sábado, 4 de abril de 2015

SÁBADO SANTO
DECEPCIÓN Y ESPERANZA

Dia de los “decepcionados”,
dia de los “esperanzados”.
La decepción es parte de la vida de una persona.
Cuando superamos la decepción de alguien, comenzamos a descubrirlo más real, sin ilusiones, en su verdadera realidad.

Día de ausencia, día de nada.
Sobre todo, cuando falta el Señor,
el tesoro de nuestro corazón.
Día de espera: ¿responderá Dios a su hijo? ¿responderá Dios a nosotros?

Día de silencio
para ir donde solo se va en los momentos cumbres: al fondo de las cosas,
al fondo de uno mismo,
para poder ser encontrados
por la Presencia que nos habita,
nos consuela,
nos descubre el sentido,
nos quiere sin condiciones.

Día de búsqueda: unos se ponen en camino hacia el sepulcro,
otros se van de Jerusalén: allí ni hay nada que hacer,
Todo se ha acabado.
“Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel…”
Nosotros pensábamos que Dios….
Yo creía que Dios …..

Día de María, la Madre, que espera contra toda esperanza: para Dios nada hay imposible.



SALMO 88

Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de noche grito en tu presencia;
llegue hasta tí mi súplica,
inclina mi oído a mi clamor.

Porque mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como un inválido.

Tengo mi cama entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.

Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas del fondo;
tú cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.

Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho repugnante para ellos:
encerrado, no puedo salir,
y los ojos se me nublan de pesar.

Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias?

¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla,
o tu justicia en el país del olvido?

Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas,
y me escondes tu rostro?

Desde niño fui desgraciado y enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores,
pasó sobre mí tu incendio,
tus espantos me han consumido:

me rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una;
alejaste de mí amigos y compañeros:
mi compañía son las tinieblas.
.



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