domingo, 10 de febrero de 2019

Resultado de imagen de SAN CIRILO Y SAN METODIOSEMANA V. TIEMPO ORDINARIO


JUEVES, 14 DE FEBRERO. SAN CIRILIO Y SAN METODIO, PATRONOS DE EUROPA



Lucas 10,1-12

10 1Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. 2Y les decía: La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. 5Cuando entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". 6Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros. 7Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en casa. 8Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, 9curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: "El reino de Dios ha llegado a vosotros". 10Pero si entráis en una ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: 11"Hasta el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado 12Os digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad…

COMENTARIO

Después ¿de qué? De la llamada de nuevos discípulos (tres también, Lc 5,1-11) designó el Señor a otros Setenta y dos, además de los Doce. Mientras estos son representantes del nuevo Israel (las doce tribus), los se­tenta y dos representan a la nueva humanidad (según el cóm­puto judío, las naciones paganas eran en número de setenta y dos, Gén 10). Se trata de un anticipo de la misión entre los paganos: todo el mundo, la humanidad toda, espera que se le anuncie el mensaje liberador de Jesús[1].

Jesús los envía de dos en dos, formando un grupo o comunidad, con el fin de que muestren con hechos lo que anuncian de palabra.
La mies es abundante y los obreros po­cos. La cosecha se prevé abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de sobra: esta es la experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta explicaciones ni estadísticas: la presencia de la comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que produce.
Faltan obreros, personas que coordinen las múltiples y variadas actividades de los miembros de la comunidad, anima­dores y responsables, para que los más necesitados participen de los bienes que sobreabunden. Restringir el sentido de obreros a sacerdotes, religiosos o misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es necesario que haya gente, seglares o no, que tengan sentido de comunidad, que velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La comunidad ha de pedir que el Señor mande obreros a su mies. Rogar es tomar conciencia de las grandes necesidades que nos rodean y poner los medios necesarios; quiere decir confiar en que, si se está en la línea del plan de Dios, no puede haber paro entre las comunidades del reino.

Toda comunidad debe ser esencialmente misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores, usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres.

Como en la misión de los Doce, Jesús insiste en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya, liberando a la gente de todo aquello que los atormente.
La buena noticia consiste en el anuncio de que ya ha llegado a vosotros el reinado de Dios. Empieza un orden nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en otra situación. El proceso es irreversible. La comunidad ya tiene expe­riencia de ello.
La misión de los enviados de Jesús no será fácil (ni la de los setenta y dos ni la de los que sigan tras ellos). Decir a los pobres que Dios está de su parte y que no es culpa suya, sino de los ricos, que sean pobres. Prevenir a los creyentes para que se anden con cuidado con todas las instituciones que, como Jerusalén se empeñan en mantener a sus fieles en permanente “minoría de edad” y hacerles saber que Dios no necesita intermediarios para mostrar su amor a quienes Él quiere que sean sus hijos. Decir que el poder no viene de Dios, sino que pertenece al diablo Lc 4,6-7... Todo esto va a desenmascarar a muchos lobos con piel de oveja que atacarán sin piedad a los mensajeros de la Buena Noticia de Jesús. No llevarán escolta ni armas para defenderse de ellos, porque esto sería confiar en las mismas fuerzas en las que se sustenta el mundo que hay que cambiar. Tampoco deben prever nada para asegurar su sustento. La humanidad que sufre es sensible a las necesidades de los demás, y aunque sufrirán persecución y en ocasiones ser verán rechazados, no faltarán muestras de solidaridad: comed y bebed de lo que tengan...

Nada de venganzas ni de compromisos, nada de amenazas ni de juicios de Dios. Sacudirse el polvo de los pies significa romper las relaciones, pero sin guardar odio. Hay mucho campo para correr. El sentido de fracaso es extraño a los enviados.


[1] La variante Setenta y dos, contenida en numerosos manuscritos y adoptada por muchos traductores, constituye un intento de reconducir la aper­tura a la universalidad, esbozada en el número siete/setenta, al recinto de Israel, delimitado por un múltiplo de doce, 6 x 12 = 72.


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