domingo, 29 de abril de 2018

SEMANA V DE PASCUA

MARTES, 1 DE MAYO

Juan 14,27-31
27La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde. 28Me habéis oído decir: Me voy y vuelvo a vuestro lado. Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es mayor que yo. 29Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. 30Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el príncipe de este mundo; no es que él tenga poder sobre mí, 31pero es necesario que el mundo comprenda que yo amo al Padre, y que, como el Padre me ha ordenado, así actúo. Levantaos, vámonos de aquí.

COMENTARIO
Desear la paz era el saludo ordinario al llegar y al des­pedirse. La despedida y el saludo de Jesús no son, como los ordinarios, triviales. Tampoco se despide como todos, pues, aunque se va, no va a estar ausente. Ir al Padre, aunque sea a través de la muerte, no es una tragedia, puesto que su muerte va a ser la manifestación suprema del amor del Padre.
El Padre es más que Jesús:
·         En él Jesús tiene su origen.
·         El Padre lo ha consagrado y enviado. 
·         Todo lo que tiene procede del Padre.

Jesús había predicho la traición que lo llevaría a la muerte (13,19); ahora predice los efectos de ésta: el triunfo de la vida. La marcha es in­minente.
El príncipe de este mundo es la encarnación del poder opresor. Jesús no está en absoluto sometido a ese poder, ni este puede pretender autoridad sobre él ni tiene derecho a detenerlo y condenarlo. Pero va a acep­tar el enfrentamiento para mostrar a la humanidad su amor al Padre llevando a cabo su obra a costa de su propia vida.

La muerte de Jesús puede ser ocasión para mostrar a todos de la autenticidad de su mensaje y de su fidelidad al que lo envió. 


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