JUEVES, 23 DE MAYO
Juan
15,9-11
9Como el
Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 10Si
guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11Os
he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría
llegue a plenitud.
COMENTARIO
El Padre demuestra su amor a Jesús
comunicándole la plenitud de su Espíritu (Jn 1,32: Y Juan dio testimonio diciendo: He contemplado al Espíritu que bajaba
del cielo como una paloma, y se posó sobre él), su gloria o amor. Jesús
demuestra su amor a los discípulos de la misma manera, comunicándoles el
Espíritu que está en él (1,16; 7,39).
La unión a Jesús/vid, expuesta en el
evangelio anterior, se expresa ahora en términos de amor. Como respuesta permanente al amor que Jesús les ha mostrado a
los discípulos, Jesús, ahora, invita a sus discípulos a que vivan en el ámbito
de ese amor suyo. Tal es la atmósfera gozosa en la que se mueve el discípulo de
Jesús.
Jesús establece la relación con sus
discípulos en paralelo a la suya con el Padre. Tanto el amor al Padre como de
los discípulos entre sí se expresa en la respuesta a las necesidades de los
hombres, guardar mis mandamientos… los de
mi Padre. Los mandamientos o el encargo del Padre a Jesús se identifican
con su misión: ofrecer a la humanidad la plenitud de vida.
El criterio que manifiesta la unión
del discípulo con Jesús y con el Padre es el amor hecho vida, puesto en
práctica. Este amor demuestra la
autenticidad de la experiencia interior. No existe amor a Jesús sin compromiso
con los demás.
Jesús comparte con los discípulos su
propia alegría, la que procede del
fruto de su muerte y de su experiencia del Padre. Así lleva a su plenitud la de los discípulos. Estos han
de reconocer que la fuente de la experiencia de su alegría nace de la alegría
de Jesús. El fruto que producen ellos es parte del que produce en el mundo
entero el amor de Jesús demostrado en su muerte. La experiencia del Padre que
tienen ellos es una participación de la plena comunión con el Padre que posee
Jesús.
La relación de los discípulos con Jesús
no tiene un carácter triste, sino alegre.
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