lunes, 22 de abril de 2019

PASCUA, I SEMANA

SÁBADO 27 DE ABRIL



Marcos 16,9-15
9Resucitado al amanecer del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios. 10Ella fue a anunciárselo a sus compañeros, que estaban de duelo y llorando. 11Ellos, al oírle decir que estaba vivo y que lo había visto, no la creyeron.
12Después se apareció en figura de otro a dos de ellos que iban caminando al campo. 13También ellos fueron a anunciarlo a los demás, pero no los creyeron.
14Por último, se apareció Jesús a los Once, cuando estaban a la mesa, y les echó en cara su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado. 15Y les dijo: Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
COMENTARIO
El Evangelio de Marcos concluía en el capítulo 16, v. 8, con la frase que refiere la actitud de miedo de las mujeres ante el anuncio del ángel: ellas salieron huyendo del sepulcro, del temblor y el espanto que les entró, y no dijeron nada a nadie, del miedo que tenían (Mc 16,7-8). Pero algún escritor posterior consideró que este final no era adecuado a la lógica del relato evangélico y añadió en síntesis tres relatos de los otros evangelistas en los que se insiste en la incredulidad de los discípulos. Éstos no aceptan el mensaje de María Magdalena (vv. 9-10), ni el de los dos de Emaús (vv. 12-13), y tiene que ser recriminados por Jesús mismo, que les echa en cara a los once su incredulidad y terquedad en no creer a los que lo habían visto resucitado (vv. 14-16).

Como antes de resucitar, los discípulos tienen la mente obcecada: teniendo ojos, para ver no ven, y teniendo oídos para oír no oyen. Tendrá que venir el Espíritu y abrirles el corazón para que acepten la buena noticia de la resurrección, verdadera subversión del mundo, este "desorden" que llamamos "orden establecido": aquél que ellos creían un mortal entre los mortales, vive. Dios le ha dado la razón, confirmando de este modo que quienes se empeñaron en dejarlo encerrado en la losa del sepulcro, no tienen autoridad. Pues solamente tiene autoridad quien la utilizar para servir y dar vida y no para generar muerte.
Como Jesús hizo con el ciego de Jericó, imagen de los discípulos, será esta vez el Espíritu quien venga a abrirles los ojos a un nuevo mundo, a la sociedad alternativa que Jesús anunciaba, para que comprendan que el testimonio de los que han tenido la experiencia de Jesús resucitado es más que suficiente para adherirse a él y que ya no hace falta ver para creer, sino abrir el oído y prestar atención a quienes siente vivamente que la Vida ha triunfado definitivamente sobre la muerte.
Ayer como hoy este mensaje es difícil de aceptar. El sistema mundano se encarga de mostrarnos cada día que, quien así piensa, termina mal. Exactamente igual que en tiempos de Jesús. A quien proclama que es posible la vida, cuando todo conduce a la muerte, tiene que pagar con su muerte el precio de dar vida a los otros. Así de trágico, pero así de maravilloso. Las palabras de Jesús siguen en pie: Si uno quiere venirse conmigo, que reniegue de sí mismo, que cargue con su cruz y entonces me siga; porque el que quiera poner a salvo su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía y de la buena noticia, la pondrá a salvo (Mc 8,35-36). Es la gran paradoja. Para dar vida hay que dar la vida. Sólo queda lo que damos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario