LUNES, 1 DE ABRIL
Juan 4,43-54
46Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había
convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo
en Cafarnaún. 47Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea,
fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. 48Jesús
le dijo: Si no veis signos y prodigios, no creéis. 49El funcionario
insiste: Señor, baja antes de que se muera mi niño. 50Jesús le
contesta: Anda, tu hijo vive.
El hombre creyó en la
palabra de Jesús y se puso en camino. 51Iba ya bajando, cuando sus
criados vinieron a su
encuentro diciéndole que su hijo vivía. 52El les preguntó a qué hora
había empezado la mejoría. Y le contestaron: Ayer a la hora séptima lo dejó la
fiebre. 53El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que
Jesús le había dicho: Tu hijo vive. Y creyó él con toda su familia.
54Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a
Galilea.
COMENTARIO
Se trata de un funcionario real, sin nombre, que representa al poder político que ejerce
la autoridad. Las autoridades en Israel, como nos aparecen en los evangelios,
eran la causa de la marginación y exclusión del pueblo por la corrupción
existente. Esto no es obstáculo para acercarse a Jesús.
La
razón por la que se acerca a Jesús es que tenía
un hijo enfermo. Se acerca por necesidad, no por creer en Él. Es una
situación de fragilidad, del eterno conflicto entre vida y muerte.
Todo
esto sucede en Cafarnaúm, la ciudad
más importante de Galilea. Como buen político le pide a Jesús que baje de Caná a Cafarnaúm. Es lo que
tienen los poderosos, con su influencia intentan manipular, convencer a los
demás para ponerlos a su servicio.
El
hijo que estaba muriéndose es figura
de la impotencia del poder político para curar, para salvar. Pide la presencia
y la actuación directa de Jesús y muestra su impotencia ante la enfermedad y la
posibilidad de la muerte.
En su respuesta, Jesús descubre la mentalidad del funcionario y a
los que como él están en el poder, veis…creéis
están plural. Buscan la intervención del Dios todopoderoso que actúa de manera
espectacular, con signos y prodigios,
sometido a los caprichos y necesidades de la persona. Hay además en Jesús
cierto reproche respecto a aquellos, que como el funcionario, solo creen
después del milagro o de la actuación espectacular. El evangelio es al revés:
primero es la fe y luego los signos, que interpretados desde la fe, provocan la
interpretación. Es la fe que “ve” la intervención de Dios en la humanidad al
estilo de la Encarnación, no del espectáculo.
El
funcionario insiste, pero su actitud ha cambiado. Llama a Jesús Señor. Su insistencia ahora es fruto de
la impotencia de su poder ante la debilidad y la muerte de un ser al que llama niño.
Jesús
no necesita bajar a Cafarnaúm. Su palabra no está limitada por el tiempo ni por
el espacio, su palabra engendra vida allí donde sea. Es el padre el que se
tiene que mover, Jesús ya está en movimiento, en éxodo, y salga de su
mentalidad de poder y de su deseo de lo espectacular para salvar. Jesús no
habla de curar la enfermedad sino de vida, tu
hijo vive. La sanación/liberación de Jesús es la vida definitiva, la vida
en plenitud, propia de aquellos que hacen de su vida una entrega con la fuerza
del Espíritu.
El
hombre –sin nombre cree en Jesús, se fía de Jesús más que de su poder, hay
cierta conversión, y se pone en camino. Sale de la mentalidad en la que el
poder es lo que cura o libera.
Por
la situación geográfica descrita, el hombre tenía
que bajar, descender, ponerse a la altura del enfermo. Entonces, los
criados le dan la buena noticia de que su hijo vive. Utilizan la misma expresión que Jesús, pero estos no habían
estado presentes en el encuentro entre el funcionario y Jesús y, sin embargo,
usan el mismo lenguaje. ¿No es ésta la clave de la curación y liberación en la
opción por la entrega y el servicio?
El hombre ha pasado de funcionario real a padre. Y
padre significa hacerse igual al hijo, comunicarle su experiencia. El padre, al
preguntar por la hora de la curación y al escuchar la respuesta de sus siervos,
cae en la cuenta que coincide la hora de la curación con el encuentro de Jesús.
¿A qué hora fue? A la una de la tarde, es decir, a la hora séptima, es la hora de la resurrección, de la vida, de la
comunicación del Espíritu de Jesús que es vida. Jesús muere a la hora sexta, la hora que señala la muerte
de Jesús.
Es todo un proceso el que podemos distinguir varias
etapas: de la necesidad sin fe, pasando por el reconocimiento de la propia
impotencia ante la debilidad. Es preciso la confianza en la palabra de Jesús,
ponerse en camino y reconocer la vida nueva que Jesús comunica para llegar a
creer en Él.
La
primera señal fue en Caná. Esta segunda señal supone la primera, y confirma el
mismo objetivo: manifestar la gloria de Dios, mostrar el amor universal e
incondicional de Dios.
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