domingo, 10 de febrero de 2019

Resultado de imagen de FANO BIENAVENTURANZASSEMANA VI. TIEMPO ORDINARIO


DOMINGO

Lucas 6,17.20-26                                    
17 En aquel tiempo, Jesús bajo del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón
20Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
22Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre.
23Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
24Pero ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya habéis recibido vuestro consuelo!
25¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
26¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas.

Palabra del Señor
COMENTARIO
A Jesús lo que más le preocupaba era la felicidad de la gente. O remediar el sufrimiento de la gente. Toda su vida, sus gestos y palabras, estaban destinadas a proponer otra forma de vida, que la vida de las personas se fundamentara en otros valores. El evangelista Lucas nos recoge algunas frases de Jesús en las cuales se propone que en esta vida se puede vivir feliz (para eso nos creado Dios) si vivimos según su mensaje. Lo que sucede es que Jesús no pone la felicidad en lo que normalmente lo ponemos los humanos, sino que presenta que hay otra manera de ser feliz. Jesús propone su alternativa para que la sociedad sea más humana, más habitable. 

El mensaje de Jesús está centrado en el reinado de Dios sobre el ser humano. Que el ser humano tenga como único dueño y señor a Dios. Esta es la fuente de la felicidad. Todas las otras cosas en las que la persona pone sus preferencias se convierten en ídolos que crean infelicidad porque no pueden satisfacer de manera plena el corazón de la persona. .

Jesús se encuentra con gente pobre y proclama que felices los pobres porque tienen a Dios por rey. Se puede ser feliz reconociendo que se necesita muy poco para vivir. “Pobres” son los que han renunciado al dinero como valor supremo y eligen crear una sociedad más justa.
Jesús observa cómo la gente pasa hambre y dice que felices los ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Y esto lo dice alguien que tiene lo justo para vivir, como era Jesús. Jesús sabe que el hambre proviene de la injusticia de las personas, de los abusos de riqueza de unos contra otros, pero esta injusticia va contra el deseo de Dios que quiere que todos sus hijos tengan comida y bebida para llevar una vida digna.    
Jesús ve como la gente llora porque sufre la opresión o vive marginada. Por eso felices los que ahora lloráis, porque reiréis. La injusticia no puede tener la última palabra.
Jesús sabe que seguirle a él, vivir a su estilo, implicará muchas veces desprecio, marginación, exclusión, por eso felices cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre (por mi causa).

Jesús sabe que sus palabras no significan  que se va acabar de golpe el hambre, la pobreza o la miseria. Pero la gente si tiene que saber que estos que sufren son los preferidos de Dios, lo cual supone que los pobres, los hambrientos, los que lloran han de ser valorados y respetados como personas e hijos de Dios. Todo seguidor de Jesús ha de trabajar por hacer lo posible por construir un mundo, y una Iglesia, que responda al proyecto del reinado de Dios. Los que no interesan a nadie son los más importantes para Dios, aquellos de los que nadie se acuerda o nadie defiende son los preferidos de Dios. 

Pero además, Jesús sigue cambiando el orden de las cosas que a nosotros nos parecen normales. Y comienza a exclamar: ¡ay de los ricos, los saciados, los que reís, o cuando todo el mundo habla bien de vosotros. Esto que parece la fuente de felicidad no es sino la fuente de la desgracia, porque estos son los que mantienen la injusticia en la sociedad condenando a otros a la miseria. 


Ante nosotros, como personas y cristianos, se nos abre dos caminos: la propuesta de Jesús y la propuesta de nuestra sociedad. ¿Qué camino elegimos nosotros? ¿Qué camino elige la Iglesia? 

ORAR DESDE LAS BIENAVENTURANZAS
Dichosos «los pobres de espíritu», los que saben vivir con poco, confiando siempre en Dios.
Dichosa una Iglesia con alma de pobre porque tendrá menos problemas, estará más atenta a los necesitados y vivirá el evangelio con más libertad. De ella es el reino de los cielos.
Dichosa la Iglesia «pobre de espíritu» y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios.

Dichosos «los sufridos» que vacían su corazón de resentimiento y agresividad.
Felices los que lloran al ver sufrir a otros. Son gente buena. Con ellos se puede construir un mundo más fraterno y solidario.
Dichosos «los que lloran» porque padecen injustamente sufrimientos y marginación. Con ellos se puede crear un mundo mejor y más digno.
Dichosa la Iglesia que sufre por ser fiel a Jesús. Un día será consolada por Dios.
Dichosa la Iglesia que «llora» con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.

Dichosa una Iglesia llena de mansedumbre. Será un regalo para este mundo lleno de violencia. Ella heredará la tierra prometida.
Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia, los que no han perdido el deseo de ser más justos ni el afán de hacer una sociedad más justa. En ellos alienta lo mejor del espíritu humano
Dichosos «los que tienen hambre y sed de justicia», los que no han perdido el deseo de ser más justos ni el afán de hacer un mundo más digno.
Dichosa la Iglesia que busca con pasión el reino de Dios y su justicia. En ella alentará lo mejor del espíritu humano. Un día su anhelo será saciado.
Dichosa la Iglesia que tiene «hambre y sed de justicia» dentro de sí misma y para el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios.

Felices los misericordiosos, los que saben perdonar en lo hondo de su corazón. Sólo Dios conoce su lucha interior y su grandeza. Son ellos los que mejor nos pueden acercar hacia la reconciliación. Dichosos «los misericordiosos» que actúan, trabajan y viven movidos por la compasión. Son los que, en la tierra, más se parecen al Padre del cielo.
Dichosa la Iglesia a la que Dios le arranca el corazón de piedra y le da un corazón de carne. Ella alcanzará misericordia.
Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.


Felices los que mantienen su corazón limpio de odios, engaños e intereses ambiguos. Se puede confiar en ellos para construir el futuro....

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