martes, 9 de julio de 2019

Resultado de imagen de FANO MARTA Y MARÍASEMANA XVI  DEL TIEMPO 

DOMINGO, 21 DE JULIO





Lucas 10,38-42

38Yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. 39Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano. 41Respondiendo, le dijo el Señor: Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; 42solo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada.

COMENTARIO
La parábola del buen samaritano terminó la recomendación de Jesús al jurista que lo había interpelado: anda, haz tú lo mismo. Pero ese consejo era la conclusión de una parábola con la que Jesús trató de explicar una de las exigencias de la antigua alianza. ¿Era eso todo lo que tenía que decir Jesús? ¿Seguían siendo los antiguos mandamientos la norma para sus seguidores? De hecho Jesús había formulado algunas exigencias que superaban con mucho las de la antigua religión judía Lc 6,20-36 y que incluso las contradecían Lc 6,1-11. ¿Cómo saber entonces qué es lo propio de la comunidad cristiana?

La escena que cuenta el evangelio de hoy se desarrolla en un escenario totalmente nuevo: una aldea en donde dos hermanas reciben y dan hospitalidad a Jesús. Nada se dice de los discípulos ni del resto de seguidores de Jesús, iban de camino. Por otro lado, a Jesús se le llama, por dos veces, el Señor. Todo esto indica que, más allá del valor histórico de esta narración, Lucas refleja la situación de la comunidad para la que escribe y pretende ofrecer un ejemplo para cualquier comunidad. Se trata de una propuesta de reflexión, un alto en el camino, para descubrir lo verdaderamente importante.

Yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea... El encabezamiento sitúa la escena en el camino que Jesús ha emprendido hacia Jerusalén para cantar las cuarenta a la institución, mientras ellos iban de camino, también él entró en una aldea. Jesús, mientras los discípulos ellos iban de camino, entra en una aldea (aldea = reducto de fanatismo, símbolo de una mentalidad cerrada, donde predomina una determinada ideología común a todos los que habitan allí). La aldea, a diferencia de Marta y María, no lleva nombre. Se subraya así el realismo de la situación descrita a través de Marta y María, personajes reales, llevan nombre, en detrimento de una hipotética concreción histórica. Sólo Jesús entra en ella. Una vez conozcamos el contenido del relato, será posible identificar esta situación del pasado.

Marta es un personaje representativo, una mujer, y real llamada Marta significa “señora”, también “apenada, triste”. A diferencia de los samaritanos, que no recibieron a Jesús porque los discípulos los habían indispuesto con él, Marta lo recibe como discípula que es. Después veremos cómo. Tiene una casa, de su propiedad en su casa: siendo casa una expresión para designar la familia, Marta domina como señora la comunidad o familia que, conjuntamente con María representa.
Lucas no ha hecho entrar a los discípulos, representación masculina, en esta aldea, para describir así el grupo de Jesús desde la vertiente femenina. Tampoco aquí la comunidad será homogénea. Saber relacionar es el secreto de una comprensión más profunda.

Marta tiene también una hermana, llamada María significa “la que se eleva”. De María se precisa que sentada junto a los pies del  Señor, escuchaba sus palabras. Estaba sentada como un discípulo ante el maestro, escuchando con atención el mensaje de Jesús.
De Marta no se ha dicho con qué disposiciones lo ha recibido. Ahora Lucas puntualiza Marta, en cambio, andaba muy afanaba con los muchos servicios (diakonia). De por sí, la diakonia, es decir, el servicio hecho a los demás, no es negativa. Todo depende de cómo se haga. En el presente contexto es negativa y equivale al “trajín” de la casa, según la letra, y, según el espíritu, al “cumplimiento del deber” llevado a su máxima expresión.
El acento está puesto en el hacer porque está mandado por la Ley, mientras que en el caso de María está puesto en escuchar la novedad del mensaje de Jesús.

Marta está tan segura de sí misma y tan predispuesta a juzgar la conducta de los demás, como toda persona observante, que no se acobarda ante la situación y planta cara a Jesús: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? El celo de buena cumplidora de la Ley la impulsa a involucrar al Señor, para que ponga más interés y use de su ascendente para hacer observar la Ley. Que su hermana se deje de cuentos y la cumpla, Dile que me eche una mano. El imperativo traiciona el ascendente que ella se ha arrogado sobre Jesús. En lugar del “mensaje” ¡lo que Jesús debe inculcarle es la Ley! ¡Todo es de su posesión! Y es que la Ley despierta en el que la cumple el instinto de posesión.

Jesús responde a la queja de Marta con una severa advertencia. Marta anda de cabeza: lo quiere dominar todo, es esclava de las muchas necesidades que crea la casa. Poniéndolo en clave legalista, Marta, que es partidaria de la observancia minuciosa de la Ley, quiere ser fiel en los más mínimos detalles y no puede dar abasto a las múltiples imposiciones que la institución va creando.

Para Jesús todo es secundario, a excepción de la escucha atenta del mensaje. El que escucha, acoge; y quien acoge el mensaje, lo acoge a Él. Marta había escogido la parte que le ofrecía más seguridades, la herencia del Antiguo Testamento compendiada en la Ley. María que se encontraba también en la aldea, ha escogido la parte mejor, que nadie le podrá quitar. Jesús, como antiguamente Josué (= Jesús, en griego), ha entrado también él en una aldea, camino de la Tierra Prometida, que tiene como meta Jerusalén.
Mientras Marta ha tomado posesión de la tierra tenía una casa, como las tribus de Rubén, Gad y Manasés, que heredaron territorios de la Transjordania, María, igual que la tribu de Leví, tiene al Señor como única heredad Jos 13,14. Vive materialmente en la aldea, pero sin comulgar en la ideología que allí predomina.

Lo que en este evangelio se contrapone no es la acción y la contemplación, sino más bien dos modos de ser:
-          uno, el de Marta, distraída con un activismo a ultranza, que le impide oír la palabra del Maestro, empeñada en que su hermana deje también de escucharlo;
-          otro, el de María, que se ha hecho discípula de Jesús, se sentó a los pies de Jesús para escuchar sus palabras. Camino seguro para poder hacer realidad la única cosa necesaria: buscar el reino de Dios y su justicia. Quien elige este objetivo, según Jesús, ha escogido la parte mejor.

Marta y María representan dos maneras de entender el seguimiento de Jesús.
-          Marta se dispersa en múltiples tareas, es una mujer servicial, incansable, atenta seguramente a todo lo que pudiera necesitar Jesús y cualquiera de los que iban con él. Lo que hace está seguramente bien, pero ¿qué es lo que hace? y ¿con qué criterios actúa? Podemos pensar que, puesto que no se había parado a escuchar a Jesús, su actividad no irá mucho más allá de las exigencias del Antiguo Testamento, y ya que no les presta mucha atención, acabará por interpretar las palabras de Jesús de acuerdo con las viejas tradiciones.
-          María, por el momento, no hace nada: escucha a Jesús. Sólo a Jesús. Como había que hacer, según la voz del cielo que acabó con las ilusiones de Pedro, pretendía escuchar a la vez la Ley y los Profetas y el mensaje de Jesús: Este es mi hijo, el Elegido. Escuchad/o a él. Al producirse la voz, Jesús estaba solo Lc 9,35-36
El mensaje de Jesús resulta tan radicalmente nuevo que no se entenderá sino se le presta toda la atención. Lo acabaremos falseando si lo escuchamos con la atención dispersa por demasiadas preocupaciones, y se acabará adulterando si se intenta combinar con prácticas o mensajes ya superados. Por eso María ha escogido la parte mejor, y no le será quitada, dice Jesús. María se ha centrado en las palabras de Jesús, en la Buena Noticia.

Por tanto, creemos que Lucas plantea la cuestión que, según la interpretación tradicional, se trataba en este pasaje: ¿qué es más importante, la contemplación o la acción? Porque escuchar a Jesús sólo tiene sentido si después se pone por obra el mensaje que se ha escuchado Lc 8,21; 11,28. El problema es otro: ¿qué es lo verdaderamente importante para el seguidor de Jesús?, ¿de dónde debe extraer los criterios para su vida (contemplación y acción) entera?, ¿cuál es su tarea específica? Y tampoco responde aquí, de manera completa, a esta cuestión. Se limita a formular un criterio: sólo en Jesús se encuentra la respuesta. Lo único importante es el mensaje de Jesús, su proyecto, la Buena Noticia de Jesús Mesías.
La comunidad cristiana puede hacer un alto en el camino para ver cuáles son las fuentes de donde se nutre y el objetivo al que se dirige.



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