domingo, 17 de febrero de 2019

SEMANA VI. TIEMPO ORDINARIO

JUEVES, 21 DE FEBRERO


Marcos 8,27-33
27Después Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo? 28Ellos le contestaron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas. 29Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra Pedro le dijo: Tú eres el Mesías. 30Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
31Y empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días. 32Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo. 33Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: ¡Aléjate de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!

COMENTARIO
27Después Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Reaparece el nombre de Jesús, que no se había mencionado desde Mc 6,30, cuando la vuelta de los enviados, lo que sitúa la narración en un terreno más cercano a la historia.
La escena se desarrolla en territorio pagano, donde los discípulos pueden estar más libres de la presión ideológica de su sociedad, en particular de los fariseos, y se plantea en ella la cuestión de la identidad de Jesús.
Las dos preguntas que Jesús hace a los discípulos corresponden a los dos momentos de la curación del ciego (Mc 8,24.27). En primer lugar les pregunta cuál es la opinión de la gente sobre su persona.

28Ellos le contestaron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías, y otros, uno de los profetas.
La gente adicta al sistema judío sigue teniendo las mismas opiniones sobre Jesús que aparecieron después del envío de los discípulos: lo identifican con figuras del pasado, Juan Bautista, Elías, un profeta, con personajes reformistas, pero cuyo mensaje no realiza la expectativa que el pueblo ha ido acumulando a lo largo de su historia. La gente lo juzga positivamente, pero lo que han aprendido del Mesías les impide identificarlo con Jesús. Son gente adoctrinada por la institución judía y su opinión permanece inmóvil. Las señales mesiánicas que Jesús ha dado en los episodios de los panes no han tenido repercusión en ellos.

 29Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy? Tomando la palabra Pedro le dijo: Tú eres el Mesías.
La segunda pregunta de Jesús, la decisiva, pretende averiguar si los discípulos continúan aún en la misma mentalidad de la gente o si han comprendido las señales.
Espera una respuesta distinta de la de la gente común. Pedro, por propia iniciativa, se hace portavoz del grupo. Su respuesta es clara: Tú eres el Mesías.

 30Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto.
Esta declaración, sin embargo, no es aceptada por Jesús: el Mesías, determinado, se identifica con el de la expectación popular nacionalista, en concreto con la del Mesías hijo de David (Mc 12,35-37). Recordemos el título del evangelio, Mc 1,1: Jesús, Mesías Hijo de Dios. Han sobrepasado la opinión popular sobre Jesús y comprenden que inaugura una nueva época: la mesiánica, la del Reinado de Dios. Pero mezclan ese conocimiento con la concepción mesiánica nacionalista; en realidad, a pesar del esfuerzo de Jesús, no acaban de salir de la aldea (Mc 8,26). Por eso Jesús les conmina, como había hecho con los espíritus inmundos que lo habían reconocido como el Consagrado por Dios (1,24) o el Hijo de Dios (3,12), títulos equivalentes al de Mesías.
La declaración que ha hecho Pedro es tan poco aceptable como aquellas y Jesús no quiere que difundan esa opinión sobre él, pues podría suscitar un entusiasmo mesiánico falso.

31Y empezó a instruirlos: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.
La frase empezó a instruirles queda completada por la que sigue al dicho de Jesús: exponía el mensaje abiertamente (v. 32). Son las mismas palabras que abrían y cerraban la enseñanza en parábolas a la multitud. Esta enseñanza muestra que su incomprensión es tal, que se encuentran al nivel de los de fuera (4,11).
El éxito de la persona y del mensaje depende de la calidad de la entrega.
Siendo enseñanza, no se trata de dar mera información, sino de comunicar un saber que el discípulo debe aplicar a su propia vida y conducta. Para aclarar a los discípulos la índole de su mesianismo, Jesús sustituye el término Mesías, perteneciente a la tradición judía, por el Hijo del hombre, de alcance universal, cuyas características han sido ya expuestas en el evangelio (2,10; 2,28):
-          Siendo portador del Espíritu de Dios (1,10), posee la condición divina, cima del desarrollo humano. 
-          Su misión es la de comunicar vida a los hombres, liberándolos de su pasado pecador (2,3-13).
-          Se aplica, por extensión, a los que de él reciben el Espíritu y siguen su camino.
-          Tiene dos fases: padecer-morir y resucitar. Su actividad en favor de los hombres, en particular de los más oprimidos por el sistema religioso judío, suscita inevitablemente, tiene que, la hostilidad de los círculos de poder de ese sistema, que se oponen al desarrollo humano. Por eso:
o   ha de padecer mucho, frase que comprende desde el rechazo inicial por parte de las autoridades; 
o   ser reprobado, hasta su acto final;  
o   ser ejecutado/sufrir la muerte por las tres categorías que componen el Sanedrín judío:
§  senadores, poder económico-político;  
§  sumos sacerdotes, poder religioso-político;
§  letrados, poder ideológico, considerarán intolerable su actividad. Es la reacción inevitable de un sistema social injusto al mensaje de Jesús.
o   Pero la muerte del Hijo del hombre no será definitiva: la vida indestructible del Espíritu triunfará sobre ella, al tercer día resucitar. 

32Se lo explicaba con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo.
Se lo explicaba con toda claridad, como antes a la multitud, pero abiertamente, sin parábolas. La reacción es inmediata: Pedro, que se hace de nuevo portavoz del grupo de discípulos, increpa a Jesús, como antes este había increpado al grupo (8,30), es decir, considera que su concepto de Mesías rechazado y sujeto a la muerte es contrario al plan de Dios. Lo anunciado por Jesús significa para Pedro el fracaso de todas sus aspiraciones. Reafirma su idea de un Mesías poderoso y triunfador.

 33Pero él se volvió y, mirando a los discípulos, increpó a Pedro: ¡Aléjate de mí, Satanás! ¡Tú piensas como los hombres, no como Dios!
Jesús, de cara a sus discípulos, a los que Pedro representa, increpa a su vez a Pedro: lo identifica con Satanás, el tentador, el enemigo del hombre y de Dios. La idea humana/de los hombres es la de la tradición farisea y rabínica, la de los que no ven ni oyen (Mc 8,24.27), opuesta a la de Dios. 
Se enfrentan dos mesianismos:
-          El del Mesías Hijo de Dios, que se entrega por la humanidad.
-          Y el del Mesías hijo/sucesor de David victorioso y restaurador de Israel.
De nuevo se presenta a Jesús la tentación del poder dominador. Esta vez por parte de sus discípulos mismos. Jesús pone en su sitio a Pedro, aléjate, mejor sería “ponte detrás de mí” porque el seguidor pretendía ser seguido por Jesús.

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