga de Nazaret, el pueblo de Jesús. Vemos ahora la reacción de la gente a las palabras de Jesús y su propia reacción.
Jesús se ha presentado como el ungido de Dios para liberar a los pobres y oprimidos. La gente de su pueblo queda sorprendida. Su mensaje les parece atractivo, pero no les basta. Ellos quieren que Jesús demuestre su poder, que sea espectacular, que les proponga una alternativa casi mágica para solucionar su situación. No quieren un hombre de Dios, sino una especia de super-man que les arregle sus problemas.

Jesús, entonces, les recuerda un dicho que quedará grabado en su memoria: ningún profeta es aceptado en su pueblo. ¿Quién es un profeta? Es aquella persona que manifiesta la bondad de Dios y pone al descubierto nuestras mentiras y cobardías proponiéndonos cambiar de vida. Es más fácil echarlo fuera de nuestra vida que acoger su propuesta.
A continuación, Jesús les recuerda dos situaciones en las que Dios actúo fuera del pueblo de Israel para sorpresa de los que creían que Dios solo podía actuar dentro del pueblo escogido. Jesús sobrepasa las expectativas de la gente de su pueblo,  lo cual va a conducir a que la gente reaccione con frustración y agresividad.

De Jesús se pueden decir muchas cosas. Algunas con palabras muy solemnes como  que es “Hijo de Dios”, “Salvador del mundo””Redentor”… Pero todo esto no sirve de nada si no dejamos que Jesús penetre en nuestra vida, a través de su evangelio, y nos dejamos transformar por su verdad, vivamos en sus valores como la bondad, el perdón y la atención a los que sufren. Y es que aquí nos jugamos los cristianos el sentido de nuestra vida: o acogemos a Jesús o lo rechazamos. Lo que está en juego es nuestro nuestra felicidad.

Como seguidores de Cristo estamos invitados a seguirle sabiendo que Jesús es mayor que nuestras imágenes que nos hemos construido de él. Es importante tener en cuenta, que Jesús siempre es mayor que lo que nosotros podemos pensar de él. Por eso, la fe en Cristo conlleva cierta aceptación de la frustración que supone que Jesús no entre en nuestras expectativas.

Si tenemos esto en cuenta, nos podremos acercar a Jesús desde lo que cada uno somos, sin engaños ni disimulos. Jesús nos acepta tal y como somos. No tenemos que fingir para que él nos apruebe. A Jesús no tenemos que “caerle bien”. Es el único que nos acepta sin condiciones. No tenemos que ganarnos su amor, como hacemos muchas veces con  otras personas.  

Por otra parte, es importante para nuestra vida, en nuestras parroquias, tener cierta capacidad para aceptar las frustraciones de nuestras expectativas. Ni los de dentro ni los de fuera somos como deberíamos ser. Nadie lo es. Por eso, se impone aceptar la realidad tal y como es, incluido el sentimiento de frustración, para poder tolerarlo y así poder cambiar las situaciones en la medida que se pueda hacer.
Dada la realidad actual de nuestras comunidades, es importante descubrir que el fundamento de la fe, de la Iglesia, de la religión cristiana… no está en nosotros, sino que es Cristo, el profeta, ungido por Dios para liberarnos de nuestro sufrimiento.

ORAR DESDE EL EVANGELIO

Desde los comienzos de de tu presencia,
Señor Jesús,
ya nos propones tu alternativa,
a pensar y sentir de manera distinta, diferente.
No eres un profeta más.
Eres el Profeta que encarna en su propia vida
la Bondad de Dios.
No es que hable Dios a través de ti,
sino que eres el mismo Dios hecho palabra.

Desde el comienzo provocas el cambio de mentalidad.
Ya no valen las antiguas costumbres,
los antiguos argumentos,
las antiguos excusas,
los trasnochados nacionalismos exclusivitas,
los egoísmos propios y comunitarios.
Tu propuesta es nueva,
universal.
Cabemos todos, y cabe todo lo nuestro,
incluidas nuestras lepras, mentales y afectivas,
nuestras  incomprensiones, nuestras exigencias,
nuestras culpas, nuestros “deberías”,
nuestras verdades a medias,
nuestras cobardías y nuestra mentiras
y nuestros propios auto-desengaños.

Por eso, sigue hablándonos de lo divino y lo humano.
No te canses.
Sigue insistiendo en tu novedad,
en que es posible vivir de otra manera,
pensar de otra manera, sentir de otra manera.

Te rechazaremos, pasaremos de ti,
no serás lo suficiente influyente en nuestra vida…
Pero no te canses de proponernos tu evangelio.
No te entenderemos,
pero no nos apartes de ti.
Nos quejaremos
pero no nos abandones.
Dudaremos,
pero danos tu confianza.
Tendremos miedo de ti,
pero sigue con nosotros.
Te negaremos,
pero continua mirándonos con ternura.   

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