domingo, 17 de marzo de 2019

TIEMPO DE CUARESMA. 2ª SEMANA

VIERNES, 22 DE MARZO


Mateo 21,33-43.45-46
33Escuchad otra parábola: Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó una torre, la arrendó a unos labradores y se marchó lejos. 34Llegado el tiempo de los frutos, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían. 35Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro y a otro lo apedrearon. 36Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. 37Por último, les mandó a su hijo diciéndose: "Tendrán respeto a mi hijo". 38Pero los labradores, al ver al hijo se dijeron: "Este es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia".
39Y agarrándolo, lo sacaron fuera de la viña y lo mataron.
40Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
41Le contestan: Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.
42Y Jesús les dice: ¿No habéis leído nunca en la Escritura: "La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente"? 43Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos. 44Y el que cayere sobre esta piedra se destrozará, y a aquel sobre quien cayere, lo aplastará. 45Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que hablaba de ellos.

COMENTARIO
Es la misma viña (el pueblo) y el mismo propietario (Dios-Padre) que en la parábola precedente (Mateo 21,28-32). Las relaciones han cambiado: ya no es un padre con dos hijos, ahora es un propietario con unos arrendatarios/labradores. No es ésta la relación auténtica de Dios con su pueblo, nosotros no somos siervos ni arrendatarios, somos hijos. Quien no admite la relación padre-hijo de la parábola anterior, acaba en relación propietario-labrador que intenta desbancar al propietario.

En la parábola, Jesús hace un repaso a la historia de Dios con el pueblo. Dios plantó la viña/pueblo y dio numerosas muestras de amor y solicitud por él (construye una cerca, una torre, un lagar, casa del guarda…). Los labradores son la clase dirigente, y el fruto (Is 5,7) es el amor al prójimo, el derecho y el servicio. El envío repetido y constante de criados representa a los profetas, es decir, el envío constante y repetido de anuncio de la conversión. El hijo, el último enviado, es Jesús, el Mesías. Y el término finalmente indica que es la última oportunidad de conversión.

Después del repaso de toda la historia, Jesús enfrenta a las autoridades con el hoy. Quien está presente es el Hijo, ha venido a recoger los frutos de amor, a descubrirnos que somos hijos, no arrendatarios. Pero queremos ser dueños, no por los caminos de Dios sino por los propios métodos, tan ensayados a lo largo de la historia: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia. Solo hay dos caminos: ser dueño a través de la ambición (fruto prohibido, no auténtico) que trae la muerte; o ser dueño a través de la entrega total, el amor (fruto que Dios pide) que produce y engendra la plenitud de vida.

La respuesta de los sumos sacerdotes y ancianos se cumplirá en la parábola siguiente (Mt 22,7: dio muerte a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad). Solo que allí el contexto es diferente: no son trabajadores a sueldo, sino amigos del novio.

Jesús contesta citando el Sal 118. Es el salmo rezado por las gentes en su entrada triunfal en Jerusalén. Esta imagen narra la costumbre que existía: el oficial y maestro de obras tenían que dar su aprobación a cada uno de los sillares destinados a una edificación. En Mt 16,18 Jesús ha declarado como deben ser las piedras para su nuevo pueblo y lo ha hecho en la persona de Pedro, tú eres piedra. Es piedra apta el que cree que Jesús es el Enviado, el Mesías, Hijo de Dios vivo. Los sumos sacerdotes y ancianos, al desechar a la piedra fundamental, quedan desautorizados como maestros y quedan desechados como piedras de la nueva construcción.

En la parábola anterior se decía no fuisteis a trabajar, es decir, no reconocisteis a Juan Bautista. Ahora Jesús dice: Vuestro trabajo no da fruto, no reconocéis al Mesías. En la siguiente parábola se afirmará: “como no trabajáis, ni tenéis fruto de amor y entrega, no respondéis a la invitación del amor y al banquete de la entrega. Como no reconocisteis al precursor, ni reconocéis al Mesías, despreciáis el banquete de la Alianza Nueva”.

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