DOMINGO, 21 DE JULIO
Lucas 10,38-42
38Yendo
ellos de camino, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió
en su casa. 39Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada
junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra. 40Marta, en
cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose,
dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir?
Dile que me eche una mano. 41Respondiendo, le dijo el Señor: Marta,
Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; 42solo una es
necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada.
COMENTARIO
La parábola del buen samaritano terminó la
recomendación de Jesús al jurista que lo había interpelado: anda, haz tú lo mismo. Pero ese consejo
era la conclusión de una parábola con la que Jesús trató de explicar una de las
exigencias de la antigua alianza. ¿Era eso todo lo que tenía que decir Jesús?
¿Seguían siendo los antiguos mandamientos la norma para sus seguidores? De
hecho Jesús había formulado algunas exigencias que superaban con mucho las de
la antigua religión judía Lc 6,20-36 y que incluso las contradecían Lc 6,1-11.
¿Cómo saber entonces qué es lo propio de la comunidad cristiana?
La escena que cuenta el evangelio de hoy se desarrolla en
un escenario totalmente nuevo: una aldea en donde dos hermanas reciben y dan
hospitalidad a Jesús. Nada se dice de los discípulos ni del resto de seguidores
de Jesús, iban de camino. Por
otro lado, a Jesús se le llama, por dos veces, el Señor. Todo esto
indica que, más allá del valor histórico de esta narración, Lucas refleja la
situación de la comunidad para la que escribe y pretende ofrecer un ejemplo
para cualquier comunidad. Se trata de una propuesta de reflexión, un alto en el
camino, para descubrir lo verdaderamente
importante.
Yendo ellos de camino, entró Jesús en una aldea... El encabezamiento sitúa la escena en el camino que Jesús ha emprendido hacia
Jerusalén para cantar las cuarenta a la institución, mientras ellos iban de
camino, también él entró en una
aldea. Jesús, mientras los discípulos ellos
iban de camino, entra en una aldea
(aldea = reducto de fanatismo,
símbolo de una mentalidad cerrada, donde predomina una determinada ideología
común a todos los que habitan allí). La aldea, a diferencia de Marta y María,
no lleva nombre. Se subraya así el realismo de la situación descrita a través
de Marta y María, personajes reales,
llevan nombre, en detrimento de una hipotética concreción histórica. Sólo Jesús
entra en ella. Una vez conozcamos el contenido del relato, será posible
identificar esta situación del pasado.
Marta es un personaje representativo, una mujer, y real llamada Marta
significa “señora”, también “apenada, triste”. A diferencia de los
samaritanos, que no recibieron a
Jesús porque los discípulos los habían indispuesto con él, Marta lo recibe como discípula que es. Después
veremos cómo. Tiene una casa, de su propiedad en su casa: siendo casa
una expresión para designar la familia, Marta domina como señora la comunidad o
familia que, conjuntamente con María
representa.
Lucas no ha hecho entrar a los discípulos, representación
masculina, en esta aldea, para describir así el grupo de Jesús desde la
vertiente femenina. Tampoco aquí la comunidad será homogénea. Saber relacionar
es el secreto de una comprensión más profunda.
Marta tiene también una hermana, llamada María significa “la que se eleva”. De María se precisa que sentada junto a los pies del Señor, escuchaba sus palabras. Estaba sentada como un discípulo ante el
maestro, escuchando con atención el mensaje de Jesús.
De Marta no se ha dicho con qué disposiciones lo ha
recibido. Ahora Lucas puntualiza Marta,
en cambio, andaba muy afanaba con los muchos servicios (diakonia). De por sí, la diakonia,
es decir, el servicio hecho a los demás, no es negativa. Todo depende de
cómo se haga. En el presente contexto es negativa y equivale al “trajín” de la casa, según la letra, y, según el
espíritu, al “cumplimiento del deber” llevado a su máxima expresión.
El acento está puesto en el hacer porque está
mandado por la Ley, mientras que en el caso de María está puesto en escuchar
la novedad del mensaje de Jesús.
Marta está tan segura de sí misma y tan predispuesta a
juzgar la conducta de los demás, como toda persona observante, que no se
acobarda ante la situación y planta cara a Jesús: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? El
celo de buena cumplidora de la Ley la impulsa a involucrar al Señor, para que ponga más interés y use
de su ascendente para hacer observar la Ley. Que su hermana se deje de cuentos
y la cumpla, Dile que me eche una mano.
El imperativo traiciona el ascendente que ella se ha arrogado sobre Jesús. En
lugar del “mensaje” ¡lo que Jesús debe inculcarle es la Ley! ¡Todo es de su
posesión! Y es que la Ley despierta en el que la cumple el instinto de
posesión.
Jesús responde a la queja de Marta con una severa
advertencia. Marta anda de cabeza: lo quiere dominar todo, es esclava de las
muchas necesidades que crea la casa. Poniéndolo en clave legalista, Marta, que
es partidaria de la observancia minuciosa de la Ley, quiere ser fiel en los más
mínimos detalles y no puede dar abasto a las múltiples imposiciones que la
institución va creando.
Para Jesús todo es secundario, a excepción de la escucha
atenta del mensaje. El que escucha, acoge; y quien acoge el mensaje, lo acoge a
Él. Marta había escogido la parte que le ofrecía más seguridades, la herencia
del Antiguo Testamento compendiada en la Ley. María que se encontraba también
en la aldea, ha escogido la parte mejor,
que nadie le podrá quitar. Jesús, como antiguamente Josué (= Jesús, en griego),
ha entrado también él en una aldea,
camino de la Tierra Prometida, que tiene como meta Jerusalén.
Mientras Marta ha tomado posesión de la tierra tenía una casa, como las tribus de
Rubén, Gad y Manasés, que heredaron territorios de la Transjordania, María,
igual que la tribu de Leví, tiene al Señor como única heredad Jos 13,14. Vive
materialmente en la aldea, pero sin
comulgar en la ideología que allí predomina.
Lo que en este evangelio se contrapone no es la acción y la
contemplación, sino más bien dos modos de ser:
-
uno, el de Marta, distraída con un activismo a
ultranza, que le impide oír la palabra del Maestro, empeñada en que su hermana
deje también de escucharlo;
-
otro, el de María, que se ha hecho discípula de
Jesús, se sentó a los pies de Jesús para
escuchar sus palabras. Camino seguro para poder hacer realidad la única cosa necesaria: buscar el reino de
Dios y su justicia. Quien elige este objetivo, según Jesús, ha escogido la parte mejor.
Marta y María representan dos maneras de entender el
seguimiento de Jesús.
-
Marta se dispersa en
múltiples tareas, es una mujer servicial, incansable, atenta seguramente a todo
lo que pudiera necesitar Jesús y cualquiera de los que iban con él. Lo
que hace está seguramente bien, pero ¿qué es lo que hace? y ¿con qué criterios
actúa? Podemos pensar que, puesto que no se había parado a escuchar a Jesús, su
actividad no irá mucho más allá de las exigencias del Antiguo Testamento, y ya
que no les presta mucha atención, acabará por interpretar las palabras de Jesús
de acuerdo con las viejas tradiciones.
-
María, por el momento,
no hace nada: escucha a Jesús. Sólo a
Jesús. Como había que hacer, según la voz del cielo que acabó con las ilusiones
de Pedro, pretendía escuchar a la vez la Ley y los Profetas y el mensaje
de Jesús: Este es mi hijo, el Elegido. Escuchad/o a él. Al producirse la
voz, Jesús estaba solo Lc 9,35-36
El mensaje de Jesús resulta tan radicalmente nuevo que no
se entenderá sino se le presta toda la atención. Lo acabaremos falseando si lo
escuchamos con la atención dispersa por demasiadas preocupaciones, y se acabará
adulterando si se intenta combinar con prácticas o mensajes ya superados. Por
eso María ha escogido la parte mejor, y no
le será quitada, dice Jesús. María se ha centrado en las palabras de Jesús,
en la Buena Noticia.
Por tanto, creemos que Lucas plantea la cuestión que, según
la interpretación tradicional, se trataba en este pasaje: ¿qué es más importante,
la contemplación o la acción? Porque escuchar a Jesús sólo tiene sentido si
después se pone por obra el mensaje
que se ha escuchado Lc 8,21; 11,28. El problema es otro: ¿qué es lo
verdaderamente importante para el seguidor de Jesús?, ¿de dónde debe extraer
los criterios para su vida (contemplación y acción) entera?, ¿cuál es su tarea
específica? Y tampoco responde aquí, de manera completa, a esta cuestión. Se
limita a formular un criterio: sólo en Jesús se encuentra la respuesta. Lo
único importante es el mensaje de Jesús, su proyecto, la Buena Noticia de Jesús
Mesías.
La comunidad cristiana puede hacer un alto en el camino
para ver cuáles son las fuentes de donde se nutre y el objetivo al que se
dirige.
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