domingo, 19 de mayo de 2019

TIEMPO DE PASCUA. SEMANA V


JUEVES, 23 DE MAYO



Juan 15,9-11
9Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 10Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.

COMENTARIO
El Padre de­muestra su amor a Jesús comunicándole la plenitud de su Espíritu (Jn 1,32: Y Juan dio testimonio diciendo: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él), su gloria o amor. Jesús demuestra su amor a los discípulos de la misma manera, comunicándoles el Espíritu que está en él (1,16; 7,39).
La unión a Jesús/vid, expuesta en el evangelio anterior, se expresa ahora en términos de amor. Como respuesta permanente al amor que Jesús les ha mostrado a los discípulos, Jesús, ahora, invita a sus discípulos a que vivan en el ámbito de ese amor suyo. Tal es la atmósfera gozosa en la que se mueve el discípulo de Jesús.

Jesús establece la relación con sus discípulos en paralelo a la suya con el Padre. Tanto el amor al Padre como de los discípulos entre sí se expresa en la respuesta a las necesidades de los hombres, guardar mis mandamientos… los de mi Padre. Los mandamientos o el encargo del Padre a Jesús se identifican con su misión: ofrecer a la humanidad la plenitud de vida.
El criterio que manifiesta la unión del discípulo con Jesús y con el Padre es el amor hecho vida, puesto en práctica.  Este amor demuestra la autenticidad de la experiencia interior. No existe amor a Jesús sin compromiso con los demás.

Jesús comparte con los discípulos su propia alegría, la que procede del fruto de su muerte y de su experiencia del Padre. Así lleva a su plenitud la de los discípulos. Estos han de reconocer que la fuente de la experiencia de su alegría nace de la alegría de Jesús. El fruto que producen ellos es parte del que produce en el mundo entero el amor de Jesús demostrado en su muerte. La experiencia del Padre que tienen ellos es una participación de la plena comunión con el Padre que posee Jesús.
La relación de los discípulos con Jesús no tiene un carácter triste, sino alegre.

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