lunes, 3 de junio de 2019

TIEMPO DE PASCUA. SEMANA VII


JUEVES, 6 DE JUNIO


Juan 17,20-26
20No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, 21para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; 23yo en ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 24Padre, este es mi deseo: que los que me has dado estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación del mundo. 25Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste.26Les he dado a conocer y les daré a conocer tu nombre, para que el amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos.

COMENTARIO
Jesús ensancha el horizonte de su comunidad a épocas sucesivas. Está seguro de que su obra continuará. El mensaje del Padre (6.7) y el de Jesús (14,23), lo es también de los discípulos, por la palabra de ellos. Es decir, el mensaje no ha de ser para ellos una doctrina aprendida ni han de proponerlo como por encargo de otro; ha de comunicarse como experiencia y convicción propias. Al ser difundido por los discípulos, ha de producir la adhesión a Jesús, punto de referencia para todos los tiempos.

La petición de Jesús para su comunidad de toda época es la unidad, expresión y prueba del amor, presencia de la gloria. El modelo de esta unidad, que la eleva a la calidad de ideal, es la que existe entre el Padre y Jesús, basada en la comunidad de Espíritu, en el mutuo amor. Jesús señala de nuevo el distintivo de su comunidad y la novedad que representa en medio del mundo.
La unión entre los miembros de la comunidad es condición para la unión con el Padre y Jesús. Sólo el verdadero amor permite el contacto con ellos, cuyo ser es el amor fiel. Se establece así la comunidad de los hombres con Dios que también sean uno en nosotros.
La prueba de su misión es la unión de amor entre los discípulos, al modo de Jesús, no una doctrina o una ideología.

La gloria/amor del Padre (el Espíritu) que Jesús ha recibido constituye al Hijo uno con el Padre. La comunicación de esa gloria a los discípulos produce su unión con Jesús, a través del cual obtienen la unión con el Padre. La comunidad es así el nuevo santuario, donde brilla la gloria-amor de Dios.

De esa unidad, fruto del amor incondicional, dependen dos hechos:
-          El primero, que atañe a los individuos y a la comunidad, es la realización del proyecto divino en ellos, es decir, su desarrollo hacia la plenitud.
-          El segundo, que se refiere a la misión, es la fe de la humanidad en la misión divina de Jesús. La unidad de los discípulos se manifiesta en la comunión de ideales, en la amistad y en la dedicación a un proyecto común.
Este es el testimonio válido ante los hombres, el único argumento capaz de convencerlos. Lo antes dicho sobre la gloria lo expresa ahora Jesús en términos de amor, mostrando la equivalencia de ambas realidades. En efecto, la gloria que el Padre le ha dado y que él da a sus discípulos es la demostración del amor del Padre a él y a ellos.

Los vv.24-26 constituyen la conclusión de la oración de Jesús.
El término deseo muestra la libertad del Hijo. Expresa su designio, que es el mismo del Padre.
-          Estar con él/ que estén conmigo, indica la condición de hijos, correspondiente a la suya. Este designio de Jesús abarca tanto al grupo allí presente como a la comunidad del futuro.
-          Contemplar mi gloria equivale a experimentar su amor y responder a él. Jesús recibió la plenitud de la gloria/amor porque el Padre lo amaba antes que existiera el mundo. En él se ha hecho realidad el proyecto creador, que el Padre había concebido como expresión total de su amor, y cuya realización en
Jesús preveía desde el principio.
En sus últimas palabras resume Jesús el contenido de su oración. Expone al Padre la diferencia entre el mundo que lo rechaza y él y los suyos, para que el Padre justo los honre. Alude a su actividad pasada con los discípulos, les he dado a conocer tu nombre, y afirma su propósito para el futuro, y les daré: manifestar el ser del Padre, dando vida. La cruz, ya cercana, será la revelación plena y definitiva de la persona del Padre. En ella se manifestará todo el alcance de su amor.

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