domingo, 3 de febrero de 2019

TIEMPO ORDINARIO. SEMANA IV

MARTES, 5 DE FEBRERO



Marcos 5,21-43
21Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar. 22Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, 23 rogándole con insistencia: Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva. 24Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.

25Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. 26Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. 27Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, 28pensando: Con solo tocarle el manto curaré. 29Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. 30Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba: ¿Quién me ha tocado el manto? 31Los discípulos le contestaban: Ves cómo te apretuja la gente y preguntas: "¿Quién me ha tocado?". 32Él seguía mirando alrededor, para ver a la que había hecho esto. 33La mujer se acercó asustada y temblorosa, al comprender lo que le había ocurrido, se le echó a los pies y le confesó toda la verdad. 34Él le dice: Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz y queda curada de tu enfermedad.

35Todavía estaba hablando, cuando llegaron de casa del jefe de la sinagoga para decirle: Tu hija se ha muerto. ¿Para qué molestar más al maestro? 36Jesús alcanzó a oír lo que hablaban y le dijo al jefe de la sinagoga: No temas; basta que tengas fe. 37No permitió que lo acompañara nadie, más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. 38Llegan a casa del jefe de la sinagoga y encuentra el alboroto de los que lloraban y se lamentaban a gritos 39y después de entrar les dijo: ¿Qué estrépito y qué lloros son estos? La niña no está muerta; está dormida. 40Se reían de él. Pero él los echó fuera a todos y, con el padre y la madre de la niña y sus acompañantes, entró donde estaba la niña, 41la cogió de la mano y le dijo: Talitha qumi (que significa: Contigo hablo, niña, levántate). 42La niña se levantó inmediatamente y echó a andar; tenía doce años. Y quedaron fuera de sí llenos de estupor. 43Les insistió en que nadie se enterase; y les dijo que dieran de comer a la niña.

COMENTARIO
Jesús vuelve del país de los gerasenos. Ahora, se encuentra con una multitud procedente del judaísmo. Se le acerca el jefe de la sinagoga que lo busca desesperadamente. Tanto este jefe como la mujer sufriente representan al pueblo de Galilea/Israel, sometidos, oprimidos por la institución.
Mucha gente se reúne en torno a Jesús, esperando su liberación. Una liberación que no acaban de comprender. Jesús, se queda junto al mar, símbolo del horizonte universal de su mensaje.
Llega un jefe de la sinagoga llamado Jairo, que significa “iluminado de Dios”, “luz de Dios”. Llama la atención que: 
-          un jefe de la sinagoga vaya al encuentro de Jesús cuando esta institución ha expulsado a Jesús (Mc 3,2);
-          se llame Jairo, “luz de Dios”, y sea jefe de la sinagoga (administrador, sacristán). ¿Querrá decir esto que la sinagoga ya no es luz de Dios para el pueblo?; 
-          al ver a Jesús se echó a sus pies, gesto que implica un reconocimiento de la superioridad de Jesús. El que es jefe de la institución religiosa local se pone a los pies del que es rechazado por esta institución. 
Efectivamente, el motivo es apremiante y urgente, mi niña está en las últimas. Jairo no ha encontrado solución dentro del sistema legal y va a buscarla en Jesús. Además, ruega con insistencia tres cosas a Jesús: Que toque a su hija. Aquello significaba la transmisión de una fuerza personal. Se usaba para curar o bendecir, como comunicación de vida; para que se salve. Es decir, que salga de esta situación previa a la muerte; y viva. ¿No es lo mismo salvar que vivir? Son complementarios, se trata de que su hija se salve, salga de la muerte para entrar en la vida. Es una situación de éxodo manifestada a través de los verbos salir y entrar: salir de la esclavitud de la muerte para entrar en la tierra de la vida, en la tierra prometida. 
Jairo ha entendido que la institución impide la vida del pueblo/hija y solo Jesús puede salvarla. 

Jesús no responde nada a Jairo, sencillamente se va con él. Marcos añade que lo seguía mucha gente: ya no son los mismos que lo esperaban a que desembarcara. Ahora se trata de los excluidos por el sistema que han decido seguir a Jesús, le aceptan, comprenden su mensaje.
Aquí se interrumpe el relato sobre Jairo y Jesús. Aparece la mujer con flujos de sangre… 

Todavía estaba hablando Jesús con la mujer curada, cuando se presentan los de la sinagoga, los que creen en la opresión y la muerte. Sus noticias no pueden ser otras que la muerte, tu hija ha muerto. La forma de hablar, tu hija, denota posesión y dominio. Como la relación que tiene el pueblo con sus dirigentes. Añaden una pregunta, ¿Para qué molestar ya al maestro? Los emisarios no esperan nada de Jesús, no creen en Él. Jairo si, por eso acude a Jesús.

Jesús no hace caso de las malas noticias de esos emisarios. Dirigiéndose a Jairo le dice que no tenga miedo y que continúe en su posición y actitud de confianza. Es todo un proceso de fe.
Jesús solo deja que le acompañe Pedro, Santiago y Juan, que son los más reticentes a descubrir a Jesús como la Buena Noticia universal de Dios y la ruptura que implica con la vieja institución judía[1].


Se encuentran con que hay alboroto, lloros, gritos. No es la casa de una familia, sino el lugar de la institución representada por el jefe de la sinagoga. Es la casa del duelo, del fracaso de la vida por la muerte definitiva, sin solución alguna. Así es la existencia del pueblo. 
Jesús entra en la casa/institución y reprocha el alboroto, la desesperanza, es decir, la falta de fe. E inmediatamente les propone su alternativa, la niña no está muerta, está dormida. Jesús quita el carácter definitivo de la muerte. Lo antiguo tenía que morir. La Alianza que Jesús trae es totalmente Nueva. Jesús les invita a creer en Él, a confiar en Él.

La propuesta de Jesús no se entiende, por eso los presentes se ríen de Él. ¡Han pasado del llanto y del griterío a la risa en segundos! En casa del jefe de la sinagoga es Él quien manda. Sorprendente. Y la casa de la sinagoga, de la institución, cambia totalmente.
Jesús coge al padre (ya no es el “jefe de la sinagoga”), a la madre, fuente de vida, a los discípulos, como testigos, y fue donde estaba la niña. El término que aparece no es el que entendemos hoy por niña, aunque tenía 12 años, sino de “muchacha casera”, apta para engendrar. Nos encontramos en un contexto de boda como se describe en Cant (2,19; 3,4). Lo que se nos describe, de manera simbólica y figurada, son los desposorios de la Nueva Alianza: Jesús es el esposo y la muchacha la esposa.


Jesús, como le había pedido el padre se acerca a la muchacha/novia. La toca, la coge de la mano y le habla: Talitha qumi (que significa: Contigo hablo niña, levántate). Cuando Marcos pone en boca de Jesús palabras en arameo quiere decir que el personaje al que se refiere pertenece al pueblo judío. Esto confirma el carácter simbólico de la niña, símbolo del pueblo, de la mentalidad de la autoridad judía. Es la Palabra de Jesús la que libera, la que da vida. La respuesta a la palabra es la fe. La muchacha/el pueblo se levanta, dando fe a las palabras de Jesús.
Aparece la edad de la niña, doce años, edad de los esponsales de una adolescente, la misma edad que los flujos de la mujer. Los doce años de la mujer adulta representaban el pasado del pueblo marginado. Los doce años de la muchacha representan el futuro para el nuevo Israel.
La reacción de los presentes fue llenos de estupor, fuera de sí. No podían imaginar la posibilidad de vida fuera de la institución o que Dios fuera así, capaz de hacer brotar vida de lo antiguo.
La nueva vida ha de crecer, ha de comer para progresar. No todo está hecho de una vez y para siempre. La nueva vida de la niña/pueblo no viene de los padres ni mucho menos de la sinagoga, sino de Jesús.

La mujer con hemorragias
COMENTARIO.
De camino a casa del jefe de la sinagoga, sucede este episodio que manifiesta la situación de opresión de los marginados, especialmente de la mujer, en tiempos de Jesús.
-          Aparece una mujer sin nombre. Representativa de todas las mujeres marginadas por la religión a causa de su impureza (concepto religioso), por sus flujos de sangre, lo que la convertía en impura y transmisora de impureza. Desde hacía doce años. Los mismos años que tenía la hija de Jairo. Es una alusión al Israel que margina a los impuros, impidiendo toda relación con Dios.
-          Esta enfermedad conlleva la prohibición de relaciones sexuales. La mujer/pueblo quedaba condenada a la esterilidad. Si la sangre simbolizaba, en la mentalidad judía, la vida, esta mujer representa al pueblo que va perdiendo la vida sin posibilidades de futuro.
-          Ha luchado por salir de esta situación. Se lo ha gastado todo. Es manifiesto el fracaso como los médicos que son los que prometían la salvación, solo se aprovechan de los necesitados. La mujer ha quedado reducida a la miseria, Es la situación del pueblo, y, especialmente, de la mujer. No hay alternativa.

Las noticias que le han llegado de Jesús le abren la esperanza de cambio. Cree que de Jesús solo puede salir vida. Se acerca y le tocó el manto. En la simbología judía, el manto significa la persona misma. Ha de hacerlo por detrás. Según la ley, aquel que tocase a una persona impura, él mismo quedaba impuro. Ahora, tocar a Jesús una persona impura no va a ser fuente de impureza sino fuente de vida. Como en el caso del leproso. El mismo gesto que puede salvarla devolviéndole la salud, la condenaría según la ley. Llama la atención la certeza de la mujer: con solo tocarle me salvaré. Es lo que después Jesús llamará tu fe.

La eficacia del gesto de la mujer es inmediata. El desentenderse de la ley y tocar a Jesús han sido uno. Se ha eliminado la causa de su mal, se secó la fuente. La fe en Jesús la ha liberado de la mentalidad que marginaba. Jesús, al mismo tiempo que la experiencia de la mujer, también ha tenido su experiencia de sanación, que es preciso hacer pública. La fuerza que había salido de Él, en este Evangelio, es la fuerza de vida de Dios mismo, de su Espíritu comunicado a Jesús en su Bautismo que lo tiene en plenitud. 

La incomprensión de los discípulos es evidente. No distinguen entre acercarse a Jesús físicamente y creer en Él. La mujer, asustada y temblorosa por lo que ha sucedido, teme la reacción de Jesús. Sigue en ella la categoría del miedo del judaísmo. Se echó a los pies, como Jairo, reconociendo a Jesús como fuente de vida, atributo solo de Dios y le confesó toda la verdad. No puede quedar oculto el proceso de esta mujer, la experiencia que ha tenido de libertad y de vida.

Jesús responde a la reacción de la mujer llamándola hija, expresión de amor del que engendra vida. Ha violado la ley, más no está apartada ni excomulgada. Jesús la trata con amor entrañable. Declara que su fe la ha salvado. Es la confianza en Jesús, la certeza en que Jesús salva.
Jesús despide a la mujer. Puede estar tranquila, vivir en paz y queda curada. Ha sido liberada de su pasado de enfermedad, exclusión y esterilidad. A partir de ahora puede vivir el presente y el futuro abierta a la fecundidad. El pueblo, del que la mujer es figura, ha de conocer y experimentar que es posible la vida adulta, madura, con capacidad de iniciativa y de engendrar.


[1] De hecho, los sobrenombres que Jesús les ha dado nos explican bastante de su actitud: a Pedro le llama piedra por su obstinación, cabezonería; a Santiago y Juan, hijos del trueno, por la imagen del dios terrible de la tradición. Jesús quiere mostrar que seguirle a Él conlleva la ruptura con el pasado. No es posible la continuidad.

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