JUEVES, 13 DE JUNIO.
JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE
17 1Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a t i 2y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado.
Para hablar con el Padre,
Jesús levanta los ojos al cielo, que,
por su elevación, es símbolo de la esfera divina.
·
El cielo es, simbólicamente, la morada del Padre, de donde bajó el Espíritu sobre
Jesús (1,32s) y de donde, en cuanto
Hombre-Dios, puede decir que ha bajado él mismo (3,13.31,
etc.).
·
Padre es el apelativo de Dios que lo caracteriza como el que por amor
comunica su propia vida y muestra la relación que él tiene con el que lo pronuncia.
·
Ha
llegado la hora anunciada en Caná (2,4) y que había provocadola crisis de Jesús (12,27). Jesús la acepta
plenamente; es más, va a pedir que no se demore. Sabe que ella significa su victoria (16,33).
Sin usar verbos que
signifiquen ruego, Jesús pide al Padre que se realice el acontecimiento
salvador, la manifestación de su gloria/amor. Es la gloria del Hijo
de Dios, tu Hijo, es decir, del que reproduce exactamente los rasgos
del Padre. Pide así que, con el don de su propia vida, brille en todo su esplendor ese amor sin límite, capaz de vencer incluso el odio que históricamente lo lleva a la muerte.
De Jesús depende que
culmine la obra creadora de Dios, pues sólo él tiene la capacidad de llevarla a
término en los demás hombres. Al referirse al ser humano como
mortal/carne, lo considera en su condición efímera: es el hombre no acabado. Jesús, carne más Espíritu, es
el Hombre-Dios, el proyecto de Dios realizado y es él quien, comunicando el
Espíritu que posee, da la posibilidad a los demás hombres de obtener vida
definitiva. El mundo futuro está ya presente en la comunidad de Jesús. El
reinado de Dios empieza a realizarse en la tierra.
A todos los que les has dado, designa el grupo de los discípulos
como un todo: el Padre ha entregado a Jesús los que escuchan y aprenden de él,
los que responden a la llamada de la vida.
. 9Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos
que tú me diste, porque son tuyos.
Jesús tiene en cuenta la
circunstancia en que pronuncia esta oración por los suyos; es la de su marcha
con el Padre. En las necesidades concretas, la
comunidad pide en unión con Jesús (16,16).Ahora, sin embargo, el ruego de Jesús
no se refiere a necesidades particulares, sino al futuro de su comunidad en
medio del mundo. Esta oración acompaña la existencia
de la comunidad y la sostiene.
Jesús no ruega por el mundo, el orden injusto. Respecto a
él, sólo puede desearse que se destruya y desaparezca. La injusticia institucional,
que se llama el mundo, es enemiga del
hombre y, por tanto, de Dios.
14Yo
les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como
tampoco yo soy del mundo. 15No ruego que los retires del mundo, sino
que los guardes del maligno. 16No son del mundo, como tampoco yo soy
del mundo. 17Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. 18Como
tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo.
19Y por ellos yo me santifico a
mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.
Jesús ensancha el horizonte de su comunidad a épocas sucesivas. Está
seguro de que su obra continuará. El mensaje del Padre
(6.7) y el de Jesús (14,23), lo es también de los discípulos, por la palabra de ellos. Es decir, el mensaje no ha de
ser para ellos una doctrina aprendida ni han de proponerlo como por encargo de
otro; ha de comunicarse como experiencia y convicción propias. Al ser difundido
por los discípulos, ha de producir la adhesión a Jesús, punto de referencia
para todos los tiempos.
La petición de Jesús para su comunidad de toda época es la unidad, expresión y prueba del amor,
presencia de la gloria. El modelo de esta unidad, que la eleva a la calidad de
ideal, es la que existe entre el Padre y Jesús, basada en la comunidad de
Espíritu, en el mutuo amor. Jesús señala de nuevo el distintivo de su comunidad
y la novedad que representa en medio del mundo.
La unión entre los miembros de la comunidad es condición para la unión
con el Padre y Jesús. Sólo el verdadero amor permite el contacto con ellos,
cuyo ser es el amor fiel. Se establece así la
comunidad de los hombres con Dios que también sean uno en nosotros.
La prueba de su misión es la unión de amor
entre los discípulos, al modo de Jesús, no una doctrina o una ideología.
La gloria/amor del Padre (el Espíritu) que Jesús ha recibido constituye
al Hijo uno con el Padre. La comunicación de esa gloria a los discípulos
produce su unión con Jesús, a través del cual obtienen la unión con el Padre. La
comunidad es así el nuevo santuario, donde brilla la gloria-amor de Dios.
De esa unidad, fruto del amor incondicional, dependen dos hechos:
-
El
primero, que atañe a los individuos y a la comunidad, es la realización del
proyecto divino en ellos, es decir, su desarrollo hacia la plenitud.
-
El
segundo, que se refiere a la misión, es la fe de la humanidad en la misión
divina de Jesús. La unidad de los discípulos se manifiesta en la comunión de
ideales, en la amistad y en la dedicación a un proyecto común.
Este es el testimonio válido ante los hombres, el único argumento capaz
de convencerlos. Lo antes dicho sobre la
gloria lo expresa ahora Jesús en términos de amor, mostrando la equivalencia de ambas realidades. En efecto, la
gloria que el Padre le ha dado y que él da a sus discípulos es la demostración
del amor del Padre a él y a ellos.
Los vv.24-26 constituyen la conclusión de la oración de Jesús.
El término deseo muestra la
libertad del Hijo. Expresa su designio, que es el mismo del Padre.
-
Estar con él/ que estén conmigo, indica la
condición de hijos, correspondiente a la suya. Este designio de Jesús abarca
tanto al grupo allí presente como a la comunidad del futuro.
-
Contemplar mi gloria
equivale a experimentar su amor y responder a él. Jesús recibió la plenitud de
la gloria/amor porque el Padre lo amaba antes que existiera el mundo. En él se
ha hecho realidad el proyecto creador, que el Padre había concebido como
expresión total de su amor, y cuya realización en
Jesús preveía desde el principio.
En sus últimas palabras resume Jesús el contenido de su oración. Expone
al Padre la diferencia entre el mundo que lo rechaza y él y los suyos, para que
el Padre justo los honre. Alude a su actividad
pasada con los discípulos, les he dado a conocer tu nombre, y afirma su
propósito para el futuro, y les daré: manifestar
el ser del Padre, dando vida. La cruz, ya cercana, será la revelación plena y
definitiva de la persona del Padre. En ella se manifestará todo el alcance de
su amor.
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