MARTES
14 DE FEBRERO. SAN CIRILO Y SAN METODIO, FIESTA
Lucas 10,1-12
10 1Después de esto, designó el Señor otros setenta y dos, y los mandó
delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir
él. 2Y les decía: La mies es abundante y los obreros pocos; rogad,
pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. 3¡Poneos en
camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. 4No
llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino. 5Cuando
entréis en una casa, decid primero: "Paz a esta casa". 6Y
si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a
vosotros. 7Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que
tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa en
casa. 8Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os
pongan, 9curad a los enfermos que haya en ella, y decidles: "El
reino de Dios ha llegado a vosotros". 10Pero si entráis en una
ciudad y no os reciben, saliendo a sus plazas, decid: 11"Hasta
el polvo de vuestra ciudad, que se nos ha pegado a los pies, nos lo sacudimos
sobre vosotros. De todos modos, sabed que el reino de Dios ha llegado 12Os
digo que aquel día será más llevadero para Sodoma que para esa ciudad…
COMENTARIO
Después ¿de qué? De la llamada de
nuevos discípulos (tres también, Lc 5,1-11) designó
el Señor a otros Setenta
y dos, además de los Doce. Mientras estos son representantes del nuevo
Israel (las doce tribus), los setenta y dos representan a la nueva humanidad
(según el cómputo judío, las naciones paganas eran en número de setenta y dos,
Gén 10). Se trata de un anticipo de la misión entre los paganos: todo el mundo,
la humanidad toda, espera que se le anuncie el mensaje liberador de Jesús[1].
Jesús los envía de dos en dos,
formando un grupo o comunidad, con el fin de que muestren con hechos lo que
anuncian de palabra.
La
mies es abundante y los obreros pocos.
La cosecha se prevé abundante, el reinado de Dios empieza a producir frutos
para los demás. Cuando se comparte lo que se tiene, hay de sobra: esta es la
experiencia del grupo de Jesús. No hacen falta explicaciones ni estadísticas:
la presencia de la comunidad se ha de notar por los frutos abundantes que
produce.
Faltan obreros, personas que coordinen las múltiples y variadas
actividades de los miembros de la comunidad, animadores y responsables, para
que los más necesitados participen de los bienes que sobreabunden. Restringir
el sentido de obreros a sacerdotes,
religiosos o misioneros es empobrecer el texto y la mente de Jesús. Es
necesario que haya gente, seglares o no, que tengan sentido de comunidad, que
velen para que no se pierda el fruto, que lo almacenen y lo repartan. La
comunidad ha de pedir que el Señor mande
obreros a su mies. Rogar es tomar
conciencia de las grandes necesidades que nos rodean y poner los medios
necesarios; quiere decir confiar en que, si se está en la línea del plan de
Dios, no puede haber paro entre las comunidades del reino.
Toda comunidad debe ser
esencialmente misionera. La misión, si se hace bien, encontrará la oposición
sistemática de la sociedad. Esta, al ver que se tambalea su escala de valores,
usará toda clase de insidias para silenciar a los enviados, empleando todo tipo
de procedimientos legales. Los enviados están indefensos. La defensa la asumirá
Jesús a través del Espíritu Santo, el Abogado de los pobres.
Como en la misión de los Doce, Jesús
insiste en que los enviados no confíen en los medios humanos. Han de compartir
techo y mesa con aquellos que los acogen, curando a los enfermos que haya,
liberando a la gente de todo aquello que los atormente.
La buena noticia consiste en el
anuncio de que ya ha llegado a vosotros
el reinado de Dios. Empieza un orden nuevo, cuyo estallido tendrá lugar en
otra situación. El proceso es irreversible. La comunidad ya tiene experiencia
de ello.
La misión de los enviados de Jesús
no será fácil (ni la de los setenta y dos ni la de los que sigan tras ellos).
Decir a los pobres que Dios está de su parte y que no es culpa suya, sino de
los ricos, que sean pobres. Prevenir a los creyentes para que se anden con
cuidado con todas las instituciones que, como Jerusalén se empeñan en mantener
a sus fieles en
permanente “minoría de edad” y hacerles saber que Dios no necesita
intermediarios para mostrar su amor a quienes Él quiere que sean sus hijos.
Decir que el poder no viene de Dios, sino que pertenece al diablo Lc 4,6-7...
Todo esto va a desenmascarar a muchos lobos con piel de oveja que atacarán sin
piedad a los mensajeros de la Buena Noticia de Jesús. No llevarán escolta ni
armas para defenderse de ellos, porque esto sería confiar en las mismas fuerzas
en las que se sustenta el mundo que hay que cambiar. Tampoco deben prever nada
para asegurar su sustento. La humanidad que sufre es sensible a las necesidades
de los demás, y aunque sufrirán persecución y en ocasiones ser verán
rechazados, no faltarán muestras de solidaridad: comed y bebed de lo que tengan...
Nada de venganzas ni de compromisos,
nada de amenazas ni de juicios de Dios. Sacudirse
el polvo de los pies significa romper las relaciones, pero sin guardar
odio. Hay mucho campo para correr. El sentido de fracaso es extraño a los
enviados.
[1] La variante Setenta
y dos, contenida en numerosos manuscritos y adoptada por muchos
traductores, constituye un intento de reconducir la apertura a la
universalidad, esbozada en el número siete/setenta,
al recinto de Israel, delimitado por un múltiplo de doce, 6 x 12 = 72.
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