domingo, 17 de febrero de 2019

SEMANA VI. TIEMPO ORDINARIO

MIÉRCOLES, 20 DE FEBRERO

Marcos 8,22-26
22Llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase. 23Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? 24Levantando los ojos dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan. 25Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. 26Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.

COMENTARIO
22Llegaron a Betsaida. Y le trajeron a un ciego pidiéndole que lo tocase.
Como en el relato precedente, unos individuos o colaboradores de Jesús le llevan a un hombre ciego, pidiéndole que le tocase, como en el caso del sordo. El ciego, al igual que el sordo, no toma la iniciativa, le traen. Tampoco es Jesús el que se dirige a él, se lo presentan. El ciego es impotente por sí mismo para recobrar la vista. Los que le llevan, piden a Jesús que le toque, que le transmita su fuerza vital.

23Él lo sacó de la aldea, llevándolo de la mano, le untó saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo?
Jesús coge de la mano al ciego y lo saca de la aldea”. Es una expresión que recuerda lo que hizo Dios con su pueblo en la esclavitud de Egipto: lo cogió de la mano y lo sacó de la esclavitud, para conducirlo a la libertad (Jer 38,32). Ahora, Jesús coge al ciego, al oprimido por la mentalidad de la aldea, y lo saca afuera. Es Jesús quien libera de la opresión, de la esclavitud que la aldea causa en los que piensan con la mentalidad de los discípulos.

De nuevo, Jesús aplica la saliva, signo de su Espíritu, en los ojos del ciego para hacer posible la visión. También Jesús le toca con sus manos como signo que sus acciones estén de acuerdo con su mentalidad nueva. Jesús le pregunta: ¿Ves algo? Tiene dudas sobre su visión. Se trata de un proceso.

24Levantando los ojos dijo: Veo hombres, me parecen árboles, pero andan.
El ciego responde que ve los hombres, no con una visión física, sino interna. No solo ve los hombres sino que los percibe como árboles. Del contexto se deduce que, lo que está percibiendo este hombre ciego es que existen hombres que no oyen ni ven, son como árboles, viven anclados en su tradición, son insensibles al sufrimiento humano, siguen en su mentalidad oficial, como los fariseos y los discípulos. Lo único que les distingue de los árboles es que los hombres andan.
Los discípulos no se dan cuenta, no comprenden. Será oportuno, entonces, salir de la aldea, para curar la ceguera que esclaviza, y tomar distancia, reconocer en Jesús al Mesías de Dios. No al que esperaba el pueblo dirigido por los ciegos fariseos.
Por la intervención de Jesús pueden descubrir su error, su ceguera, y empezar a comprender la novedad de Jesús y su mensaje. Puede ser el comienzo de su liberación.
 
25Le puso otra vez las manos en los ojos; el hombre miró: estaba curado y veía todo con claridad. 26Jesús lo mandó a casa diciéndole que no entrase en la aldea.
La segunda aplicación de las manos al ciego, le conduce a una visión con claridad, nítida. Ahora, puede darse cuenta de la realidad. Aplicado a la ceguera de los discípulos, los discípulos pueden ver, percibir el proyecto salvador de Dios y reconocer en Jesús al Mesías. 
 La despedida de Jesús muestra que sigue con sus dudas respecto a la liberación de la ceguera. Le ordena de manera enérgica que no vuelva a entrar en la aldea. Jesús teme que, en cuanto vuelva a respirar el aire de la aldea, vuelva a la mentalidad de la que ha sido liberado. Es decir, Jesús teme por sus discípulos, en cuanto se descuiden volverán a la concepción del mesías todopoderoso, triunfalista y nacionalista.
El proceso continúa: el ciego/discípulos ha descubierto que las tradiciones son cosa de hombres, que son como los árboles, no ven ni oyen; el ciego/discípulos ha comenzado a ver con claridad, a percibir, a intuir el proyecto de Dios, y a Jesús, su Mesías, no al estilo popular, sino al estilo de Dios.

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