DOMINGO VII
SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN
Marcos
16,15-20
1.
TEXTO
15Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el
Evangelio a toda la creación. 16El que crea y sea bautizado se
salvará; el que no crea será condenado. 17A los que crean, les
acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas
nuevas, 18cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno
mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.
19Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado
al cielo y se sentó a la derecha de Dios. 20Ellos se fueron a
predicar por todas partes y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las
señales que los acompañaban.
2.
COMENTARIO
Jesús se despide de los
discípulos definitivamente con un encargo: Id
al mundo entero a proclamar el evangelio por todas partes. De ahora en
adelante no deberán limitarse al pueblo judío. El mensaje de Jesús es universal.
Ya no hay un pueblo elegido, sino que es toda la humanidad la elegida y
destinada a experimentar la salvación de Dios.
Además, no habrá lugar
donde no se deba anunciar este mensaje de Resurrección y vida de Jesús: hay que
proclamarlo a toda la creación. Ningún
rincón de la tierra, ningún grupo de personas, ni nada de la persona estará
excluido del Reino. Jesús ha venido para que no haya excluidos del pueblo ni
pueblos excluidos.
Serán discípulos quienes
anuncien la propuesta de la conversión,
cambien de mentey se sumerjan en las aguas de la muerte, bautizarse, para llegar a la orilla de una comunidad donde todos
entienden a Dios como Padre y se consideran hermanos unos de otros, libres e
iguales para amar.
Para ello cuentan (los
discípulos de entonces y de ahora) con la ayuda de Jesús, cuyos signos de poder
les acompañarán:
·
Podrán arrojar los demonios
de las falsas ideologías que no conducen a la felicidad.
·
Serán capaces de comunicar el mensaje de amor a todos, hablando lenguas nuevas.
·
El
maligno no tendrá poder sobre ellos -ni las serpientes ni el veneno les harán
daño-. Pasarán por la vida remediando el dolor humano.
Este es el mensaje
definitivo de Jesús.
Desde que Jesús se bautizó
en el Jordán, sabemos que Dios no habita ya en lo alto del cielo, sino que
anida en lo profundo del ser humano, convertido en el nido y templo de un Dios,
antes llamado altísimo, pero a quien
Jesús nos enseñó a llamar Padre, con
lo que evoca esta palabra de entrega, amor y comunicación de vida.
No perdamos de vista que la
celebración de esta solemnidad es un desdoblamiento de la Resurrección. No es
que Jesús resucite y se pase 40 días divagando entre el cielo y la tierra
esperando "subir al cielo en la Ascensión". No. Todo sucede en el
mismo "día". La Resurrección
conlleva la Ascensión. Es la dificultad de nuestro lenguaje para expresar
este misterio más allá del tiempo y del espacio, coordenadas de las que no
podemos evadirnos. La Resurrección es la nueva vida en Dios, la plenitud de la
humanidad en Dios. Nosotros lo que hacemos es celebrar este misterio a cámara
lenta, desplegando los momentos, para poder penetrar en el sentido de lo que es
el destino del ser humano, el mismo que el de Cristo.
La Ascensión al cielo expresa
la exaltación de Jesús a la derecha del
Padre, que significa que Jesús es Dios, Dios es como Jesús. Y, al mismo
tiempo, indica el inicio de una nueva época en la que el grupo de los
seguidores de Jesús, la Iglesia, ha de continuar su obra. Así llegará a su
plenitud el Reino anunciado por Jesús bajo la acción del Espíritu Santo, que el
Señor exaltado envía a los suyos desde el seno del Padre.
3. PARA LA ORACIÓN
Te
vas pero te quedas,
estás
pero no te veo,
siento
tu presencia pero estás ausente,
es
la paradoja de la fe.
Me
produces certeza y me creas inseguridad,
sé
que estás pero tengo miedo,
sé
que existes pero dudo,
que
me amas pero desconfío.
Quiero
el ayer, el hoy y el mañana,
todo
junto, a la vez.
No
quiero que se pase este momento de encuentro,
de
oración, de relación,
pero
sé que acabará y volveré a la soledad.
Sé
que estás en el cielo, y aquí en la tierra,
con
tu Padre y en mí,
sé
que eres Dios y hombre,
sé
que te has quedado con nosotros
pero
pareces tan ausente.
¡Señor,
auméntanos la fe!
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