domingo, 26 de mayo de 2019

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DOMINGO 

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR


Lucas 24,46-53
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
46Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día 47y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. 48Vosotros sois testigos de esto. 49Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que viene de lo alto.

50Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo.
 51Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo.
52Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; 53y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

JESÚS ESTÁ EN DIOS Y EN NOSOTROS
Son los últimos momentos de Jesús con los suyos. Enseguida los dejará para entrar definitivamente en el misterio del Padre. Ya no los podrá acompañar por los caminos del mundo como lo ha hecho en Galilea. Su presencia no podrá ser sustituida por nadie.

Jesús solo piensa en que llegue a todos los pueblos el anuncio del perdón y la misericordia de Dios.
Que todos escuchen su llamada a la conversión. Nadie ha de sentirse perdido.
Nadie ha de vivir sin esperanza.

Todos han de saber que Dios comprende y ama a sus hijos e hijas sin fin. ¿Quién podrá anunciar esta Buena Noticia?

Según el relato de Lucas, Jesús quiere dejar en la tierra testigos. Esto es lo primero: vosotros sois testigos de estas cosas. Serán los testigos de Jesús los que comunicarán su experiencia de un Dios bueno y contagiarán su estilo de vida trabajando por un mundo más humano.

Pero Jesús conoce bien a sus discípulos. Son débiles y cobardes. ¿Dónde encontrarán la audacia para ser testigos de alguien que ha sido crucificado por el representante del Imperio y los dirigentes del Templo? Jesús los tranquiliza: Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido. No les va a faltar la “fuerza de lo alto”. El Espíritu de Dios los defenderá.

Para expresar gráficamente el deseo de Jesús, el evangelista Lucas describe su partida de este mundo de manera sorprendente: Jesús vuelve al Padre levantando sus manos y bendiciendo a sus discípulos. Es su último gesto. Jesús entra en el misterio de Dios y sobre el mundo desciende su bendición. Por eso, nuestra primera tarea es ser testigos de la Bondad de Dios. Mantener viva la esperanza. No rendirnos ante el mal. Dios mira este mundo, a nosotros, con ternura y compasión.

También hoy es posible buscar el bien, hacer el bien, transmitir el bien. Es posible trabajar por un mundo más humano y un estilo de vida más sano. Podemos ser más solidarios y menos egoístas. Más austeros y menos esclavos del dinero.

Por tanto, en nuestra parroquia, en nuestro pueblo, lo primero es promover una “ambiente de bondad”. Nos hemos de sentir testigos de ese Jesús que pasó su vida sembrando gestos y palabras de bondad. Así despertó en las gentes de Galilea la esperanza en un Dios Salvador. Jesús es una bendición y la gente lo tiene que conocer.

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