Otro punto importante es afirmar que La resurrección no es el retorno de Jesús a esta vida.
Jesús ya no vuelve a esta tierra, ni entra de nuevo en la historia humana, ni
lo que acontece es que Jesús "revive". No.
Jesús "resucita". Es decir, trasciende
el espacio y el tiempo. Por eso, trasciende las condiciones de "esta vida". Y así inaugura las condiciones de "otra
vida". Nada sabemos, ni podemos saber, de lo que es o cómo es esa
nueva vida. Lo único que podemos
decir es que se trata de la "plenitud
de la vida". O sea, es una vida sin limitaciones, que colma todos los anhelos de vida que los
humanos sentimos, aunque ni nos demos cuenta de que tales anhelos están en
nosotros.
Todo esto quiere decir que la resurrección no es un
"acontecimiento histórico", sino que es una realidad que se sitúa "más allá de la
historia". La
resurrección ha sucedido. Y sucede. Pero no en nuestro mundo, sino más allá de
nuestro mundo. Como es lógico, esto no es conocible por la razón o por
los sentidos. Esto solo es
alcanzable por la fe. Es, por tanto, algo expuesto siempre a la
oscuridad, a la duda, a los sentimientos de inseguridad. Por eso la fe en la resurrección (la de Jesús
y la nuestra) es el culmen de la fe cristiana.
Por lo dicho, se comprende que los relatos de las “apariciones del
Resucitado” son una especie de figuración histórica que no sabemos si realmente
ocurrieron tal como se nos cuenta. Lo que importa es la afirmación del Resucitado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario