domingo, 6 de mayo de 2018

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DOMINGO VII

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN


Marcos 16,15-20

1.      TEXTO
15Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. 16El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado. 17A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, 18cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.
19Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios. 20Ellos se fueron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

2.      COMENTARIO
Jesús se despide de los discípulos definitivamente con un encargo: Id al mundo entero a proclamar el evangelio por todas partes. De ahora en adelante no deberán limitarse al pueblo judío. El mensaje de Jesús es universal. Ya no hay un pueblo elegido, sino que es toda la humanidad la elegida y destinada a experimentar la salvación de Dios.
Además, no habrá lugar donde no se deba anunciar este mensaje de Resurrección y vida de Jesús: hay que proclamarlo a toda la creación. Ningún rincón de la tierra, ningún grupo de personas, ni nada de la persona estará excluido del Reino. Jesús ha venido para que no haya excluidos del pueblo ni pueblos excluidos.
Serán discípulos quienes anuncien la propuesta de la conversión, cambien de mentey se sumerjan en las aguas de la muerte, bautizarse, para llegar a la orilla de una comunidad donde todos entienden a Dios como Padre y se consideran hermanos unos de otros, libres e iguales para amar.
Para ello cuentan (los discípulos de entonces y de ahora) con la ayuda de Jesús, cuyos signos de poder les acompañarán:
·         Podrán arrojar los demonios de las falsas ideologías que no conducen a la felicidad.
·         Serán capaces de comunicar el mensaje de amor a todos, hablando lenguas nuevas.
·         El maligno no tendrá poder sobre ellos -ni las serpientes ni el veneno les harán daño-. Pasarán por la vida remediando el dolor humano.
Este es el mensaje definitivo de Jesús.
Desde que Jesús se bautizó en el Jordán, sabemos que Dios no habita ya en lo alto del cielo, sino que anida en lo profundo del ser humano, convertido en el nido y templo de un Dios, antes llamado altísimo, pero a quien Jesús nos enseñó a llamar Padre, con lo que evoca esta palabra de entrega, amor y comunicación de vida.

No perdamos de vista que la celebración de esta solemnidad es un desdoblamiento de la Resurrección. No es que Jesús resucite y se pase 40 días divagando entre el cielo y la tierra esperando "subir al cielo en la Ascensión". No. Todo sucede en el mismo "día". La Resurrección conlleva la Ascensión. Es la dificultad de nuestro lenguaje para expresar este misterio más allá del tiempo y del espacio, coordenadas de las que no podemos evadirnos. La Resurrección es la nueva vida en Dios, la plenitud de la humanidad en Dios. Nosotros lo que hacemos es celebrar este misterio a cámara lenta, desplegando los momentos, para poder penetrar en el sentido de lo que es el destino del ser humano, el mismo que el de Cristo.

La Ascensión al cielo expresa la exaltación de Jesús a la derecha del Padre, que significa que Jesús es Dios, Dios es como Jesús. Y, al mismo tiempo, indica el inicio de una nueva época en la que el grupo de los seguidores de Jesús, la Iglesia, ha de continuar su obra. Así llegará a su plenitud el Reino anunciado por Jesús bajo la acción del Espíritu Santo, que el Señor exaltado envía a los suyos desde el seno del Padre.

3.      PARA LA ORACIÓN
Te vas pero te quedas,
estás pero no te veo,
siento tu presencia pero estás ausente,
es la paradoja de la fe.
Me produces certeza y me creas inseguridad,
sé que estás pero tengo miedo,
sé que existes pero dudo,
que me amas pero desconfío.

Quiero el ayer, el hoy y el mañana,
todo junto, a la vez.
No quiero que se pase este momento de encuentro,
de oración, de relación,
pero sé que acabará y volveré a la soledad.

Sé que estás en el cielo, y aquí en la tierra,
con tu Padre y en mí,
sé que eres Dios y hombre,
sé que te has quedado con nosotros
pero pareces tan ausente.
¡Señor, auméntanos la fe!

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