domingo, 26 de mayo de 2019

TIEMPO DE PASCUA. VI SEMANA


SÁBADO, 1 DE JUNIO


Juan 16,23b-28
En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará. 24Hasta ahora no habéis pedido nada en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestra alegría sea completa. 25Os he hablado de esto en comparaciones; viene la hora en que ya no hablaré en comparaciones, sino que os hablaré del Padre claramente. 26Aquel día pediréis en mi nombre, y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, 27pues el Padre mismo os quiere, porque vosotros me queréis y creéis que yo salí de Dios.
28Salí del Padre y he venido al mundo, otra vez dejo el mundo y me voy al Padre.

El contacto de la comunidad con el Padre es inmediato en Jesús; él es la puerta del Padre al mundo y del hombre al Padre. Su mediación no se interpone entre el Padre y los discípulos, sino que los pone en contacto.

COMENTARIO
Cada vez que aparece la expresión en verdad os digo, es que se trata de una declaración solemne. Los discípulos tienen pleno acceso al Padre, cuya paternidad los abraza también a ellos. El acceso al Padre existe en unión con Jesús; pero no es la suya una mediación que distancie del Padre; al contrario, lleva a los discípulos hasta el Padre; no es Jesús un intercesor que represente a los discípulos, sino que unifica a éstos consigo y, en unión con él, presentan sus peticiones al Padre.

Subraya Jesús la eficacia de la petición, recibiréis. Al poner como única condición que sea hecha en unión con él, el objeto de la petición ha de estar incluido en el ámbito de la obra de Jesús (Jn 10,10: yo
he venido para que tengan vida y vida en abundancia). Todo lo que contribuye al incremento de la vida individual o comunitaria, o a la comunicación de vida a otros, puede ser objeto de petición.
Esta manera de pedir no será posible hasta que los discípulos no reciban el Espíritu, que crea la unión con Jesús.
Jesús los exhorta a pedir con la seguridad de recibir. Aun en medio de la dificultad o el sufrimiento, la experiencia del Padre asequible y generoso llena de alegría a la comunidad; tiene la certeza de poseer la riqueza de Dios, aunque viva bajo la amenaza de ser desposeída de los bienes e incluso de la vida.

No se puede hablar de las cosas divinas si no es usando comparaciones o metáforas. Para describir la aparición del hombre nuevo acaba de usar Jesús una comparación, la de la mujer que da a luz (16,21-22), inspirada en un texto de Isaías. Sin embargo, no está lejos el momento en que no hará falta el lenguaje figurado. Jesús se refiere a la hora de su vuelta. Entonces, su información sobre el Padre no serán explicaciones de palabra; dándoles el Espíritu, les comunicará su propia experiencia del Padre. Ésta hará superflua toda comparación; el conocimiento del Padre les será connatural

Jesús habla del día de su vuelta. Ese día, con la vinculación a él que produce el Espíritu, los discípulos podrán pedir en unión con Jesús. Él no se interpone entre el Padre y los discípulos; al contrario, éstos encuentran en él el contacto directo con el Padre. Jesús puede llamarse mediador sólo en el sentido de que únicamente en él y con él se encuentra al Padre.

No existe un Dios severo y un Jesús mediador, sino un Dios Padre que ama a los hombres, el Padre mismo os quiere, y hace presente su amor en Jesús. El amor del Padre a los discípulos tiene por fundamento la adhesión de éstos a Jesús, su cariño a él como amigos y su fe en su procedencia. Como Jesús (15,15), también el Padre quiere a los discípulos como a amigos.

De hecho, Dios ofrece su amor al mundo entero (3,16), pero, para surtir efecto, ese amor dador de vida ha de encontrar respuesta en el hombre. No se impone, se ofrece como don gratuito. Si no se le acepta, queda frustrado: no puede actuar, no se hace realidad ni tiene eficacia.

Jesús resume su itinerario: desde el Padre hasta el Padre. Salir del Padre significa ser enviado por él y ser Jesús la realización del proyecto que Dios tenía desde el principio (Jn 1,1.14)

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