martes, 31 de diciembre de 2013

BLOG 1. Ante la Navidad... en SFJ... la Eucaristía en comunidad.
Antes de meternos en la juerga de la Navidad, os escribo para comentaros algunas cosas. En nuestra parroquia San Francisco Javier creo que se está haciendo un esfuerzo interesante por la celebración de la Eucaristía: se prepara la Misa por grupos, se reflexiona sobre su sentido, trabajamos el evangelio en los grupos, se preparan las canciones. Cuando viene alguien de fuera suele comentar “me ha encantado la Eucaristía”. (Claro, el que no le gusta no dice nada, directamente se va) Creo que, poco a poco, vamos siendo más conscientes y sensibles a lo que es y supone la Celebración de la Eucaristía. En la atención a los pueblos, se nota el recorrido y proceso que hay y ha habido en esta parroquia…
Pero… llevo días, meses, observando cómo existen en nuestra parroquia varias posturas referentes a la celebración de la Misa/Eucaristía de los Domingos. Unos: valoran la eucaristía. La viven, participan. Es fuente. Otros: de vez en cuando, algún motivo especial, “cuando me apetece”. Otros: muy, muy de vez en cuando. Otros: casi nunca. Otros: nunca.
Ante este hecho, en un mar de dudas e interrogantes, comparto con vosotros algunas preguntas:
Hay padres, niños y jóvenes, que van a celebrar la Eucaristía por primera vez, que se van a confirmar, que se van a casar, que se van a… Y no participan de la Eucaristía. Entonces:
¿para qué nos estamos preparando?,
¿qué vamos a celebrar?,
¿de que fuente vamos a beber?,¿?de que pan nos vamos a alimentar?
¿en qué nos vamos a confirmar?
¿con quién me caso?
¿de qué hablo, como evangelizo?
¿Cómo podemos ser curas, catequistas, monitores, responsables, serviciales, entregados… si pasamos de la Eucaristía?
¿Cómo vivir y ser cristianos sin tener encuentro con Cristo?
¿Cómo podemos decir la gente de parroquia que es Navidad y pasar olímpicamente de la celebración de la Eucaristía?
¿Cómo es nuestra celebración para no atraer, no irradiar, no contagiar lo que celebramos en la Eucaristía?
¿Cómo podemos organizar nuestras vacaciones, nuestro tiempo libre, nuestra Navidad, sin contar con el encuentro con Cristo en esta comunidad?
Al contrario, ¿por qué no aprovechar las vacaciones, la Navidad, para encontrarnos con Jesús juntos?
Sin tener experiencia con Cristo, de Cristo, ¿Cómo me va afectar a mi vida?
Vayamos a los fundamentos, a lo esencial: sin Eucaristía no hay fe en Cristo. La Eucaristía está en el centro de nuestra fe en Cristo. Se puede estar de acuerdo con esta afirmación, pero… no hay otra.
Seamos honestos: de 1 a 10, ¿qué puesto de hecho ocupa la celebración de mi vida en la Eucaristía?
Ante este panorama, quiero compartir con vosotros algunas ideas, argumentos, motivaciones sobre la Importancia de la Eucaristía. Me baso principalmente en un texto de hace ya algunos años de J.A.Pagola que escribió con motivo de la Navidad.
Alergia. Los suyos no la recibieron
Son muchos los que, aun confesándose cristianos, han abandonado casi totalmente la práctica dominical. Basta escucharlos con atención para descubrir en ellos una especie de «alergia» hacia la misa.
Primero: Algunos dicen que les aburre el carácter repetitivo de la celebración dominical. (Jo, siempre lo mismo, no me entero, no lo entiendo….) Desearían algo más vivo y espontáneo. Sin embargo, el carácter repetitivo es algo inherente a la misma
condición humana. Toda nuestra vida está hecha de gestos y actividades que se repiten de manera regular. Lo importante es no vivir de manera rutinaria.
Pero, ¿Es rutinaria la misa dominical para quien pide perdón por los errores y pecados concretos cometidos durante la semana,
para quien agradece a Dios todo lo bueno y positivo,
para quien pide al Señor luz y fuerza para enfrentarse a la vida siempre nueva de cada día?
Segundo: Hay quienes dicen que les resulta una liturgia hipócrita y artificial, (es una falsedad, todos los que vais a misa sois unos falsos…), que queda muy lejos de esa vida real donde cada uno ha demostrar con hechos la fe que lleva dentro.
Pero, ¿es hipócrita escuchar, semana tras semana, el evangelio de Jesucristo,
recordar sus exigencias y su interpelación,
y renovar el compromiso de ser cada vez más coherente con las propias convicciones? ¿No es más hipócrita llamarse creyente y vivir, semana tras semana, sin recordar siquiera a Dios?
Tercero: Otros se alejan de la misa como de algo mágico, un conjunto de ritos extraños y anacrónicos, envueltos en un lenguaje hermético e impenetrable, que difícilmente puede decirle algo a un hombre enraizado en la cultura moderna.
Pero, ¿es algo mágico buscar el encuentro personal con Cristo,
alimentar la propia fe en la escucha del evangelio,
buscar la renovación profunda de nuestro ser en el contacto vivificador con la comunidad creyente y con el Señor presente en la Eucaristía?
Cuarto: Hay quienes rechazan la misa porque la Iglesia ha insistido en su carácter obligatorio. No están dispuestos a someterse por más tiempo a una obligación precisamente el día en que uno puede liberarse del trabajo y de otras cargas profesionales.
Pero, ¿se puede ser creyente sin sentirse nunca urgido interiormente a alabar y dar gracias a Dios? ¿Se puede ser cristiano sin sentirse nunca llamado a comulgar con Cristo?
Varias veces escuchamos en la liturgia de estos días estas palabras del evangelista Juan: «La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre... Vino a su casa, y los suyos no la recibieron». ¿No es una interpelación para todos? ¿No estamos abandonando a quien desea hacerse más presente en nuestra vida?
A pesar de todas las limitaciones y defectos que puede tener la celebración concreta de la misa en una comunidad cristiana, la Eucaristía puede ser para muchos la única experiencia que alimente hoy su fe. Hemos de preguntarnos con sinceridad: ¿Por qué he abandonado en realidad esa misa dominical que podría reavivar mi fe?

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