DÍA 1 DE ENERO, SANTA MARÍA MADRE DE DIOS
Lucas 2, 16-21
16Los
pastores fueron corriendo y encontraron a María y a José, y al niño acostado en
el pesebre.
17Al
verlo, contaron lo que les habían dicho de aquel niño. 18Todos los
que lo oían se admiraban de lo que les decían los pastores. 19Y María
conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20Los
pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que habían visto y
oído; todo como les habían dicho.
21Al cumplirse los ocho días, tocaba circuncidar al niño, y
le pusieron por nombre Jesús, como lo había llamado el ángel antes de su
concepción.
CONVICCIONES DE AÑO NUEVO
Siguiendo
el mandato de los ángeles la noche del nacimiento de Jesús, los pastores se
acercan a Belén y encuentran a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Encuentran a un padre, una madre y a un niño. Es decir, lo
encuentran todo normal. Jesús nace como cualquier niño que nacía en aquellos
tiempos en Israel. ¿Qué hay de especial? Nada. Ni de espectacular, ni de
grandioso, ni de extraordinario. Todo sucede con la más absoluta sencillez y
humildad. Y es que, al comenzar un año nuevo, una primera convicción que podemos observar es que a Dios lo
encontramos en lo ordinario de nuestra vida, en lo rutinario, en el día a día.
No busquemos a Dios donde no está y aprendamos de este relato evangélico la
humanidad de Dios.
Ante todo lo que estaba ocurriendo, el evangelista nos dice que María conservaba todas estas cosas,
meditándolas en su corazón. El verbo meditar en griego se dice “symballo”, (de
donde viene la palabra “símbolo”) que significa juntar, reunir las piezas del puzle
que ayudan a encontrar sentido a los acontecimientos de la vida. María no entiende muy bien qué está pasando
pero no rechaza, sino que conserva y medita todas estas cosas en su corazón. Ya
había comenzado en la experiencia de la Anunciación el peregrinaje de la fe.
Ahora, María se encuentra ante otro episodio que es preciso aceptar,
comprender, interpretar desde la fe para buscar el sentido profundo de lo que
sucede. Tenemos aquí una segunda convicción
para este nuevo año: interpretar la realidad con los ojos de la fe, lo cual lleva
a descubrir al Dios de las sorpresas. Dios siempre es más grande que nuestras
expectativas, nuestras ideas, nuestra mentalidad. Lo cual es una provocación
para convertirnos y cambiar la mentalidad.
Una tercera convicción
es vivir dejándonos sorprender por lo que sucede. En todo el relato, los pastores aparecen como protagonistas. A nosotros
nos puede parecer hasta normal. Pero en aquellos tiempos, y según la mentalidad
popular, cuando viniera el Mesías con los primeros que iba a terminar y
fulminar con su rayo de poder era a los pastores por impuros, a-religiosos, y ahora
se han convertido en los primeros que han descubierto al Mesías: Hoy en la ciudad de Belén os ha nacido un
Salvador: el Mesías, el Señor. “Pero, ¿no iba a acabar con todos nosotros cuando
apareciera el Mesías en todo su esplendor y gloria?”. Pues no. El Mesías no es
como nos enseñaron en las tradiciones del pueblo o en las sinagogas.
María y José cumplen con el rito de la circuncisión. La circuncisión es el signo de la alabanza y de
la pertenencia al pueblo de Dios. Jesús queda marcado por la señal de la Alianza.
A través de la circuncisión queda incorporado oficialmente al pueblo de Israel.
Jesús, “Dios salva”, expresa la
identidad y la misión de este niño, de su vida. Jesús es hijo del pueblo judío,
pero al final va a morir como excluido, excomulgado del pueblo y de su dios. De aquí extraemos una cuarta convicción: hay
que tener en cuenta las situaciones desde su inicio hasta su final. Sabiendo,
que más allá de las apariencias, Dios siempre nos acompaña a lo largo de
nuestra vida, más allá de los aparentes fracasos, rechazos, frustraciones, adversidades.
Esto es importante tenerlo en cuenta pues por mucho que queramos controlar las
cosas que nos sucedan a lo largo de este año, ¿Cuántas situaciones nos sobrepasaran,
nos sorprenderán, positiva o negativamente? El Dios de Jesús está en nuestro
caminar.
ORAR
CON LOS PASTORES
Como los pastores deseo ir corriendo
a vuestro encuentro, familia de Belén,
Como los pastores quiero ver al niño,
a su padre,
a su madre,
Deseo encontrarme con vosotros,
humanos como yo,
divinos como Dios,
y en la humanidad hacer
posible el encuentro.
Yo también quiero sentir la ternura del niño,
la feminidad de María,
la humanidad de José,
la humildad del pesebre,
la luz en medio de la noche,
la presencia de los excluidos de la religión,
la compañía de los marginados.
Quiero correr a vuestro encuentro desde mis exclusiones y
marginaciones,
presentarme ante vosotros con lo que soy,
con lo que no soy ni nunca seré,
con mis aspiraciones frustradas,
con mis expectativas irreales,
con mis apegos insatisfechos,
con mis aburrimientos a cuestas,
con mis silencios insoportables,
con mi afectividad insatisfecha,
con mis deseos frustrados.
Quiero correr hacia el que es la Luz,
y dejarme iluminar y abrasar.
María enséñame a guardar y conservar las cosas en el cofre del
corazón,
enséñame a acoger lo que pasa
y juntar las piezas de este puzle tan desordenado
que a veces es mi vida.
Como tú quiero conservar estas cosas
en la confianza del Padre,
en un corazón humano como el tuyo,
en las dudas de quién no acaba de comprender,
en la incertidumbre de que será o no será,
en la indiferencia de la soledad,
en la incomprensión del misterio.
Jose y María, solo os pido poder contemplar a vuestro hijo
Dejando que el ilumine mi vida,
caliente mis inviernos,
aliente mi pesada mochila vital.
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