Cenáculo en Jerusalén |
NUEVA EVANGELIZACIÓN
C) Sacramentos (I)
Vamos a la tercera etapa del proceso de evangelización: sacramentos. Lo he divido en dos partes. Aquí está la primera. Es continuación del primer anuncio y de la catequesis.
Nuestra vida no
consiste solo en trabajar y en comer, en divertirnos y ocuparnos del mañana… ¡que
también! En los sacramentos nos encontramos cerca de lo divino. Nos afecta en demasía
la banalidad de la vida; la falta de sentido nos vuelve locos; la vida, a
veces, carece de sentido y de valor; continuamente necesitamos sensaciones
exteriores para sentirnos plenos, llenos, vivos. Estamos hartos de todo, o casi
todo, de la trivialidad de la vida, y por eso, necesitamos tantas sensaciones.
Sin los
sacramentos-sin la eucaristía- , la vida está vacía y sin sentido. Todo es
banalidad. Solo hay búsqueda de dinero y de diversión, pero no hay un sentido más
profundo. Los sacramentos muestran que la vida tiene un sentido, tiene un valor
divino que nos hace muy humanos. Si nuestra vida tiene un valor divino,
celebramos la vida en los sacramentos. El Resucitado celebra en nosotros una fiesta
sin fin. Nuestra vida es digna de ser celebrada porque Cristo mismo, el
hombre en plenitud, nos ha salvado, liberado.
A través de los
sacramentos podemos expulsar nuestra angustia, transformarla. Esa angustia que
nace de la curiosidad y de la búsqueda del éxito, de la impaciencia, de la
desorientación, del descontento, del desgarro. Los sacramentos crean un espacio
de libertad en el que podemos respirar libertad; un espacio en el que puede no
entrar los ruidos del mundo; podemos dar a Dios la posibilidad de entrar en nuestra vida.
A través de los
sacramentos, de la liturgia, podemos experimentar
la cercanía de Dios que se ha manifestado en Jesús. Todo esto acontece de
manera misteriosa, pero real, a través del Espíritu de Jesús. Esa cercanía de
Dios nos conduce a entrar en contacto con nosotros mismos. Por esto, la liturgia
tiene capacidad para llegar hasta las personas de tal modo que se vean atraídos
por el deseo de Dios. Cuando los
sacramentos los celebramos con autenticidad, entonces nos vemos afectados por
ellos. Si estamos pendientes de la brevedad, del tiempo… apenas tocarán los corazones.
Dios no es un adorno barato de nuestra vida.
La sociedad, todas
las sociedades, tiene pretensiones de totalizar, de uniformar… Los sacramentos son
el deseo de algo diferente. Nos humanizan y personalizan. Por eso celebrar los
sacramentos supone estar con toda nuestra persona, que nos veamos afectados por
lo que celebramos.
Es preciso comentar,
catequizar, evangelizar los sacramentos de tal modo que sean salvadores y liberadores
para quienes los celebran. Es preciso introducirnos en los significados de los
ritos para poder ser tocados y transformados de una manera nueva.
De poco sirve
celebrar de manera automática o mágica los sacramentos. Quedan devaluados como
simples reliquias de una época pasada, como algo espectacular. Si los sacramentos
quedan vacíos, entonces la gente da mucha más importancia a todo lo
espectacular, a lo pagano.
Los curas nos sentimos
utilizados por muchas personas como simples dispensadores de sacramentos. ¿Cómo presentar y vivir los sacramentos
como rituales sanadores, fuentes de vida en plenitud? Todo esto depende de
la idea y vivencia que se tenga de lo
que es un sacramento. Por lo general la gente tiene ideas muy difusas acerca de
los significados de los sacramentos.
Los sacramentos
pueden ser la luz que ilumina el sentido de nuestra vida. Alumbran el sentido
de nuestras vidas, de los acontecimientos de nuestras vidas. Son las ocasiones
de la vida para celebrar la liberación de Dios en nuestra vida; nos dan la
posibilidad e reinterpretar nuestra historia y nuestra realidad.
Es preciso redescubrir
el sentido y significado de los sacramentos. Y esto continuamente. De lo
contrario se quedan vacíos, sin sentido, no nos dicen nada.
Celebrar los
sacramentos es celebrar la presencia
salvadora/sanadora de Jesús, persona en la que Dios se ha manifestado. Jesús
actúa hoy en nosotros como lo hacía por los caminos y las aldeas de Israel. En
los sacramentos se efectúa la plenitud de la vida inaugurada en la Encarnación
de Cristo.
La vocación más profunda del ser humano consiste en llevar a los hombres lo
mismo que hizo Jesús: la buena noticia de Dios, en liberar a los cautivos,
abrir los ojos a los ciegos, sanar a los heridos.
La función de los sacramentos es dejar que Cristo actúe hoy en nosotros, cure nuestras
heridas, nos perdone los pecados, nuestras culpas, sane nuestros resentimientos,
nos envíe en misión a realizar nuestra tare, que celebre en nosotros uno
banquete, expresión de su entrega, y nos conceda la certeza de que al morir
estaremos con él en el paraíso.
En los sacramentos, Cristo quiere hacer hoy en nosotros experiencia
de salvación, de curación. Cristo nos muestra el sentido nuestra vida. En
ellos podemos ver la profundidad de nuestra existencia humana. Los 7 sacramentos
nos muestran las etapas de nuestro camino, que Jesús recorre con nosotros. El número 7 quiere decir plenitud, totalidad, es decir, toda nuestra vida puede ser sacramento. En los sacramentos celebramos la plenitud de lo humano. Los sacramentos nos hacen humanos.
Los sacramentos nos hacen entra en comunión con Cristo
en Dios, en el Espíritu. En los
instantes de nuestra debilidad, de nuestro nacimiento, de nuestra culpa, de nuestra
enfermedad, de nuestra soledad, de nuestra inseguridad, podemos entrar en
relación con el Espíritu que habita en nosotros.
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