lunes, 30 de marzo de 2015

MARTES SANTO

Juan 13,21-33.36.38
21Diciendo esto, Jesús se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar. 22Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
23Uno de ellos, al que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. 24Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. 25Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: Señor, ¿quién es? 26Le contestó Jesús: Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. 27Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto. 28 Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. 29Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. 30 Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.

31Cuando salió, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. 33 Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: Donde yo voy no podéis venir vosotros. 34 Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros.           
36Simón Pedro le dijo: Señor, ¿adónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde. 37Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti. 38 Jesús le contestó: ¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.

COMENTARIO

21Diciendo esto, Jesús se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo: En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a entregar. 22Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de quién lo decía.
Se pone el acento en uno de vosotros. Al ver que, a pesar de su amor, uno de los suyos va a la ruina y a la muerte, Jesús se turbó en su espíritu. Su vida, la del que le va a entregar, está en peligro. Jesús, que había amado a los suyos y se lo va a demostrar hasta el fin, siente horror al percibir el odio que le opone Judas. Todo el esfuerzo de su amor queda inutilizado, porque este hombre no lo acepta. La frase me va a entregar señala la doble tragedia: la de Jesús y la de Judas.
 La declaración de Jesús coge a los discípulos por sorpresa; provoca inquietud en ellos y crea una sospecha difusa, perplejos.

23Uno de ellos, al que Jesús amaba, estaba reclinado a la mesa en el seno de Jesús. 24Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por quién lo decía. 25Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: Señor, ¿quién es? 26Le contestó Jesús: Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado. Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás.
Se menciona por primera vez al discípulo que Jesús amaba, no llevará nunca nombre; está recostado junto a Jesús, el más próximo a él. La identificación del discípulo con Jesús se expresa por la cercanía del puesto que ocupa, en el seno, la de Jesús con él, por el amor que le profesa, al que Jesús amaba. Es figura de la nueva comunidad, bajo los rasgos del amigo íntimo.
La figura de este discípulo se contrapone a la de Simón Pedro. Este no puede tomar la iniciativa y hacer la pregunta, porque no está cercano a Jesús, pues que no com­prende su amor ni acepta ser amado, como ha aparecido en el lavado de los pies  ( Jn 13,8). El primer discípulo, en cambio, puede permitirse un gesto de intimidad y, echándose hacia atrás, se apoya sobre el pecho de Jesús y le pregunta sin rodeos.
Jesús no denuncia al traidor a los oídos de todos. No revela su nombre ni lo señala. Sólo el discípulo amado podrá identificarlo por un gesto hacia Judas que va a significar al mismo tiempo aceptación. Jesús no rompe con el que va a traicionarlo: no ha venido a juzgar, sino a salvar (Jn 12,47).
Con el pan, Jesús se ofrecerá él mismo, Va a ofrecer su amistad a Judas hasta el final. Ofrece a un comensal un trozo de pan mojado en la salsa era señal de deferencia.

Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás.
27Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo pronto. 28Ninguno de los comensales entendió a qué se refería. 29Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. 30Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
No se especifica de qué era el trozo, que se menciona cuatro veces en el pasaje; el evangelista juega con la ambigüedad entre la comida y la eucaristía (pan/carne).
Tampoco dice en qué lo moja Jesús, creando otra ambigüedad (salsa/sangre). A través de los símbolos, lo que Jesús ofrece a Judas es su misma persona dispuesta a aceptar la muerte. Lo invita a rectificar y ser de los suyos, a comer su carne y beber su sangre y así unirse a él.

El evangelista evita decir que Judas comió el trozo, lo que habría signifi­cado la voluntad de asimilarse a Jesús. Más adelante se explicará lo que hace con él.
El gesto de amistad de Jesús no encuentra respuesta en Judas, sino que aumenta su oposición.  Judas ha interiorizado, entró en él Satanás, la ideología del dinero y poder.  
Jesús deja a Judas en plena libertad de opción, aun a costa de su propia vida. Judas se ha dado su propia sentencia. Es inútil prolongar la si­tuación, hazlo pronto. Nadie se da cuenta de que la traición es inminente.

Judas administraba los fondos del grupo (Jn 12,6). Entre los discípulos se dan dos interpreta­ciones de las palabras de Jesús, que muestran la falta de comprensión de lo que está sucediendo:
·         Unos hablan de comprar lo necesario para la fiesta, como si Jesús, para celebrar su Pascua, cuyo lugar será la cruz, tuviese que pedir algo al sistema económico explotador que lo condena a muerte. Él mismo es el Cordero que va a ser sacrificado.
·         Otros hablan de dar a los pobres, que  fue la propuesta de Judas para el precio del perfume (Jn 12,5). Jesús ya corrigió esta manera de ver las cosas al afirmar que los pobres han de ser acogidos por la comunidad.
Se dibuja así la complejidad del grupo:
·         al lado de Judas, el traidor, está Simón Pedro, que no sabe aceptar el amor de Jesús
·         otros discípulos, que no han comprendido que el amor se expresa en el don;
·         frente a todos ellos, la figura del discípulo amado, que representa el ideal de discípulo de Jesús.

Judas sale llevándose el trozo, la vida de Jesús, para entregarla. Entra en la tiniebla, era de noche, en el ámbito de los enemigos de Jesús; lleva consigo la luz, para extinguirla.

31Cuando salió, dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. 32Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Usando la expresión el Hijo del hombre, Jesús quiere hacer comprender a los discípulos que es su actitud la que lleva a la plenitud humana, a la realización del proyecto divino. 

Jesús interpreta lo que está sucediendo. En la primera parte de la frase,  hora es glorificado el Hijo del hombre, Jesús destaca  la manifestación de su amor, que revela el de Dios mismo; amor tan grande que, traducido por Jesús en términos humanos, llega al don de la propia vida.
En la segunda parte de la frase, y Dios es glorificado en él, afirma que Dios, a su vez, va a hacer brillar la gloria del Hijo del hombre, pues este, llegado en la cruz a la plena condición divina, será el dador del Espíritu.

33Hijitos, me queda poco de estar con vosotros. Me buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: Donde yo voy no podéis venir vosotros. 34Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros.         
Jesús se dirige a los discípulos con un término de afecto, hijitos. El mo­mento es emocionante. Les anuncia su próxima partida. Las palabras que siguen toman el carácter de testamento.
Alude Jesús a una frase que pronunció en el templo (Jn 8,21). Los discípulos lo buscarán, porque su ausencia les causará dolor. Pero no será como para los judíos, una ausencia definitiva que los lleve a la ruina. No morirán por su pecado, porque están limpios.
Sin embargo, tampoco ellos son capaces de ir adonde él se marcha. Él va libremente a la cruz y, por ella, al Padre. Y en este itinerario nadie es capaz de acompañarlo, porque nadie puede aún com­prender hasta dónde ha de llegar el don de sí mismo.

34Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros. 35En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a otros.        
En medio de este ambiente de incomprensión, de absurdo, Jesús proclama la novedad de su amor. Él se marcha, pero ellos se quedan. Les deja el mandamiento nuevo, que sustituye y supera a la Ley antigua.
Va a establecerse ahora la diferencia entre las dos alianzas, la de Moisés el legislador y la del Mesías, la del que habla desde la tierra y la del Esposo-Hijo. La alianza nueva, mi nueva alianza, basada sobre la realidad del amor fiel de Dios, no puede tener más Ley que la del amor. Incluso, habría que decir que no es ley propiamente, es vida.
La vida de Dios entregada a los hombres solo puede ser correspondida desde el amor.  Jesús lo llama mandamiento para oponerlo a los de la antigua Ley. Pero, en realidad, el amor no es ni puede ser un precepto impuesto desde fuera. Nace de la sintonía y la identificación con el Padre y con Jesús.

Este mandamiento es nuevo por dos motivos:
·         Primero. Por el punto de referencia. Antes, según la Ley, era el individuo humano: Amarás al prójimo como a ti mismo (Lev 19,18). Ahora, es el amor sin límite de Jesús, como yo os he amado. Queda superado el antiguo mandamiento.

·         Segundo. Por la idea de Dios que implica. Según la Ley, el hombre había de amar a Dios sobre todas las cosas (Dt 6,4s). Dios estaba «separado » del hombre y podía ser «objeto» de amor. También este mandamiento queda superado. Jesús comunica el Espíritu, que es su presencia y la del Padre. Dios no está «fuera», sino que habita en el interior del ser humano. Por eso, en el mandamiento nuevo, Dios no exige que el hombre se entregue a él; es él quien se entrega al hombre como fuerza de amor y vida, por la que el hombre puede, a su vez, entregarse a los demás.
No hay que entregarse a Dios o a Jesús, sino a los seres humanos “con y como”  Dios/Jesús.

El punto de referencia del mandamiento, como yo os he amado, acaba de explicarlo Jesús en las dos escenas precedentes:
·         Amar consiste en servir a los demás para darles dignidad y libertad (lavado de los pies). El amor que existe entre los discípulos de Jesús ha de ser visible, mostrado con obras, y constituirá el signo distintivo de su comunidad.
·         La identidad del grupo no estará basada en observancias, leyes o cultos. Poniendo como único distintivo el amor, desliga Jesús a los suyos de todo condicionamiento cultural: el amor es lenguaje universal.


36Simón Pedro le dijo: Señor, ¿adónde vas? Jesús le respondió: Adonde yo voy no me puedes seguir ahora, me seguirás más tarde.
De las palabras anteriores, Pedro ha retenido solamente las que anunciaban la marcha de Jesús. Quiere saber adónde va. Jesús había dicho que se marchaba solo y que ellos no podían seguirlo. Les dejaba por testamento el mandamiento del amor mutuo. Pedro no se fija en lo que le toca como discípulo, sino solamente en lo que afecta a Jesús.
Jesús le repite lo que ha dicho antes, pero añadiendo que seguirá su mismo itinerario en el futuro. Él es el primero, abre el camino del amor total.

37Pedro replicó: Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Daré mi vida por ti. 38 Jesús le contestó: ¿Conque darás tu vida por mí? En verdad, en verdad te digo: No cantará el gallo antes que me hayas negado tres veces.
Pedro (por segunda vez, ya no se llama Simón Pedro, como señal de su cabezonería), no se conforma. Cree que Jesús no lo conoce suficientemente y que sólo él mismo sabe cuáles son sus propias posibilidades, ¿por qué no puedo? Vuelve a distinguirse entre sus compañeros, queriendo mostrar a Jesús una adhesión mayor que la de ellos. Se declara dispuesto a dar la vida por él. Pasa por alto el mandamiento del amor a los demás, que lo exhortaba a amar a los otros como Jesús. Su generosidad manifiesta su profunda incomprensión: nadie puede sustituir a Jesús en su función liberadora y manifestadora del amor del Padre. No comprende Pedro que no se trata de morir por Jesús, sino de dar la vida, con él y como él, por el bien de los hom­bres. Pedro ha mostrado su arrogancia y su ignoran­cia. Jesús le responde con ironía, ¿Que vas a dar tu vida por mí?. Él no necesita sacrificios por él ni los acepta. A continuación predice a Pedro lo que realmente va a suceder, en qué irán a parar sus bravatas. 

Pedro, que se ofrece a morir por su Señor, acabará negándolo. 

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