domingo, 12 de mayo de 2019

TIEMPO PASCUAL. SEMANA IV


MIÉRCOLES 15 DE MAYO


Juan 12,44-50
44Jesús gritó diciendo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me ha enviado. 45Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado. 46Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. 47Al que oiga mis palabras y no las cumpla, yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 48El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, esa lo juzgará en el último día. 49Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. 50Y sé que su mandato es vida eterna. Por tanto, lo que yo hablo, lo hablo como me ha encargado el Padre.

COMENTARIO
Es la última vez que Jesús habla en público. A partir de ahora, hablará solamente con sus discípulos o con los que lo interrogan. Jesús habla de lo que significa seguirle, creer en él, y las consecuencias de su actividad.
En cada frase hace referencia a textos anteriores del evangelio.
La idea central es el origen divino de su mensaje. La persona tiene  que elegir. Jesús propone creer en él, para que la vida no se convierta en un fracaso.

No se nos dice ni cuándo ni a quien están dirigidas. No hay tiempo ni lugar. Luego es para todos los hombres y mujeres de todas las épocas.
Después de su rechazo por parte de Israel como pueblo, Jesús deja abierta su invitación a la persona.
Es la tercera y última vez que Jesús hace una declaración gritando (Jn 7,28.37).
Creer en él es creer al Padre, porque significa reconocer en Jesús al Hijo de Dios, el proyecto creador realizado, del que se nos hablaba en el Prólogo de este Evangelio (Jn 1,14). En esa confianza, la persona reconoce el amor del Padre a la humanidad y expresa su agradecimiento por ese amor.
Estar con Jesús es estar con el hombre y con Dios; no estar con Jesús es oponerse al hombre y a Dios.

No existe diferencia entre Jesús y el Padre, pues la persona y actividad de Jesús explican lo que es Dios (1,18).  No se conoce a Dios si no se acepta a Jesús; no hay más Dios que el que se ve en Jesús: el Padre que está en favor del hombre. Hay que renunciar a toda idea preconcebida de Dios. Este se ha manifestado plenamente sólo en Jesús, a quien ha comunicado la plenitud de su gloria-amor.
Jesús es la luz de la vida y saca de las tinieblas de la muerte, es decir, del ámbito dominado por los enemigos del hombre. La adhesión a Jesús es la alternativa a la opresión, cuyo instrumento es la ideología, tiniebla, que apaga en el ser humano la aspiración a la plenitud.

Las palabras de Jesús son vida. Son las verdaderas exigencias de Dios; la prueba es que comunican el Espíritu. Jesús las ha propuesto, pero respeta la libertad del hombre; la respuesta al amor ha de ser libre. No juzga  porque su misión es salvar comunicando vida. El amor que engendra vida vivifica se convierte en norma de conducta
para el hombre que lo experimenta: ésa es la exigencia de Jesús.
Quien no hace suya esas palabras, quien le rechaza y no acepta sus palabras, es decir, quien no se compromete
a amar, a ser solidario con los demás, él mismo fracasa, porque no se realizará nunca como persona; frustra en sí el proyecto de Dios.
Subraya Jesús la libertad del hombre: Dios no se impone; el ser humano es responsable de su destino. Quien rechaza a Jesús renuncia a la plenitud de vida. El mismo ofrecimiento gratuito que hace Jesús será testigo en contra del que no lo acepte.  Este juicio se verificará el último día, el de la muerte de Jesús, cuando él dará la prueba definitiva de su amor al hombre. Ese día, el mensaje propuesto por Jesús juzgará a los hombres; es decir, una vez dada la prueba del amor supremo, no habrá excusa válida para rechazarlo.

La suerte del hombre depende, por tanto, de su actitud ante Jesús. Esto se debe a que el mensaje que Jesús transmite no es invención humana, sino que es mensaje de Dios, que es vida y amor. Hay una alusión al libro del Deuteronomio (18,18), donde se hablaba de un profeta sucesor de Moisés, en cuya boca pondría Dios su palabra o mandamiento; Jesús se presenta como el que ha recibido un mandamiento de Dios, que sustituye a los antiguos. Los mandamientos o palabras del Padre a Jesús son un modo de expresar la misión del Mesías.
·         En 10,17s exponía Jesús el primero de esas palabras, referente a su persona: Yo entrego mi vida y así la recobro... Este es el mandamiento que recibí de mi Padre.
·         El segundo mandamiento o encargo, mencionado ahora, se refiere a la actividad de Jesús con los hombres, al mensaje que no es suyo, sino del Padre. No es independiente del primero, pues contiene la invitación a entregarse como él se ha entregado. Propone la vida definitiva. Jesús vuelve a subrayar su fidelidad al Padre.

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