domingo, 29 de abril de 2018

SEMANA V DE PASCUA

MIÉRCOLES, 2 DE MAYO


Juan 15,1-8
15 1Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. 2A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 3Vosotros ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; 4permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 6Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. 7Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. 8Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.

COMENTARIO
En varios pasajes del AT, la vid o viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12).
Ahora, las palabras de Jesús se contraponen a esos textos: no hay más pueblo de Dios, vid y sar­mientos,  que la nueva humanidad que se construye a partir de él:
·         la verdadera vid.
·         la luz verdadera (Jn 1,9).
·         el verdadero pan del cielo (Jn 6,32).
Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama mi Padre, quien ha plantado y cuida esta vid. El Dios del AT ahora es Jesús.

Las palabras de Jesús son severas. Definen la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que llevar a la práctica. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.
El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.
En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que ratificar la elección del propio ser humano. Al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de las tinieblas, de la no-vida. Es el que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se identifica con Jesús no se convierte en pan para los demás.

La confianza en la palabra y mensaje de Jesús implica la limpieza o decisión por su persona. No es limpieza en sentido de puro o impuro, como las leyes judías, sino en sentido de acogida o rechazo de su mensaje. Es la diferencia entre mundo justo e injusto, entre pecado/tinieblas y vida/luz. Sólo quien practica el amor a los demás agrada a Dios; y ese accede al Padre y el Padre vendrá a habitar con él (Jn 14,23).

Jesús exhorta a sus discípulos a renovar su confianza en él, mirando al fruto que han de producir. La unión con Jesús no es algo automático ni ritual, pide la decisión de la persona. A la confianza del discípulo responde la fidelidad de Jesús, y yo en vosotros. Esta unión mutua entre Jesús y los suyos, permaneced en mí, es la condición para la existencia de la comunidad, para su crecimiento y para que produzca fruto. Los discípulos no tendrán verdadero amor al hombre sin el amor a Jesús y sin amor al hombre no hay fruto posible.

El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad.

Repite Jesús su primera afirmación, no en relación con el Padre, sino con los discípulos. Entre él y los suyos existe una unión íntima; la misma vida circ­ula en él y en ellos, gracias a la asi­milación a él (comer mi carne y beber mi sangre, Jn 6,56).
El fruto de que se hablaba antes se especifica ahora como dar fruto abundante. El fruto está en función de la unión con él, de quien fluye la vida. Sin estar unido a Jesús, el discípulo no puede comunicarla, sin mí no podéis hacer nada.
¿Y qué sucede si el discípulo/sarmiento no está unido a la vid/Jesús? El futuro del que sale de la comunidad por falta de amor es secarse, es decir, carecer de vida, se convierte en estéril. El final es el fracaso, los echan al fuego y arden. La muerte en vida acaba en la muerte definitiva.

Jesús continúa hablando de fecundidad. La respuesta a al mensaje de amor de Jesús el amor crea el ambiente propicio para el desarrollo de los miembros de la comunidad.  Y se hace colaborador en la tarea de los suyos, sin límite alguno, lo que deseéis.
La sintonía con Jesús, creada por el compromiso en favor del hombre, establece su colaboración activa con los suyos. Pedir signi­fica afirmar la unión con Jesús y reconocer que la fuerza de la vida pro­cede de él. La gloria, es decir, el amor del Padre, se manifiesta en la actividad de los discípulos, que trabajan en favor de los hombres.

No hay comentarios:

Publicar un comentario