JUEVES, 21 DE MARZO
Lucas 16,19-31
19Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y
banqueteaba cada día.
20Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal,
cubierto de llagas, 21y con ganas de saciarse de lo que caía de la
mesa del rico. Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
22Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los
ángeles al seno de Abrahán. Murió también el rico y fue enterrado. 23Y,
estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de
lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, 24y gritando, dijo: Padre
Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y
me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas. 25Pero
Abrahán le dijo: Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro,
a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres
atormentado. 26Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un
abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no
puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros. 27Él dijo:
Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, 28pues
tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también
ellos vengan a este lugar de tormento. 29Abrahán le dice: tienen a
Moisés y a los profetas: que los escuchen. 30Pero él le dijo: No,
padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán. 31Abrahán
le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque
resucite un muerto.
COMENTARIO
Continua la instrucción de Jesús
camino de Jerusalén. El auditorio es bastante heterogéneo: los discípulos,
multitudes, fariseos, descreídos, etc. La enseñanza es para todos,
especialmente ahora sobre la administración de los bienes.
Ésta,
en cambio, se sitúa más allá de esta vida. Describe la opción contraria: los
que no han tenido una relación correcta ni con las cosas ni con el semejante.
Sus banquetes y vestidos, símbolo de su estilo de vida, son lo opuesto al del
padre de la parábola Lc 15: éste intentando meter a todos y aquel excluyendo al
pobre. Está dirigida a los fariseos... y a los discípulos.
El
hombre rico vive en un despilfarro
salvaje. Su descripción se refiere a sus apariencias, a su exterior:
·
vestía de púrpura y lino. La púrpura era carísima, se conseguía
extrayendo un líquido de un caracol marino; era algo tan exclusivo que se
reservaba en la literatura rabínica para los reyes, emperadores y Dios. El lino era de importación, de la India o
de Egipto. Su manera de vivir era cada
día, cotidianamente. Así se confirma que se trata de una riqueza insultante
basada en la desigualdad y en la injusticia;
·
banqueteaba cada día.
Los
banquetes eran espléndidos e ininterrumpidos, e insolidarias. Como hijo de Abrahán, que conoce la Ley y los profetas, podía saber que
estos invitan a la misericordia y prohíben la ostentación del lujo y la
riqueza.
El
mendigo Lázaro viene descrito como
alguien que ha sido arrojado, echado en
el portal. El gran lujo de unos implica el fracaso de otros. El pobre no
está físicamente en el portal de la casa, pues el rico no lo permitiría, sino
que es una escena descrita para el que se acerca al evangelio y establezca la
relación entre ambos personajes.
Lázaro es alguien que vive cubierto de llagas, de lepra (aislaba
totalmente e impedía toda posible reinserción). Sólo le queda lo que quieran
darle, y con ganas de saciarse de lo que
caía de la mesa del rico. Por si fuera poco fracaso ser mendigo, leproso y
hambriento, se añade ahora el matiz de impureza: Y hasta los perros venían y le lamían las llagas. Es el fracaso
total, ¿qué persona decente se va a cercar a un “impuro” leproso rodeado de
perros que lo lamen? ¡Qué historia tan real, tan cotidiana! Pero el pobre sí
tiene nombre: Lázaro, "Dios me
ayuda". Tener nombre es ser alguien. Dios conoce nuestro nombre y nos
llama. No tiene nombre quien es como el rico y provoca esos fracasos en los
demás. Es la única parábola en los evangelios en los que un personaje lleva
nombre.
A
partir de la muerte, la situación cambia radicalmente. Se mueren los dos el
mismo día y en el mismo momento. Ahora se produce la igualdad. En este mundo la
única cosa verdaderamente igualitaria y democrática es la muerte. Lázaro, es llevado por los ángeles, figuradamente “para arriba”. Abandonado por los
hombres que ni siquiera se preocupan de enterrarle, como siempre confió en
Dios, bajan los enviados de Dios a por él.
La
expresión seno de Abrahán se refiere
al puesto a la derecha del anfitrión, tiene connotaciones de intimidad y
asociación profunda. En el contexto, como va dirigido a judíos-fariseos, el que
recibe a las puertas de la salvación no es San Pedro, sino el padre Abrahán.
Esta es la razón del porqué aparece Abrahán y el infierno/lugar de los muertos v.23, con la mentalidad y creencias
de los judíos fariseos.
Al
hombre rico lo enterraron. El que
está abajo “sube para arriba”, el que estaba arriba “baja para abajo”. Sin duda
que sería un funeral impresionante, multitudinario. Pero la auténtica realidad
es que aquí sólo hay un sepulcro, no hay ángeles ni puestos de honor. Ahora,
todo se centra en él y en sus tres peticiones a Abrahán, rechazadas una tras
otra. A partir del v.24, Jesús se está dirigiendo a los fariseos, amigos del
dinero y ejemplarizados en esta parábola en el
hombre rico.
Los
versículos que vienen a continuación, se sitúa en un hipotético más allá, réplica del más acá. No
pretenden describir el más allá que nadie conoce.
Se
trata de un diálogo entre el mundo de los vivos (seno de Abrahán, símbolo del banquete del reino, llevado por los ángeles) y el mundo de
los muertos (infierno, Hades, traduce
la palabra “Seol”, morada de los muertos).
El
rico levantó los ojos y vio, pero no allí. Se refiere a las
miradas de aquí, donde tenemos poder para ver a lo lejos el banquete salvador.
Aquí, también, tenemos la visión de Lázaro, la injusticia y la miseria. Parece
que el rico nunca hubiera visto a Lázaro. Ahora sabemos que si lo ha visto, lo
conoce por su nombre, pero no ha hecho lo más mínimo en su favor.
Nuestro
destino es lo que nos fabricamos en esta vida. Nuestros actos tienen una
repercusión eterna irreversible. Este es el mensaje. Somos nosotros los que
escribimos nuestros premios o castigos en el más allá, según nuestros
comportamientos en el más acá.
Aparece
la primera suplica del rico y primera respuesta negativa de Abrahán. En
realidad es una auto-negación: cada uno obtiene lo que siembra. El que se
entrega aquí, alivia los tormentos aquí.
La
segunda súplica es que Lázaro sea enviado a casa del padre y a sus hermanos. Si
siguen con la misma filosofía vital que su hermano, seguro que cada cual tiene
en su puerta al correspondiente Lázaro. Se trata que cada uno, escuchando y
acogiendo la Palabra de Dios, Moisés y
los profetas, sepa ver al Lázaro de turno, cambiar de vida equivocada y
convertirse.
Esta
segunda súplica también es imposible. No se trata de una aparición puntual a
los hermanos, sino de escuchar la palabra en el más acá, no de que nadie venga
del más allá. Es acoger la Palabra que ilumina el camino de la entrega, del
compartir y de socorrer al necesitado.
El rico lo vuelve a intentar por tercera vez.
Añade el tema de la resurrección. El mensaje de fondo es que la conversión no
depende de espectaculares milagros, no depende de lo exterior como puede ser la
resurrección de un muerto. Es una disposición interna de quien decide creer y
obrar conforme a la fe, tener confianza y a amar a Dios a pesar de la
injusticia y la marginación.
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