jueves, 3 de enero de 2019

TIEMPO DE NAVIDAD

MIÉRCOLES, 2 DE ENERO


Juan 1,19-28
19Y este es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan a que le preguntaran: ¿Tú quién eres? 20Él confesó y no negó; confesó: Yo no soy el Mesías. 21 Le preguntaron: ¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías? Él dijo: No lo soy. ¿Eres tú el Profeta? Respondió: No. 22Y le dijeron: ¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?
23Él contestó: Yo soy la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías. 24Entre los enviados había fariseos 25y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?
26Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, 27el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. 28Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

1.    COMENTARIO
A Juan Bautista le mandan desde Jerusalén una comisión de sacerdotes y levitas; estos desempeñan la función de vigilantes y guardias. Son la policía religiosa que se extendía por Judea. Tenían por misión practicar detenciones y ejecutar algunas penas.
Si le mandan una patrulla policial es que su actuación provocaba sospechas:
·         Pero si su misión es ser testigo de la luz (despertar en el hombre el deseo y la esperanza de la vida plena preparando la llegada del que es la luz de la vida).
·         Y esta actitud provoca sospecha, es que las autoridades están en la zona de las tinieblas; en lugar de apoyar, mandan a una patrulla, son recelosos, agentes de muerte. De hecho Juan tendrá que cambiar de lugar, acabará en la cárcel y lo matarán.

El interrogatorio es autoritario, sin cortesía; con una pregunta cauta, no atribuye a Juan ningún papel, que él declarase sus intenciones: ¿Quién eres?
Juan conociendo su intención contesta con una negativa muy concreta: No soy el Mesías. La presencia de levitas indica que declararse Mesías le habrían arrestado al momento ya que esa declaración, según la mentalidad de entonces, iba abiertamente contra las autoridades, pues uno de los principales cometidos del Mesías era la reforma de las instituciones y la deposición de la jerarquía considerada corrupta. Sin duda habría quien lo consideraba como tal, pero él negó serlo. (No soy el Mesías=no soy la luz).
A este no soy de Juan se corresponde el yo soy de Jesús (tanto las frases de Juan que comienzan con este es… como las de Jesús comienzan con yo soy... explican aspectos de la persona y misión de Jesús como Mesías. 

Ante la desorientación, le van a lanzar otras preguntas, a cada una de las cuales contesta con negativas cada vez más cortas, terminando con un escueto no lo soy que bloquee el diálogo:
·         Según Malaquías 3,22ss, Elías debía preparar la venida del Mesías: recordad la ley de Moisés…os enviaré a Elías.
·         Según la mentalidad de la época se asociaba la vuelta de Elías con la fidelidad a la Ley mosaica como preparación para la llegada del Mesías.
Juan ha venido a avivar el deseo de vida y luz que subyace en el hombre y que se opone a la pretendida luz de la ley. Para los judíos la ley es la luz, la luz de la ley que ilumina los pasos del hombre.
No lo soy quiere decir no me identifico con él. Fuera de este caso, Elías no parece nunca en este evangelio.

Alude a Deuteronomio 18,15. La promesa se refiere a la sucesión de los profetas después de Moisés, pero llegó a interpretarse de un segundo Moisés que aparecería al final de los tiempos. Está en la línea con el pasado de Moisés, por lo tanto, Juan no puede menos que volver a rechazar, no se siente identificado. Él anuncia la presencia de la novedad, no hay lugar para el profeta que mira al pasado.
Es el precursor de un Mesías diferente del que esperaban, luego no se identifica con los que se esperaban, ni con Moisés ni con Elías, símbolos de la antigua Alianza, sino en otra línea.
Acabado el interrogatorio sin sacar nada, vuelven a la pregunta inicial: ¿Quién eres?

Juan no puede identificarse con Elías; es precursor del Mesías que funda una nueva Alianza, no puede estar de parte de la antigua.
La voz es decir el envoltorio de las palabras, de la Palabra, la que da testimonio de la Palabra (eso somos). La voz supone unos oyentes y lo importante es el contenido. Los únicos oyentes son ellos. El mensaje es para ellos y es una denuncia: rectificad el camino; Dios no es como lo pensabais: 
-          Quitad los obstáculos que habéis puesto. El Señor va a recorrer su camino y lo quiere encontrar libre de obstáculos.
-          Los que han torcido el camino son las autoridades de Jerusalén. Juan desde el desierto tiene este mensaje para ellos.
-          El obstáculo para el éxodo liberador de manera definitiva son ellos.
La apelación de Juan es infructuosa, pues la única voz que ellos escuchan es la de la ley.

Aparecen por primera vez los acérrimos adversarios de Jesús, los fariseos, fieles custodios de la ley que han absolutizado a Moisés. Ni se contentan con la explicación negativa de Juan ni escuchan la denuncia.
Ponen una objeción: ¿por qué bautizas? Es decir, ¿por qué usurpas lo que no te pertenece? Es como si dijeran: si hemos agotado los posibles enviados de Dios y comprendemos que tu bautismo es una ruptura con las instituciones, un cambio de dueño y de lealtad, ¿por qué bautizas?, ¿hacia dónde llevas, hacia quién llevas?

El bautismo simbolizaba purificación (un enfermo curado, unas faltas legales de carácter sexual). El simbolismo es de muerte: sepultar un pasado y pasar a una vida diferente; por ejemplo, para un esclavo pasar de esclavo a libre había un bautismo. Era una manera de expresar un cambio de lealtad, de dueño.

Juan responde: Hacia Otro que está en medio de vosotros, que no conocéis, que no soy digno de desatarle las sandalias, (era el signo de ley del levirato; el gesto de quitar la sandalia significaba apropiarse del derecho de esposo, Rut 3,5-11, si el esposo auténtico renunciaba a fecundar, perdería su derecho y le desataban las sandalias, el que se lo desataba adquiría el derecho), está mucho más allá de los criterios y de la expectación mesiánica judía.
El bautismo de Juan es solo de agua: elemento natural, perteneciente al mundo físico, símbolo de la muerte y de la vida.
El bautismo de Aquel que viene es del Espíritu: realidad nueva, pertenece al interior, realiza la transformación personal y comunitaria. Ya está y no lo van a conocer ni ahora ni nunca Jn 8,19, porque la ley es ciega, no rectifican el camino y, por tanto, no nacen de nuevo.
Es el esposo de la Nueva Alianza. El bautismo de Juan es de preparación (cambio de dueño) de la esposa/pueblo al que la Ley muerta, representada por las autoridades, no le ha dado hijos. La esposa viene a Juan Bautista, pero el que tiene el derecho de levirato es el Mesías. Juan anuncia el cambio de dueño, del marido estéril y muerto de la ley al esposo/Mesías que viene, que ya está para llevarse a la esposa.
El tema del desposorio comienza desde el primer momento. Su primer signo será una boda que simboliza el cambio de alianza (relato de las bodas de Caná)

No hay ninguna Betania al otro lado del Jordán. Nunca ha existido una ciudad con ese nombre, por eso, ya Orígenes en el s.III propuso leer Betabar (el lugar del paso), apenas atestiguada, ante la imposibilidad de identificar Betania.
Sin embargo, la localización es de gran importancia en el relato evangélico:
·         Betania, la del otro lado del Monte de los Olivos, el pueblo de Marta, María y Lázaro, está bien localizado. Y en el evangelio de Juan es donde Jesús se retira en la última etapa de su éxodo y donde constituye su comunidad.

·         Betania es el lugar de su comunidad, y la sitúa al final de su éxodo y aparece ahora al principio, justo donde comienza a hacer comunidad, y le añade al otro lado del Jordán, fuera de Judea que llegaba hasta el Jordán, es decir, fuera de las instituciones Judías.

·         La localización de Juan, confirma la interpretación de su bautismo: ruptura con las instituciones y adhesión al libertador que llega. Como un día llego Josué guiando al pueblo, ahora llega Jesús; Josué y Jesús, en hebreo, se escriben igual: el primero cruzó el Jordán, el segundo lo vuelve a cruzar en sentido inverso: fuera de la ley y de la institución. 

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