domingo, 6 de enero de 2019

TIEMPO DE NAVIDAD 

MARTES, 8 DE ENERO


Marcos 6,34-44
34Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.
35Cuando se hizo tarde se acercaron sus discípulos a decirle: Estamos en despoblado y ya es muy tarde. 36Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor y se compren de comer. 37El les replicó: Dadles vosotros de comer.
Ellos le preguntaron: ¿Vamos a ir a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer? 38Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Cuando lo averiguaron le dijeron: Cinco y dos peces. 39Él les mandó que la gente se recostara sobre la hierba verde en grupos. 40Ellos se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta. 41Y tomando los cinco panes y los dos peces, alzando la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran. Y repartió entre todos los dos peces. 42Comieron todos y se saciaron, 43y recogieron las sobras: doce cestos de pan y de peces. 44Los que comieron eran cinco mil hombres.

1.    COMENTARIO
El propósito de Jesús se frustra de nuevo por la presencia de la multitud que lo espera: no podrá instruir en particular a sus discípulos, quienes, por tanto, seguirán apegados a su ideal de renovación de Israel. La gran multitud está formada por los muchos que fueron por tierra a este lugar desde todos los pueblos para encontrarse con el grupo. Continúa la reacción popular favorable a la actividad de los Doce.
Los discípulos, por el momento, desaparecen de la escena. Jesús se da cuenta de la presencia y situación de la multitud, y esta provoca en él el mismo sentimiento, se compadeció, que tuvo al encontrarse con el leproso 1,41: es la reacción propia del amor tierno ante la miseria y la desgracia, sentimiento atribuido a Dios en el AT y en el judaísmo. Lo que conmueve a Jesús es que la multitud estaba como ovejas sin pastor Ez 34,8.31, abandonada por los dirigentes, desorientada, sin un sentido para su vida. El mensaje de la restauración de Israel propuesto por los Doce la ha atraído y ha pensado que los discípulos serían sus pastores. Pero la propuesta de los Doce no conduce a nada, no es una orientación para el pueblo.
Jesús asume el papel de pastor de Israel, y su primer objetivo es dar alimento a las ovejas. El doble sentido del pan, enseñanza y comida, va a ser el tema del episodio. Como en una ocasión anterior Mc 2,2-3ss, Marcos no expone conceptualmente el contenido de la enseñanza, sino que lo explica por medio de la acción de Jesús.
Orientar a la gente no es cosa simple, son muchos los puntos que hay que tocar y enderezar. Jesús habla ahora sin parábolas, abiertamente, para neutralizar la enseñanza de los Doce y el adoctrinamiento que la multitud ha recibido en las sinagogas.

Es tanto lo que Jesús tiene que enseñar a la gente, que el tiempo no cuenta, se había hecho tarde. Los discípulos se acercan, implicando que han estado lejos de Jesús, e interrumpen la enseñanza. No preguntan a Jesús qué planes tiene, le dictan lo que tiene que hacer, despídelos; no sienten solidaridad alguna con la multitud, y despedirla significa desentenderse del problema que esta tiene. No se ofrecen para ayudar en nada. Piensan, como todos, que cada uno debe proveer para sí mismo, por medio del dinero, se compren.

Jesús les hace una inesperada contrapropuesta: opone dar, la generosidad y solidaridad, dadles vosotros de comer, a comprar cada uno por su cuenta; los discípulos tienen que contribuir a solucionar el problema. La característica del seguidor de Jesús es el don de sí mismo a los demás y el primer paso de esta entrega es saber compartir lo que se tiene. Ellos interpretan la propuesta de Jesús sin salir de sus categorías: insisten en comprar y quieren mostrar a Jesús la imposibilidad de lo que propone, doscientos denarios de plata. Cuando Jesús los envió tenían que haber vivido de la solidaridad ajena, pero no lo practicaron ni han aprendido la lección.

Con su pregunta, ¿Cuántos panes tenéis?, Jesús los apremia. Ellos, por su parte, no saben siquiera de qué pueden disponer ni qué tienen que ofrecer. Encuentran que tienen cinco panes: el número cinco es el de los libros de la Ley de Moisés: sin que se hayan dado cuenta, lo que ellos podrían ofrecer no es más que lo antiguo, pues no han asimilado la novedad del mensaje de Jesús. Tienen además dos peces. La suma de cinco más dos da el número siete, que expresa la totalidad de lo que posee el grupo.

En el primer éxodo Dios alimentó a Israel en el desierto Ex 16, en el éxodo definitivo Jesús va a alimentar a la multitud judía en el lugar desierto, despoblado. Comer recostados era propio de hombres libres; los discípulos deben hacer que la gente se recueste en la hierba; por medio de ellos, Jesús estimula a todos a la libertad, requisito indispensable para el desarrollo humano. Aunque es incongruente con el lugar desierto, Mc menciona la hierba verde, que alude al Pastor de Israel Sal 22,2: en verdes praderas me hace recostar, y promesa de bendición y abundancia.

Jesús ha dicho que formen corros, es decir, grupos de amigos e iguales, sin número fijo de personas ni nadie que presida. La gente, en cambio, forma por su cuenta cuadros de ciento y de cincuenta, que recuerdan la organización establecida por Moisés para administrar justicia Ex 18, 21-25: esperan ser gobernados por los discípulos, a una invitación a la libertad responden con un gesto de sumisión; eligen la dependencia, dejan la responsabilidad en manos de otros.

Jesús toma la iniciativa: va a utilizar la totalidad del alimento de que dispone el grupo (cinco más dos). A partir de los cinco panes, en número igual al de los libros de la Ley, va a exponer el nuevo mensaje: la Ley queda sustituida por el Espíritu.
Al alzar la mirada al cielo vincula el alimento con Dios; pronunciar una bendición significa alabar a Dios y darle gracias por ese alimento, reconociendo que es don suyo a los hombres. De este modo muestra Jesús que lo que pertenece a los discípulos debe estar disponible: la generosidad de Dios debe alcanzar a todos, sin ser bloqueada por el egoísmo.
Encarga a los discípulos que sirvan el pan y los peces; han de estar en la comunidad como servidores, no como jefes. Jesús no les confiere un poder, sino que les confía un servicio. Los jefes que ayudaban a Moisés recibieron parte de su espíritu para ejercer su autoridad; el Espíritu que Jesús infunde lleva a darse a los demás para comunicar vida (alimento). Los discípulos, que poseían el pan y los peces, deben ahora repartirlos ellos mismos a la gente. Con su servicio transmiten la generosidad y el amor de Dios creador y dador de vida.
Los que la multitud consideraba sus jefes se comportan como servidores; esto permite a la gente comprender el mensaje de la libertad, de la igualdad y de la entrega. Así comprenden también que Jesús no es un nuevo Moisés y que no viene a restaurar el antiguo Israel. Es el momento de la conversión.

El alimento que Dios da a través de la solidaridad humana no excluye a ninguno, comieron todos, y cubre plenamente la necesidad y satisface toda aspiración humana, hasta saciarse. La multitud ha aceptado el alimento y, con él, el mensaje de la solidaridad y la entrega, que encamina hacia la plenitud.

La misma multitud recoge las sobras de pan y pescado; no se guarda cada uno lo que le ha sobrado, sino que lo pone en común. Los doce cestos indican que el destinatario es Israel. La multitud ha comprendido el mensaje de la solidaridad y se compromete a llevarlo a efecto. Los trozos permiten un nuevo reparto: no hace falta el milagro diario del maná; tras el ejemplo de Jesús, bastará que los hombres continúen compartiendo.

Recoger los trozos significa también que la multitud no quiere desperdiciar nada del mensaje de Jesús, que lo acepta plenamente. Los cestos están llenos: plenitud y abundancia Ex 16,12-18. Los bienes creados, si no se acaparasen, bastarían sobradamente para alimentar a Israel, doce cestos. Es la alternativa del Mesías para este pueblo.
No hay protagonismo de Jesús, Todo sucede con plena naturalidad; parece que no ha ocurrido nada; no hay reacción de admiración o alabanza por parte de la multitud: a medida que se reparte el alimento y se acepta, se multiplica; a medida que se comparte, va sobrando. El amor de Dios y de todos sigue comunicándose a menos que el egoísmo humano cree una barrera.

Los que comieron los panes eran cinco mil hombres adultos. El número cinco mil de los que comieron es múltiplo de cinco (número de panes y de libros de Moisés) y de cincuenta (número de miembros de una comunidad de profetas: 1 Re 18,4.17; 2 Re 2,7.15-17). Con esta doble correspondencia indica Mc que la Ley queda sustituida por el Espíritu. El espíritu de Moisés se comunicó a los jefes Núm 11,26; el de Jesús, a todo el que responda a su invitación.
De este modo, con el número cinco mil señala Mc que la multitud se ha convertido en una multiplicidad de comunidades proféticas, que se caracterizan por compartir el pan. El Espíritu-amor ha entrado en ellos al aceptar el pan-amor. Los que antes eran multitud se designan ahora como hombres adultos, como en los pasajes antes citados 1 Re 18,4.13; 2 Re 2,7.16 se llamaba a los miembros de los grupos proféticos: se subraya así la individualidad y el desarrollo personal; la obra del Espíritu en el ser humano: la madurez, umbral de la plenitud.

De los símbolos y figuras utilizados por Mc aparece claramente el programa mesiánico de Jesús, su obra con los hombres: ruptura con los valores de la sociedad injusta (lugar desierto), libertad (recostados), promesa de abundancia (la hierba verde), amistad y solidaridad que forman la nueva comunidad humana (corros); a través de los que lo siguen les da la experiencia del amor de Dios que da vida (reparto del pan); los que aceptan ese amor, que es el Espíritu, lo reciben; el Espíritu lleva al ser humano a su pleno desarrollo (hombres adultos) y crea comunidades proféticas (cinco mil). El pan/alimento, factor de vida, se hace así símbolo que alcanza a todos los niveles de la vida humana, desde el elemental de conservar la vida física, sacando de la necesidad y el hambre, hasta la plenitud de vida (se saciaron), obra del Espíritu que el pan-mensaje transmite.

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