JUEVES, 2 DE MAYO
Juan 3,31-36
31El que viene de lo alto está por
encima de todos. El que es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra.
El que viene del cielo está por encima de todos. 32De lo que ha
visto y ha oído da testimonio, y nadie acepta su testimonio. 33El
que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. 34El que Dios
envió habla las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. 35El
Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. 36El que cree en
el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que
la ira de Dios pesa sobre él.
COMENTARIO
Estas palabras son de Juan Bautista
(ver 3,22ss), en discusión con los ludios a causa delos ritos de purificación.
Juan Bautista establece una diferencia entre el que
viene de lo
alto y el que es de la tierra:
·
El que viene del cielo, Jesús, está por encima
de todos, no solamente de Juan Bautista, sino
de todos los enviados de Dios anteriores a éste, comenzando por Moisés su prototipo. Al
llegar el cumplimiento, la
antigua alianza y los antiguos mediadores pierden su validez y, con ellos, la Escritura,
en cuanto reclamaba la fidelidad a aquella alianza.
·
Moisés,
era de la tierra y hablaba desde la tierra. Esto
no niega
que tuviera un encargo divino, pero sí indica la provisionalidad de su encargo,
lo incompleto de su mensaje, limitado por un horizonte terreno, condicionado por la cultura y la época en que vivía.
En
contraste con Moisés,
que era de la tierra, está el que viene del cielo, da un
testimonio que nace de su experiencia personal y directa de Dios.
El evangelista hace referencia a la
bajada del Espíritu sobre
Jesús en su bautismo (Jn 1,32) solo Jesús puede formular la voluntad cierta
y completa de
Dios. Ese testimonio no encuentra eco, nadie lo acepta. Dada la contraposición entre Moisés y
Jesús, la frase se refiere a los que se niegan a aceptar la superación de la Ley y rechazan
a Jesús.
Ahora bien, el que acepta el
testimonio de Jesús experimenta el amor de Dios, puede ser testigo de que es verdad,
certifica que Dios es veraz. Esto se
debe a que, por oposición a Moisés, es Jesús quien propone las verdaderas
exigencias/mandamientos
de Dios, las que comunican el Espíritu. El testimonio de Jesús no es externo, el creyente
lo escucha dentro de sí: es el testimonio del Espíritu.
Jesús no es un profeta más, sino el
Hijo, a
quien el Padre pone todo
en la mano, dándole plena autonomía y libertad de acción. No es
ya un
subordinado ni un siervo pendiente de las órdenes divinas;
actúa como Dios mismo. Por eso, el Hombre-Dios no puede ser
puesto al mismo nivel de los que lo han precedido en la historia de Israel.
El que le da su adhesión tiene la vida
que supera la muerte. Quien no acepta al
Hijo se niega a entrar en la zona de la vida amor. Se queda en la zona de la muerte, de la
tiniebla, que combate la luz divina de la vida. Allí el hombre se destruye,
porque las ideologías
de la mentira lo llevan a actuar contra su propio ser. Por eso
cae sobre ese ámbito la reprobación de Dios. El amor de Dios ofrece a todos, por medio de Jesús, la posibilidad de
salir de esa zona de muerte.
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