martes, 25 de junio de 2019

SEMANA XII

JUEVES, 27 DE JUNIO


Mateo 7, 21-29
21No todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. 22Aquel día muchos dirán: Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre y en tu nombre hemos echado demonios, y no hemos hecho en tu nombre muchos milagros? 23Entonces yo les declararé: Nunca os he conocido. Alejaos de mí, los que obráis la iniquidad.
24El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. 25Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.
26El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. 27Cayó la lluvia, se desbordaron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se derrumbó. Y su ruina fue grande.
28Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, 29porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas.

COMENTARIO
Jesús continúa con el primado de las obras sobre las palabras. Recuerda cuales son los frutos buenos: cumplir la voluntad de Dios, de mi Padre.
Nos situamos ahora en el final:
·         Allí no valdrán las palabras ¡Señor!..
·         Ni siquiera valdrán las obras: profetizamos, expulsamos demonios, hicimos milagros en tu nombre... Se puede invocar a Dios como Señor e incluso hacer buenas obras. Si los criterios son mundanos, no solo no los acepta sino que los considera sin valor y propio de malhechores (agentes de iniquidad... v. 23)
El verdadero discípulo no es solo el que dice ¡Señor, Señor! y hace cosas buenas en nombre del Señor, sino el que las hace con recta intención, sin disfraz.
El criterio que decide sobre la validez y la autenticidad son las obras, aunque sobre la validez de esas obras solo decide Dios, no el hombre o la comunidad.
Hay que mirar sobre qué cimentamos nuestra vida, nuestra existencia, nuestra casa. Se habla de dos tipos de hombres, prudentes y necios, que han oído el discurso precedente. La diferencia está en llevar  o no llevar a la práctica las palabras de Jesús.
La casa representa al ser humano. El éxito de su vida y la capacidad de mantenerse firme depende de que su vida tenga como cimiento unas obras acordes con su mensaje.  
Mateo concluye el Sermón del Monte con esta doble parábola que coloca a los lectores ante la gran alternativa. Son palabras escatológicas: será como...No se trata de una situación intramundana, sino del juicio final. La supervivencia del constructor que ha edificado sobre la roca (es la roca del calvario y la roca del sepulcro, símbolos de la entrega total) o ha edificado sobre arena, que en el contrapunto con la roca, significa lo inestable, o diminuto, lo que casi ni cuenta ni se ve.

28Al terminar Jesús este discurso, la gente estaba admirada de su enseñanza, 29porque les enseñaba con autoridad y no como sus escribas.
Asistimos al final del Sermón del Monte.
La multitud que había seguido a Jesús, antes de comenzar el discurso (Mt 4,25) y que ha escuchado su enseñanza, reacciona con asombro. Está entre la enseñanza de Jesús y la de los fariseos... les enseñaba con autoridad, no como los escribas.

Hay que notar que las palabras de Jesús no están dirigidas solo a los discípulos, sino a la muchedumbre. El Sermón del Monte va dirigido a todo ser humano que deberá elegir entre:
·         Los escribas de cada tiempo: la cultura, el ambiente, la mentalidad, etc;
·         y la enseñanza de Jesús que unas veces interpretan, otras corrigen y otras anulan la cultura y la mentalidad en la que vivimos.

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