VIERNES, 22 DE MARZO
Mateo 21,33-43.45-46
33Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó
una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre,
la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. 34Llegado el tiempo
de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que
le correspondían. 35Pero los labradores, agarrando a los criados,
apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. 36Envió de
nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. 37Por
último, les mandó a su hijo diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo". 38Pero
los labradores, al ver al hijo se dijeron: "Este es el heredero: venid, lo
matamos y nos quedamos con su herencia".
39Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.
40Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos
labradores?
41Le contestan: Hará morir de mala muerte a esos malvados y
arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.
42Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura:
"La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Es
el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? 43Por
eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo
que produzca sus frutos. 44Y el que cayere sobre esta piedra se
destrozará, y a aquel sobre quien cayere, lo aplastará. 45Los sumos
sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de
ellos.
COMENTARIO
Es la misma viña (el pueblo) y el mismo propietario (Dios-Padre) que en la
parábola precedente (Mateo 21,28-32). Las relaciones han cambiado: ya no es un
padre con dos hijos, ahora es un propietario con unos arrendatarios/labradores. No es ésta la relación
auténtica de Dios con su pueblo, nosotros no somos siervos ni arrendatarios,
somos hijos. Quien no admite la
relación padre-hijo de la parábola anterior, acaba en relación
propietario-labrador que intenta desbancar al propietario.
En la parábola,
Jesús hace un repaso a la historia de Dios con el pueblo. Dios plantó la
viña/pueblo y dio numerosas muestras de amor y solicitud por él (construye una cerca, una torre, un lagar,
casa del guarda…). Los labradores
son la clase dirigente, y el fruto
(Is 5,7) es el amor al prójimo, el derecho y el servicio. El envío repetido y constante de criados
representa a los profetas, es decir, el envío constante y repetido de anuncio
de la conversión. El hijo, el último
enviado, es Jesús, el Mesías. Y el término finalmente
indica que es la última oportunidad de conversión.
Después del repaso
de toda la historia, Jesús enfrenta a las autoridades con el hoy. Quien está presente es el Hijo, ha
venido a recoger los frutos de amor, a descubrirnos que somos hijos, no
arrendatarios. Pero queremos ser dueños, no por los caminos de Dios sino por
los propios métodos, tan ensayados a lo largo de la historia: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia. Solo hay dos caminos: ser dueño a través de la ambición (fruto prohibido,
no auténtico) que trae la muerte; o ser dueño a través de la entrega total, el
amor (fruto que Dios pide) que produce y engendra la plenitud de vida.
La respuesta de los
sumos sacerdotes y ancianos se cumplirá en la parábola siguiente (Mt 22,7: dio muerte a aquellos asesinos y prendió
fuego a su ciudad). Solo que allí el contexto es diferente: no son
trabajadores a sueldo, sino amigos del novio.
Jesús contesta
citando el Sal 118. Es el salmo rezado por las gentes en su entrada triunfal en
Jerusalén. Esta imagen narra la costumbre que existía: el oficial y maestro de
obras tenían que dar su aprobación a cada uno de los sillares destinados a una
edificación. En Mt 16,18 Jesús ha declarado como deben ser las piedras para su
nuevo pueblo y lo ha hecho en la persona de Pedro, tú eres piedra. Es piedra apta el que cree que Jesús es el Enviado,
el Mesías, Hijo de Dios vivo. Los sumos sacerdotes y ancianos, al desechar a la
piedra fundamental, quedan desautorizados como maestros y quedan desechados
como piedras de la nueva construcción.
En la parábola
anterior se decía no fuisteis a trabajar,
es decir, no reconocisteis a Juan Bautista. Ahora Jesús dice: Vuestro trabajo no da fruto, no
reconocéis al Mesías. En la siguiente parábola se afirmará: “como no trabajáis,
ni tenéis fruto de amor y entrega, no respondéis a la invitación del amor y al
banquete de la entrega. Como no reconocisteis al precursor, ni reconocéis al
Mesías, despreciáis el banquete de la Alianza Nueva”.
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