VIERNES, 4 DE MAYO
Juan
15,12-17
12Este es mi mandamiento: que os améis unos a otro como yo
os he amado. 13Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por
sus amigos. 14Vosotros sois mis amigo si hacéis lo que yo os mando. 15Ya
no os llamo siervo: porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros
os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
16No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he
elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto
permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé 17Esto
os mando: que os améis unos a otros.
COMENTARIO
Este
es mi mandamiento: que os améis unos a otro como yo os he amado. El mandamiento que constituye la
comunidad y le da su identidad, es, al mismo tiempo, el fundamento de la
misión. No se puede proclamar el mensaje del amor si no es apoyado en su
experiencia. Y donde no existe comunidad de amor mutuo como alternativa a la
sociedad injusta, no puede haber misión.
Señala Jesús cuál es la cima del amor
a los amigos, dar la propia vida por
ellos. A continuación explica la
confianza en él en términos de amistad. La amistad nace de la comunidad de la
persona con Jesús y de la común vivencia de entrega, efectos de que el Espíritu
habita en la comunidad. En als personas que la forman.
El amor mutuo hace hijos de Dios y da
a los discípulos la característica de Jesús. Por eso requiere Jesús que la
relación entre los suyos y él se conciba como amistad. Siendo el centro del
grupo, no se coloca por encima de él; se hace compañero de los suyos en la
tarea común. La igualdad y el afecto crean la libertad. La comunicación de
vida no produce subordinación, sino compenetración e intimidad.
La diferencia entre el siervo y el amigo estriba en la
ausencia o presencia de la confianza. Jesús, que va a morir por los suyos, no
tiene secretos para ellos. Lo que ha oído del Padre y les ha comunicado por
entero es el proyecto de Dios sobre el ser humano y los medios para realizarlo.
La relación entre amigos no es ya la de maestro y discípulo. Ha terminado el
aprendizaje. Jesús se lo ha comunicado todo a ellos. No se reserva ninguna
doctrina, no imparte ninguna enseñanza esotérica ni forma ningún círculo
privilegiado.
Las palabras de Jesús se refieren a
todos los discípulos de todos los tiempos.
En cierto modo, él ha elegido a la
humanidad entera, pues ha venido a que el mundo por él se salve (Jn 3,17).
Estas palabras expresan la experiencia de cada cristiano, pues, aun siendo
consciente de su opción libre por Jesús, sabe que no puede atribuir sólo a su
iniciativa la condición de miembro de la nueva comunidad. Había un amor
precedente, en cuyo ámbito él ha entrado. Esta conciencia funda la acción de
gracias.
Jesús elige personas para la misión.
Los discípulos son colaboradores suyos. No los admite ni los envía en
condiciones de inferioridad, sino en el plano de la amistad y de la
cooperación.
Los discípulos han de recorrer, en
medio de la humanidad, su camino hacia el Padre, el de su entrega a los demás.
Harán realidad el propósito de Jesús: llevar a su fin la creación del hombre,
hacer personas adultas, libres y responsables, animados por su mismo Espíritu.
A través de ellos se irá realizando la salvación.
La labor de los suyos tiene un efecto duradero que va cambiando la sociedad, vuestro fruto permanezca. La eficacia de
la tarea no se mide tanto por su extensión como por su profundidad, de la que
depende la duración del fruto.
La dedicación a realizar las obras de
Dios, que es la sustancia de la misión, pone a disposición de los discípulos
la fuerza del Padre.
Jesús repite su mandamiento (v. 12),
enuncia la condición para estar vinculados a él y producir fruto. La repetición
es, al mismo tiempo, un aviso: si no existe esta calidad de amor, falta lo
esencial.
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