domingo, 24 de marzo de 2019

TIEMPO DE CUARESMA. 3ª SEMANA

MARTES, 26 DE MARZO


Mateo 18,21-35

21Acercándose Pedro a Jesús le preguntó: Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces tengo que perdonarlo? ¿Hasta siete veces?
22Jesús le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. 23Por esto, se parece el reino de los cielos a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus criados. 24Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos. 25Como no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él con su mujer y sus hijos y todas sus posesiones, y que pagara así. 26El criado, arrojándose a sus pies, le suplicaba diciendo: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo". 27Se compadeció el señor de aquel criado y lo dejó marchar, perdonándole la deuda. 28Pero al salir, el criado aquel encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, agarrándolo, lo estrangulaba diciendo: "Págame lo que me debes". 29El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba diciendo: "Ten paciencia conmigo y te lo pagaré".
30Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel hasta que pagara lo que debía. 31 Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo sucedido. 32Entonces el señor lo llamó y le dijo: "¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo rogaste. 33¿No debías tú también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?". 34Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda. 35Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial, si cada cual no perdona de corazón a su hermano.

COMENTARIO
Que es preciso perdonar está claro, pero ¿cuáles son los límites del perdón? Pedro, como portavoz de la mentalidad del grupo, pregunta al Maestro. Jesús responde diciendo: del mismo modo que la nueva comunidad no se rige por criterios egoístas, tampoco la medida del perdón se rige por normas tacañas. La medida del perdón es el perdón sin límites, al estilo del Padre (v.35). Setenta veces siete quiere decir perdón sin fin, sin medida. Para ilustrar la respuesta, Jesús…

El rey de la parábola es como el Rey de los cielos, antítesis de los reyes de la tierra (Mt 17,25) que se dedican a poner cargas a los súbditos, son implacables y no perdonan nunca. Este rey, sin embargo, tiene una misericordia infinita y perdona siempre.
En principio, el siervo tiene tiempo de pagar la deuda, por eso pide paciencia al rey. Luego nos enteramos que realmente la suma es bestial, imposible de pagar[1]. Aquí está el acento de la parábola: la enormidad de la deuda, y, proporcionalmente, la misericordia del rey. Y todo ello en contraste con la brutalidad con que el siervo trata a su compañero, le agarró y lo ahogaba.
Dios con nosotros tiene una misericordia sin límites. En ella se fundamentan las relaciones de la comunidad cristiana. Cuando alguien pone límites al perdón, en realidad lo que está haciendo es cortar el caudal de la misericordia sin límites que él ha recibido. Cerrando la compuerta del perdón a los demás, cerramos también la compuerta de Dios a nosotros

El rey no se desdice del perdón que previamente concedió, es el siervo el que no ha entendido el perdón del rey. Dios no se desdice de su perdón. Es el propio ser humano el que se cierra a la misericordia sin límites de Dios cuando se cierra al perdón sin límites de los demás. Esto es descrito como cárcel. En sentido literal, nadie paga sus deudas metido en la cárcel o torturado por unos verdugos. Lo que quiere decir es que solamente saldremos de nuestra prisión cuando nos abramos al perdón sin límites. Vivir sin perdón es vivir en la cárcel que cierra el camino a la entrada del Reino, es convertirnos en verdugos que torturan en esta vida y matan para la otra.

La vida del discípulo gira en torno a dos polos: por un lado, la gratuidad absoluta del perdón de Dios que no tiene medida; por otro, en inseparable conexión, la exigencia de hacer posible el perdón sin medida y la gratuidad del perdón.
La referencia es mi Padre del cielo. El amor fraterno y el perdón sin medida nace del reconocimiento de cómo Dios lo hace con nosotros. Al sentirnos salvados, nosotros lo hacemos vida, lo practicamos. 



[1]  Un talento era igual a 26-36 kilos de oro. La deuda del siervo de la parábola era de 260.000/360.000 kilos de oro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario