viernes, 3 de abril de 2015

VIERNES SANTO

SALMO 22. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza:  "Acudió al Señor, que lo ponga a salvo; que lo libre, si tanto le quiere."
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies, puedo contar mis huesos.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Se reparten mi ropa, echan a suertes mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo; linaje de Jacob, glorificadlo; temedlo, linaje de Israel.
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Señor ¡escucha mi voz!

ACCIÓN DE GRACIAS.
Somos humanos, Señor.
perdónanos:
por no saber decirte nada,
por ser avaros de nuestro tiempo
y no tenerlo para encontrarnos contigo.

Somos humanos, Señor, perdónanos:
por esconder la claridad del Evangelio,
por nuestras cobardías
y nuestros compromisos con el pecado.

Perdónanos, Señor, por nuestras faltas de amor,
nuestros arrebatos, nuestros prejuicios,
nuestra indiferencia, y todo lo que mata el amor.

Perdónanos, Señor,
por no saber perdonar,
por no saber reconciliarnos
con nosotros mismos,
y, menos aún, con los otros.

Perdona la fealdad de nuestra mirada.
Somos humanos, Señor, perdónanos.

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