Ahora que acabamos de inaugurar el tiempo de pascua;
cuando hace tan solo dos días hemos celebrado la Resurrección de Jesús, como el
centro de nuestra fe, quisiera hacer algunas observaciones que he ido
recogiendo de diversas reflexiones y me parecen importantes traerlas a este
blog. En principio, parecen demasiado teóricas pero creo que están llenas de contenido
vital si nos dejamos a afectar por esta realidad.
He leído en algunos sitios que la “Resurrección de
Jesús es un hecho histórico”.
Para empezar hay que afirmar que un hecho se puede considerar
histórico cuando ese hecho sucede dentro de la historia. Esto que parece muy
simple de afirmar y de entender no lo parece acunado lo aplicamos a Jesucristo
y especialmente al acontecimiento de su Resurrección.
Lo que le ocurra (o le
pueda ocurrir) a un ser humano después de su muerte, eso ya no está, ni puede
estar dentro de la historia, sino más allá de la historia. En tal caso, ya no estamos hablando de lo "histórico",
sino de lo "meta-histórico". Por supuesto,
puede haber personas (y las hay en abundancia) que, por sus creencias
(religiosas, filosóficas o de otra índole), están persuadidos de que un difunto
vive, ya sea en el cielo, junto a Dios, en la eternidad o en alguna otra
modalidad que los humanos podemos imaginar o idealizar. Pero, cuando esto
sucede, ya no estamos hablando de la historia, sino de lo que trasciende la historia. En otras
palabras, una cosa es "lo histórico" y otra cosa es "lo
trascendente". Que puede ser "real",
pero no es "histórico".
Luego, insisto, lo trascendente no es histórico, pero
puedo ser real. No reduzcamos lo real solo a lo histórico.
Para un historiador, lo histórico de un sujeto se
acaba con la muerte del sujeto. Lo cual no
quiere decir que con la muerte se acabe la realidad de ese sujeto. Puede haber
personas que, por sus creencias, están persuadidos de que el difunto vive en
"otra vida", que ya no está en la historia, sino más allá de la
historia. Pero no digamos nunca que lo que sucede después de la muerte es
"histórico".
Entonces, ¿qué decimos de las apariciones del Resucitado que se nos relatan en
los evangelios? Esos relatos testifican que hubo creyentes (algunos discípulos,
algunas mujeres...) que tuvieron, sintieron y vivieron experiencias según las
cuales a ellos les constaba que Jesús vivía, porque había sido resucitado por
Dios. Eso es histórico: que aquellas mujeres y aquellos hombres aseguraron que
ellos lo había visto, lo habían sentido... Lo que es histórico es lo aquellos
hombres y mujeres vivieron.
Pero también es cierto que, al relatar las
experiencias que habían vivido, las contaron de manera que no concuerdan unas
con otras en datos y detalles importantes. Por ejemplo, para Mateo y Marcos,
las apariciones ocurrieron en Galilea, mientras que para Lucas y Juan,
sucedieron en Jerusalén. También fue una experiencia lo que vio y sintió el
apóstol Pablo en el camino de Damasco.
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