MIÉRCOLES, 2 DE MAYO
Juan
15,1-8
15 1Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el
labrador. 2A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a
todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 3Vosotros ya
estáis limpios por la palabra que os he hablado; 4permaneced en mí,
y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece
en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5Yo soy la
vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto
abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 6Al que no permanece
en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los
echan al fuego, y arden. 7Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen
en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. 8Con esto recibe
gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.
COMENTARIO
En varios pasajes del AT, la vid o viña es el símbolo de Israel
como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12).
Ahora, las palabras de Jesús se
contraponen a esos textos: no hay más pueblo de Dios, vid y sarmientos, que la
nueva humanidad que se construye a partir de él:
·
la verdadera vid.
·
la luz verdadera (Jn 1,9).
·
el verdadero pan del cielo (Jn 6,32).
Como en el AT, es Dios, a quien Jesús
llama mi Padre, quien ha plantado y
cuida esta vid. El Dios del AT ahora es Jesús.
Las palabras de Jesús son severas.
Definen la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un
grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión
que llevar a la práctica. El fruto es
el hombre nuevo, que se va realizando en cada individuo y en la comunidad (crecimiento,
maduración), y por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo
nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la
condición para que el hombre nuevo exista.
El
sarmiento no produce
fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El
Padre, que cuida de la viña, lo corta:
es un sarmiento que no pertenece a la vid.
En la alegoría, la sentencia toma el
aspecto de poda. Pero esa sentencia
no es más que ratificar la elección del propio ser humano. Al negarse a amar y
no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de las tinieblas, de la no-vida. Es
el que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el
pan, pero no se identifica con Jesús no se convierte en pan para los demás.
La confianza en la palabra y mensaje
de Jesús implica la limpieza o decisión por su persona. No es limpieza en
sentido de puro o impuro, como las leyes judías, sino en sentido de acogida o
rechazo de su mensaje. Es la diferencia entre mundo justo e injusto, entre
pecado/tinieblas y vida/luz. Sólo quien practica el amor a los demás agrada a
Dios; y ese accede al Padre y el Padre vendrá a habitar con él (Jn 14,23).
Jesús exhorta a sus discípulos a
renovar su confianza en él, mirando al fruto que han de producir. La unión con
Jesús no es algo automático ni ritual, pide la decisión de la persona. A la
confianza del discípulo responde la fidelidad de Jesús, y yo en vosotros. Esta unión mutua entre Jesús y los suyos, permaneced en mí, es la condición para
la existencia de la comunidad, para su crecimiento y para que produzca fruto.
Los discípulos no tendrán verdadero amor al hombre sin el amor a Jesús y sin
amor al hombre no hay fruto posible.
El
sarmiento no tiene
vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es
decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él
significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad.
Repite Jesús su primera afirmación, no
en relación con el Padre, sino con los discípulos. Entre él y los suyos existe
una unión íntima; la misma vida circula en él y en ellos, gracias a la asimilación
a él (comer mi carne y beber mi sangre,
Jn 6,56).
El fruto de que se hablaba antes se
especifica ahora como dar fruto abundante.
El fruto está en función de la unión con él, de quien fluye la vida. Sin estar
unido a Jesús, el discípulo no puede comunicarla, sin mí no podéis hacer nada.
¿Y qué sucede si el
discípulo/sarmiento no está unido a la vid/Jesús? El futuro del que sale de la
comunidad por falta de amor es secarse,
es decir, carecer de vida, se convierte en estéril. El final es el fracaso, los echan al fuego y arden. La muerte en
vida acaba en la muerte definitiva.
Jesús continúa hablando de fecundidad.
La respuesta a al mensaje de amor de Jesús el amor crea el ambiente propicio
para el desarrollo de los miembros de la comunidad. Y se hace colaborador en la tarea de los
suyos, sin límite alguno, lo que deseéis.
La sintonía con Jesús, creada por el
compromiso en favor del hombre, establece su colaboración activa con los suyos.
Pedir significa afirmar la unión con
Jesús y reconocer que la fuerza de la vida procede de él. La gloria, es decir, el amor del Padre, se manifiesta en la
actividad de los discípulos, que trabajan en favor de los hombres.
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