LA CULPA Y EL PERDÓN (VI)
Sagrario |
En las fuentes de la vida: ORACIÓN
Una de las fuentes más
importantes que tenemos para hacer posible en nosotros la redención es la
oración, otra es el celebrar el perdón, la más importante participar de la
Acción de gracias: de la Eucaristía.
De estas tres fuentes vamos
hablar en las próximas reflexiones.
La primera de ellas es la
oración.
La oración es guardar un espacio
y un tiempo para poder entrar en relación con Cristo que nos salva, nos redime
de nuestras culpas. De otra manera: es entrar en contacto con la fuente de la
Vida sana y auténtica, con el manantial de la vida. De la importancia de la
oración hay que decir que sin oración no hay vida humana, vida plenamente
humana.
Para hablar de oración, lo mejor
es orar.
A continuación comparto contigo algunas oraciones surgidas de la
experiencia, de la vida.
Orar es saberse aceptado incondicionalmente...
aunque uno sea un inaceptable.
Mira a Jesús:
perdona nuestras culpas y pecados,
libera radicalmente, en raíz.
Deja de destrozarte con los sentimientos de culpa.
Siente amado: el amado es más fuerte que el fracaso, la desilusión.
Sentirse amado por el Crucificado va más allá del fracaso de las
propias expectativas.
No es cuestión de esfuerzo voluntario,
Ni de méritos,
Ni de caerle bien.
Es dejarte encontrar.
Hay vida más allá de la culpa:
de la falsedad, de las intrigas,
de la cobardía, de la violencia.
Hay algo más.
Hay Alguien más.
Crucificado: acepta mi culpa,
Acepto mi culpa,
por mi culpa, por mi culpa, por
mi gran culpa.
Por un momento soy honesto conmigo mismo
porque ante ti no tengo miedo a perderte,
no tengo miedo a que me dejen de querer y valorar,
no tengo miedo a perder la aprobación y la valoración,
no tengo miedo a reconocer mi pecado.
Contra ti peque.
Tú eres el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo.
Ya no existe ninguna culpa que no sea perdonada.
Tu amor es más fuerte que mis sentimientos de culpa,
más fuerte que mis pecados.
A la luz de tu misericordia
reconozco mi pecado.
Ya no tengo que inculparme ni que disculparme.
Soy amado incondicionalmente aunque sea un inaceptable.
Ya no debo saldar mi deuda.
No estoy en deuda contigo. No debo nada a nadie.
Puedo estar frente a ti, contigo tal y como soy:
con mis ambiciones,
con mis impaciencias,
con mis acusaciones y autoinculpaciones.
No tengo miedo a pesar de mi falta de correspondencia a las
expectativas.
No soy el que debía ser.
No soy como debería ser.
Los otros, las cosas, las situaciones, la vida, no son como a mí me
gustaría,
no es como debería ser.
Tu amor es mayor que mi culpa,
que el fracaso de mis expectativas,
que la satisfacción de mis exigencias,
que la soledad de mi dolor,
que la insatisfacción de mis deseos incumplidos.
Señor, ante la cruz puedo exclamar: Soy.
Puedo desprenderme de mis éxitos,
de mis apariencias,
de mis fuerzas,
de mi fama,
de mi poder,
de mis triunfos,
de…todo
Este es el cáliz de mi sangre,
sangre de (mi) la alianza nueva y
eterna
que será derramada por vosotros
y por todos los hombres (por toda la
humanidad)
para el perdón de los pecados.
Y a veces me preguntó:
Señor, ¿también para el perdón de mis pecados?
Mis pecados, ¿necesitan que tú entregues tu vida?
¿no estaremos exagerando?
Yo pensaba que tu sangre era y es fuente de vida,
mucho más importante que mis pecados.
Al fin y al cabo, mis pecados son normales,
no son tan importantes,
son siempre los mismos,
tampoco es que haya que darle más importancia.
Ah, Señor, voy entendiendo, poco a poco…
Lo importante no son mis pecados,
es tu Vida, simbolizada en la sangre,
que transforma,
atraviesa y convierte mis pecados en ocasión de reconocer que te necesito,
de poder decirte “SI”.
Te acepto como el único Señor de mi vida,
a pesar de mis pecados.
Este es mi sacrificio:
mi entrega,
mi adoración,
mi regalo,
mi don.
Hoy Señor no me quites las excusas.
Hoy no necesito de la injusticia de los demás para sentirme disculpado.
Hoy necesito al justo que me exculpa, me perdona,
aunque lo azote y lo atormente como a aquel ecche homo del viernes Santo.
Libérame, Señor, de esa imagen sangrienta que tengo de ti.
De la imagen que me dice que necesitas de mi expiación,
de mi sangre para saciar y calmar la tuya.
Libérame de la idea de tu castigo por mis culpas,
Libérame de la culpa,
en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre (Sal 50).
Libérame de esa culpa
original,
de la culpa esencial,
que pueda vivir como
Criatura tuya,
lleno de vida, no de
culpas.
Líberame de la
ingenuidad, de la inconsciencia
de imaginarme que
puedo vivir sin pecado.
Pero, mi ser no es
pecador,
es humano, destinado a
la comunión contigo,
a la divinidad.
Liberame de ese juez
interior que me acompaña de noche y de día,
que no me deja vivir
del perdón.
No quiero más jueces
en mi vida.
Solo tu justicia que me juzga,
que me justifica,
que me hace justo, que
me salva,
que me libera.
Tu justicia es gracia,
es misericordia,
es tu propia vida.
Tu Justicia es Vida.
Que pueda bajar al
centro de mi mismo,
Donde la culpa y el
pecado no llegan.
Allí donde Tú estás en
mí.
Amén.
Muy reconfortante, te llena de PAZ. Enhorabuena y Adelante
ResponderEliminarGRACIAS POR TU COMENTARIO.
ResponderEliminarA VER SI ESTO SE ANIMA.
HAY QUE INTENTAR DARLE VIDA A ESTE BLOGG CON LOS COMENTARIOS, OPINIONES, ORACIONES....
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