domingo, 31 de marzo de 2019

TIEMPO DE CUARESMA. SEMANA IV

LUNES, 1 DE ABRIL 


Juan 4,43-54
46Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. 47Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verlo, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose. 48Jesús le dijo: Si no veis signos y prodigios, no creéis. 49El funcionario insiste: Señor, baja antes de que se muera mi niño. 50Jesús le contesta: Anda, tu hijo vive.
El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. 51Iba ya bajando, cuando sus
criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo vivía. 52El les preguntó a qué hora había empezado la mejoría. Y le contestaron: Ayer a la hora séptima lo dejó la fiebre. 53El padre cayó en la cuenta de que esa era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive. Y creyó él con toda su familia.
54Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.
                                                                    
COMENTARIO
Se trata de un funcionario real, sin nombre, que representa al poder político que ejerce la autoridad. Las autoridades en Israel, como nos aparecen en los evangelios, eran la causa de la marginación y exclusión del pueblo por la corrupción existente. Esto no es obstáculo para acercarse a Jesús.
La razón por la que se acerca a Jesús es que tenía un hijo enfermo. Se acerca por necesidad, no por creer en Él. Es una situación de fragilidad, del eterno conflicto entre vida y muerte.
Todo esto sucede en Cafarnaúm, la ciudad más importante de Galilea. Como buen político le pide a Jesús que baje de Caná a Cafarnaúm. Es lo que tienen los poderosos, con su influencia intentan manipular, convencer a los demás para ponerlos a su servicio.

El hijo que estaba muriéndose es figura de la impotencia del poder político para curar, para salvar. Pide la presencia y la actuación directa de Jesús y muestra su impotencia ante la enfermedad y la posibilidad de la muerte.

En su respuesta, Jesús descubre la mentalidad del funcionario y a los que como él están en el poder, veis…creéis están plural. Buscan la intervención del Dios todopoderoso que actúa de manera espectacular, con signos y prodigios, sometido a los caprichos y necesidades de la persona. Hay además en Jesús cierto reproche respecto a aquellos, que como el funcionario, solo creen después del milagro o de la actuación espectacular. El evangelio es al revés: primero es la fe y luego los signos, que interpretados desde la fe, provocan la interpretación. Es la fe que “ve” la intervención de Dios en la humanidad al estilo de la Encarnación, no del espectáculo.
  
El funcionario insiste, pero su actitud ha cambiado. Llama a Jesús Señor. Su insistencia ahora es fruto de la impotencia de su poder ante la debilidad y la muerte de un ser al que llama niño.

Jesús no necesita bajar a Cafarnaúm. Su palabra no está limitada por el tiempo ni por el espacio, su palabra engendra vida allí donde sea. Es el padre el que se tiene que mover, Jesús ya está en movimiento, en éxodo, y salga de su mentalidad de poder y de su deseo de lo espectacular para salvar. Jesús no habla de curar la enfermedad sino de vida, tu hijo vive. La sanación/liberación de Jesús es la vida definitiva, la vida en plenitud, propia de aquellos que hacen de su vida una entrega con la fuerza del Espíritu.
El hombre –sin nombre cree en Jesús, se fía de Jesús más que de su poder, hay cierta conversión, y se pone en camino. Sale de la mentalidad en la que el poder es lo que cura o libera.

Por la situación geográfica descrita, el hombre tenía que bajar, descender, ponerse a la altura del enfermo. Entonces, los criados le dan la buena noticia de que su hijo vive. Utilizan la misma expresión que Jesús, pero estos no habían estado presentes en el encuentro entre el funcionario y Jesús y, sin embargo, usan el mismo lenguaje. ¿No es ésta la clave de la curación y liberación en la opción por la entrega y el servicio?  
El hombre ha pasado de funcionario real a padre. Y padre significa hacerse igual al hijo, comunicarle su experiencia. El padre, al preguntar por la hora de la curación y al escuchar la respuesta de sus siervos, cae en la cuenta que coincide la hora de la curación con el encuentro de Jesús. ¿A qué hora fue? A la una de la tarde, es decir, a la hora séptima, es la hora de la resurrección, de la vida, de la comunicación del Espíritu de Jesús que es vida. Jesús muere a la hora sexta, la hora que señala la muerte de Jesús.

Es todo un proceso el que podemos distinguir varias etapas: de la necesidad sin fe, pasando por el reconocimiento de la propia impotencia ante la debilidad. Es preciso la confianza en la palabra de Jesús, ponerse en camino y reconocer la vida nueva que Jesús comunica para llegar a creer en Él.

La primera señal fue en Caná. Esta segunda señal supone la primera, y confirma el mismo objetivo: manifestar la gloria de Dios, mostrar el amor universal e incondicional de Dios. 



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