LUNES, 23 DE ABRIL
Juan
10,11-18
11Yo soy el Buen Pastor. El buen pastor da su vida por las
ovejas; 12el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve
venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; 13y
es que a un asalariado no le importan las ovejas. 14Yo soy el Buen
Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, 15igual que
el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. 16Tengo,
además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que
traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño y un solo Pastor. 17Por
esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. 18Nadie
me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y
tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.
COMENTARIO
Cuando el evangelio dice que
Jesús, al ver que mucha gente lo buscaba, sintió
lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor (Mc 6,34), está
haciendo una crítica de los dirigentes del pueblo tanto desde el punto de vista
de la situación política de aquel momento como desde la perspectiva del
sistema religioso, ya que en Israel lo político y lo religioso estuvieron
siempre unidos. Y así, cuando Jesús dice que él es el buen pastor, el modelo de
pastor, está afirmando que en él se cumple lo anunciado por los profetas y que
en él se realiza lo que Dios quiere que sea un dirigente -político o religioso-
del pueblo.
Jesús afirma que él es el
modelo de pastor porque en él se dan tres rasgos característicos:
1.
La primera es la
creación de un rebaño en el que nadie se sienta excluido: Tengo además otras ovejas que no son de este recinto: también a ésas
tengo que conducirlas; escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo pastor.
El exclusivismo político-nacionalista y religioso que estaban en vigor en la
sociedad judía en tiempos de Jesús queda definitivamente superado. El Pastor
Modelo no entrega su vida por defender su bandera y ni siquiera por defender su
credo: él entrega la vida para que sus ovejas puedan encontrar la felicidad
viviendo como hermanos por encima de credos y banderas.
2.
La segunda
característica es el conocimiento personal de sus ovejas: Yo soy el modelo de pastor; conozco las mías y las mías me conocen a
mí. No hay entre el pastor y su rebaño una relación de superioridad, sino
de amistad: No, no os llamo siervos,
porque un siervo no está al corriente de lo que hace su señor; a vosotros os
vengo llamando amigos porque todo lo que oí a mi Padre os lo he comunicado,
dirá Jesús a sus discípulos en la noche de la última cena (Jn 15,15). El
dirigente del pueblo, el pastor, según el modelo de Jesús, no es alguien que
ordena, organiza y manda desde su despacho a unas ovejas de las que sólo conoce
cómo suena el balido de sumisa adhesión; entre el pastor al estilo de Jesús y
su rebaño se establece una relación de conocimiento y amor semejante a la que
existe entre el Padre Dios y su Hijo. Un conocimiento que es amor y un amor que
es donación de vida.
3.
El pastor modelo se entrega él mismo por las ovejas.
Esta es la tercera cualidad. El pastor entrega su
propia vida en favor de las ovejas que pastorea. Su tarea no es una actividad
económica: no busca ventaja alguna para sí mismo, ni salario ni beneficio. Sólo
persigue el bienestar y la felicidad de sus ovejas. Hace tres semanas
recordábamos cómo Jesús llevó a término su entrega.
El evangelio no nos ofrece
soluciones concretas a los problemas políticos; no nos dice qué medidas
concretas deben tomarse para acabar con el paro o qué medios concretos se deben
emplear para elevar el nivel cultural de una colectividad: no existe, por
consiguiente, una política cristiana; nadie tiene derecho a usar nuestro
nombre de cristianos para su partido político. Y nadie debería cometer la
insensatez de rebajar el evangelio a la altura de un programa político más.
Lo que sí hay es un modo
cristiano de servir al pueblo (todos los que tienen o buscan el poder dicen que
quieren servir al pueblo): el que encarna el Buen Pastor.
Con la figura del
pastor describe Jesús su actividad. No es un pastor más, sino el modelo,
el verdadero pastor y su característica es dar su vida para dar vida a los
suyos. Quien no ama a los suyos más que a la propia vida, no es pastor.
Pero la entrega de
que habla Jesús no es solamente la final; es la disposición continua a hacer el
máximo por los que lo siguen. Como acaba de decir, él viene a dar vida
rebosante, y para ello se da a sí mismo. El máximo don de sí, que es el amor
pleno, es la comunicación plena de vida.
Esta descripción de
la entrega del pastor por las ovejas es una formulación más explícita de lo expuesto
en otras ocasiones, en particular en la mención de su sangre (6,53-55). Como
entonces, la entrega de Jesús es modelo para la del discípulo.
El pastor aparece
en oposición a una figura negativa, el asalariado o mercenario. El pastor
presta su servicio por amor, renunciando a su propio interés, dispuesto a dar
la vida por las ovejas. El asalariado lo hace por dinero y, en el peligro, deja
que las ovejas mueran.
Describe Jesús un
segundo aspecto (v.10ss), exclusivo suyo, de su calidad de pastor, su relación
con el grupo de discípulos. Antes afirmaba conocer personalmente a cada uno (v.
4: las llama por su nombre); ahora declara que entre él y la comunidad
como conjunto de individuos existe una relación personal de conocimiento
profundo e íntimo.
Por parte de la
comunidad, conocer a Jesús significa experimentar su amor e identificarse con
su persona y actividad. La frase: conozco a las mías y las mías me conocen a
mí, indica así la relación de amor entre Jesús y los suyos que crea la
participación de su Espíritu.
Esta relación de
conocimiento-amor es tan profunda que Jesús la compara a la que existe entre él
y el Padre, basada también en la comunidad de Espíritu, que crea la unidad de
designio y de propósito. Es este conocimiento-amor de los suyos y del Padre
dador de vida el que lleva a Jesús a dar la suya para comunicar vida a los que
le dan su adhesión. Quiere manifestar el amor del Padre y hacerlo llegar a los
hombres.
A continuación,
descubre Jesús el ámbito de su comunidad futura (Tengo otras ovejas),
que se abre a la humanidad entera (1,9; 3,16; 4,42; 8,12). Los discípulos
procedentes de otros pueblos formarán con los que vengan de Israel una sola
comunidad; ha terminado el privilegio del pueblo elegido. La unidad de todos se
verificará por la convergencia en el único pastor, Jesús.
Jesús forma una
nueva comunidad humana (rebaño), pero no mete a las ovejas en otro
recinto, es decir, no va a crear una institución paralela a la antigua.
Su comunidad universal no está encerrada en institución nacional o cultural
alguna. Su base son los hombres acabados
por el Espíritu; ellos, según los tiempos y los lugares, encontrarán las
expresiones adecuadas a la realidad que viven.
Ante su auditorio
de dirigentes judíos (v.19) que lo odian e intentan matarlo, Jesús afirma que
es precisamente su apresuramiento para desafiar la muerte lo que hace
manifestarse en él el amor del Padre.
Jesús se entrega a
sí mismo y así se recobra, porque al darse él mismo hace suyo el dinamismo de
amor del Padre y de esta manera realiza su condición de hijo, adquiriendo la
plenitud del propio ser. La demostración continua de amor del Padre se realiza
en la presencia y actividad incesante del Espíritu en Jesús y se manifiesta en
su obrar.
Como Jesús, quien
se da a sí mismo por amor no lo hace con la esperanza de recobrar la vida como
premio a ese sacrificio (mérito), sino con la certeza de poderla tomar de
nuevo, por la fuerza del amor mismo. Donde hay amor hasta el límite hay vida
sin límite, pues el amor es fuerza de vida. Dar la vida significa creer hasta
el fin en la verdad y potencia del amor.
Jesús afirma su
absoluta libertad en su entrega. Nadie puede quitarle la vida, él la da por
propia iniciativa. Indica así que, aunque sean las circunstancias históricas
las que van a llevarlo a la muerte, eso puede suceder porque él ha hecho su
opción de llegar hasta el fin.
El Padre, que ama a Jesús, le deja plena libertad;
como Hijo, Jesús dispone de sus actos. La relación entre Jesús y el Padre no es
de sumisión, sino de amor que identifica. El mandamiento del Padre no es una
orden, sino un encargo; formula el designio común del Padre y Jesús, que nace
de su comunión en el Espíritu. El evangelista utiliza el término mandamiento para oponerlo a los de la antigua Ley. Moisés recibió muchos
(Éx 24,12), Jesús uno solo, el del amor hasta el extremo, el mismo que será
propuesto a los hombres (12,49).
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