MARTES, 1 DE MAYO
Juan
14,27-31
27La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da
el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28Me
habéis oído decir: Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais, os
alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. 29Os
lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 30Ya
no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es
que él tenga poder sobre mí, 31pero es necesario que el mundo
comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo.
Levantaos, vámonos de aquí.
COMENTARIO
Desear la paz era el saludo
ordinario al llegar y al despedirse. La despedida y el saludo de Jesús no son,
como los ordinarios, triviales. Tampoco se despide como todos, pues, aunque se
va, no va a estar ausente. Ir al Padre,
aunque sea a través de la muerte, no es una tragedia, puesto que su muerte va a
ser la manifestación suprema del amor del Padre.
El Padre es más que
Jesús:
·
En
él Jesús tiene su origen.
·
El
Padre lo ha consagrado y enviado.
·
Todo
lo que tiene procede del Padre.
Jesús había predicho
la traición que lo llevaría a la muerte (13,19); ahora predice los efectos de
ésta: el triunfo de la vida. La marcha es inminente.
El príncipe de este
mundo es
la encarnación del poder opresor.
Jesús no está en absoluto sometido a ese poder, ni este puede pretender
autoridad sobre él ni tiene derecho a detenerlo y condenarlo. Pero va a aceptar
el enfrentamiento para mostrar a la humanidad su amor al Padre llevando a cabo
su obra a costa de su propia vida.
La muerte de Jesús
puede ser ocasión para mostrar a todos de la autenticidad de su mensaje y de su
fidelidad al que lo envió.
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