lunes, 10 de junio de 2019

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JUEVES, 13 DE JUNIO. 
JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE

17 1Así habló Jesús y, levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a t i 2y, por el poder que tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado.


Para hablar con el Padre, Jesús levanta los ojos al cielo, que, por su elevación, es símbolo de la esfera divina.
·         El cielo es, simbólicamente, la morada del Padre, de donde bajó el Espíritu sobre Jesús (1,32s) y de donde, en cuanto Hombre-Dios, puede decir que ha bajado él mismo (3,13.31, etc.).
·         Padre es el apelativo de Dios que lo caracteriza como el que por amor comunica su propia vida y muestra la relación que él tiene con el que lo pronuncia.
·         Ha llegado la hora anunciada en Caná (2,4) y que había provocadola crisis de Jesús (12,27). Jesús la acepta plenamente; es más, va a pedir que no se demore. Sabe que ella significa su victoria (16,33).
Sin usar verbos que signifiquen ruego, Jesús pide al Padre que se realice el acontecimiento salvador, la manifestación de su gloria/amor. Es la gloria del Hijo de Dios, tu Hijo, es decir, del que reproduce exactamente los rasgos del Padre. Pide así que, con el don de su propia vida, brille en todo su esplendor ese amor sin límite, capaz de vencer incluso el odio que históricamente lo lleva a la muerte.

De Jesús depende que culmine la obra creadora de Dios, pues sólo él tiene la capacidad de llevarla a término en los demás hombres. Al referirse al ser humano como mortal/carne, lo considera en su condición efímera: es el hombre no acabado. Jesús, carne más Espíritu, es el Hombre-Dios, el proyecto de Dios realizado y es él quien, comunicando el Espíritu que posee, da la posibilidad a los demás hombres de obtener vida definitiva. El mundo futuro está ya presente en la comunidad de Jesús. El reinado de Dios empieza a realizarse en la tierra.

A todos los que les has dado, designa el grupo de los discípulos como un todo: el Padre ha entregado a Jesús los que escuchan y aprenden de él, los que responden a la llamada de la vida.

. 9Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque son tuyos.
Jesús tiene en cuenta la circunstancia en que pronuncia esta oración por los suyos; es la de su marcha con el Padre. En las necesidades concretas, la comunidad pide en unión con Jesús (16,16).Ahora, sin embargo, el ruego de Jesús no se refiere a necesidades particulares, sino al futuro de su comunidad en medio del mundo. Esta oración acompaña la existencia de la comunidad y la sostiene.

Jesús no ruega por el mundo, el orden injusto. Respecto a él, sólo puede desearse que se destruya y desaparezca. La injusticia institucional, que se llama el mundo, es enemiga del hombre y, por tanto, de Dios.
14Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 15No ruego que los retires del mundo, sino que los guardes del maligno. 16No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17Santifícalos en la verdad: tu palabra es verdad. 18Como tú me enviaste al mundo, así yo los envío también al mundo.
19Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad.


Jesús ensancha el horizonte de su comunidad a épocas sucesivas. Está seguro de que su obra continuará. El mensaje del Padre (6.7) y el de Jesús (14,23), lo es también de los discípulos, por la palabra de ellos. Es decir, el mensaje no ha de ser para ellos una doctrina aprendida ni han de proponerlo como por encargo de otro; ha de comunicarse como experiencia y convicción propias. Al ser difundido por los discípulos, ha de producir la adhesión a Jesús, punto de referencia para todos los tiempos.

La petición de Jesús para su comunidad de toda época es la unidad, expresión y prueba del amor, presencia de la gloria. El modelo de esta unidad, que la eleva a la calidad de ideal, es la que existe entre el Padre y Jesús, basada en la comunidad de Espíritu, en el mutuo amor. Jesús señala de nuevo el distintivo de su comunidad y la novedad que representa en medio del mundo.
La unión entre los miembros de la comunidad es condición para la unión con el Padre y Jesús. Sólo el verdadero amor permite el contacto con ellos, cuyo ser es el amor fiel. Se establece así la comunidad de los hombres con Dios que también sean uno en nosotros.
La prueba de su misión es la unión de amor entre los discípulos, al modo de Jesús, no una doctrina o una ideología.


La gloria/amor del Padre (el Espíritu) que Jesús ha recibido constituye al Hijo uno con el Padre. La comunicación de esa gloria a los discípulos produce su unión con Jesús, a través del cual obtienen la unión con el Padre. La comunidad es así el nuevo santuario, donde brilla la gloria-amor de Dios.

De esa unidad, fruto del amor incondicional, dependen dos hechos:
-          El primero, que atañe a los individuos y a la comunidad, es la realización del proyecto divino en ellos, es decir, su desarrollo hacia la plenitud.
-          El segundo, que se refiere a la misión, es la fe de la humanidad en la misión divina de Jesús. La unidad de los discípulos se manifiesta en la comunión de ideales, en la amistad y en la dedicación a un proyecto común.
Este es el testimonio válido ante los hombres, el único argumento capaz de convencerlos. Lo antes dicho sobre la gloria lo expresa ahora Jesús en términos de amor, mostrando la equivalencia de ambas realidades. En efecto, la gloria que el Padre le ha dado y que él da a sus discípulos es la demostración del amor del Padre a él y a ellos.

Los vv.24-26 constituyen la conclusión de la oración de Jesús.
El término deseo muestra la libertad del Hijo. Expresa su designio, que es el mismo del Padre.
-          Estar con él/ que estén conmigo, indica la condición de hijos, correspondiente a la suya. Este designio de Jesús abarca tanto al grupo allí presente como a la comunidad del futuro.
-          Contemplar mi gloria equivale a experimentar su amor y responder a él. Jesús recibió la plenitud de la gloria/amor porque el Padre lo amaba antes que existiera el mundo. En él se ha hecho realidad el proyecto creador, que el Padre había concebido como expresión total de su amor, y cuya realización en
Jesús preveía desde el principio.
En sus últimas palabras resume Jesús el contenido de su oración. Expone al Padre la diferencia entre el mundo que lo rechaza y él y los suyos, para que el Padre justo los honre. Alude a su actividad pasada con los discípulos, les he dado a conocer tu nombre, y afirma su propósito para el futuro, y les daré: manifestar el ser del Padre, dando vida. La cruz, ya cercana, será la revelación plena y definitiva de la persona del Padre. En ella se manifestará todo el alcance de su amor.



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