Fuente en Jericó. |
NUEVA EVANGELIZACIÓN
C) Sacramentos (II)
A los primeros cristianos no les
hacía falta que “les obligarán a ir a Misa”. Ellos vivían la eucaristía como lugar de
encuentro donde podían recordar y hacer presente las palabras y hechos de
Jesús, experimentaban en ellos a Cristo Resucitado. Y lo que se dice de la
eucaristía, lo podemos decir del resto de los sacramentos.
No eran solo
recuerdo, se convertían en historia presentes porque Cristo se hallaba entre
ellos. Y es que para celebrar los sacramentos es imprescindible la fe. La fe que nos hace ver las cosas de manera
distinta, a través de ella podemos experimentar que Jesús nos mira, nos habla,
nos levanta, nos da su fuerza, nos invita a seguirle para hacer posible su
reino. Los sacramentos son sacramentos del Reino.
Los humanos
somos algo más que cumplir unas obligaciones o soportar la trivialidad de la
vida cotidiana. En nosotros hay algo sobre lo que el mundo no tiene poder con
sus normas y expectativas.
Los sacramentos son encuentros comunitarios en torno a
Cristo, Resucitado. La vida, toda la
vida, tiene sentido; todo puede convertirse en lugar en el que se experimenta a
Dios. Mediante los sacramentos, nos “ejercitamos
en la Encarnación”. Celebramos el camino de Jesús para llegar por ese
camino al misterio de nuestra propia vida. Nos ejercitamos en dar un “si de
aceptación” a la obra que Jesús, por su Espíritu, está haciendo en
nosotros.
Los sacramentos nos muestran que nuestra vida es
valiosa. Si la vida tiene un valor y
una dignidad inviolable, está también llena de sentido. Nos transmiten la
experiencia de que es bueno que nosotros vivamos, existamos, seamos. Nuestra
vida está llena de sentido, porque Dios mismo la sustenta, la confirma, la
enriquece con sus dones, la hace fecunda, la libera, la afirma. Celebra los
sacramentos es una reafirmación de la vida. Aquel que puede afirmar su vida, la
experimentará como llena de sentido. A la falta de sentido, al absurdo y
banalidad tan existentes, es preciso
celebrar los sacramentos como las celebraciones de la vida, del sentido de la
vida, de la bondad de la vida. En todos los acontecimientos de la vida podemos
ser iluminados por la luz del amor de Cristo. Los sacramentos tocan todos los
ámbitos de nuestra vida, los transforma, los sana.
En los sacramentos
del Bautismo, de la confirmación y del Orden se ungen a los sujetos con el
crisma. El crisma era el aceite con que se ungía al rey. Aquello significaba
que el rey pertenecía a un pueblo de reyes, sacerdotes y profetas… como dice la
oración de unción del Crisma en el bautismo: Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que te ha
liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, te
consagre con el crisma de la salvación para que entres a formar parte de su
pueblo y seas para siempre miembro de
Cristo, sacerdote, profeta y rey. Amén.
Cada cristiano es:
·
rey: llamado
a servir, a acoger el Reino de Dios, a hacer posible ese reino, a descubrir el
valor de lo que es ser persona cuando nos despojan de todos los privilegios y
poderes.
·
sacerdote:
cada uno tiene la tarea de transformar lo humano en divino, de hacer a su
manera transparente a Dios; a través de sus debilidades y fortalezas ha de
hacer visible el amor y la misericordia de Jesús.
·
profeta:
cada uno puede expresar con su vida algo de lo que solamente él es único. Cada
persona ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Esto le hace ser único. La
tarea es que esa imagen resplandezca en el mundo.
Me amas con todas
mis debilidades, con todos mis defectos heredados y adquiridos, con mi modo de
ser tal como es, como mi carácter y mi temperamento, mis hábitos y mis
complejos. Me amas tal como soy.
En el interior de
cada ser humano hay un espacio, un ámbito absolutamente personal, al cual solo
tiene acceso Dios.
Todos tenemos dentro
de nosotros una intimidad oscura, un lugar que ha sido creado para el amor
incondicional. Pero la mayoría de los hombres no lo saben, lo desconocen, lo
ignoran. Por eso, tenemos el corazón vacío y sin amor. Solo cuando descubrimos
el amor de Dios en nosotros, en el fondo de nuestra alma, dejamos de buscar con
angustia y ambición fuera de nosotros, en lo exterior, la satisfacción de
nuestras necesidades. Solo encontraremos paz en nuestro corazón cuando volvemos
dentro de nosotros mismos, es decir, cuando nos volvamos a Dios, a la
conversión, al Amor insatisfecho que habita en nosotros y alienta nuestra vida.
En la liturgia puedo
entrar en contacto con mi verdad. Donde Dios está en mí, allí me libera del
poder de los demás, de sus expectativas y exigencias, de sus juicios y
criterios. Me libera de las imágenes que otros me han inculcado o de las que yo
mismo me he hecho. Dios me libera para ser hombre, humano. Soy el resultado de
mi historia y algo más. Soy una imagen única de Dios. Allí donde las opiniones
de los otros y los criterios personales no pueden entrar, allí puedo ser yo
mismo, descubro mi valor divino que me
hace humano, pleno; allí pueden abrirse las posibilidades de estar en
contacto con el Dios que me habita. Allí no hay ninguna fuerza que tenga poder
sobre mí, nadie puede acceder allí, excepto Dios. Solo él tiene la llave.
Creo que esta forma de recorrer la Vida si tiene de Evangelio( Nueva Evangelizacion) Gracias por tu exposicion, reflexion. Nunca dejas indiferente. Mucho animo.
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