SEMANA V DEL TIEMPO DE PASCUA
DOMINGO
15 1Yo soy la verdadera vid, y mi
Padre es el labrador. 2A todo sarmiento que no da fruto en mí lo
arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. 3Vosotros
ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; 4permaneced en
mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5Yo
soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da
fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. 6Al que no
permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen
y los echan al fuego, y arden. 7Si permanecéis en mí y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. 8Con
esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis
discípulos míos.
COMENTARIO
15 1Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. 2A
todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo
poda, para que dé más fruto.
En varios pasajes
del AT, la vid o viña es el símbolo
de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12).
Ahora, las palabras
de Jesús se contraponen a esos textos: no hay más pueblo de Dios, vid y sarmientos, que la nueva humanidad que se construye a
partir de él:
·
la verdadera vid.
·
la luz verdadera (Jn 1,9).
·
el verdadero pan del
cielo
(Jn 6,32).
Como en el AT, es
Dios, a quien Jesús llama mi Padre,
quien ha plantado y cuida esta vid. El Dios del AT ahora es Jesús.
2A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo
el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.
Las palabras
de Jesús son severas. Definen la misión de la comunidad. Él no ha creado un
círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento
que efectuar y una misión que llevar a la práctica. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando en cada individuo y
en la comunidad (crecimiento, maduración), y por la propagación del mensaje, en
los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del
Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.
El
sarmiento
no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a
otros. El Padre, que cuida de la viña, lo
corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.
En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que ratificar
la elección del propio ser humano. Al negarse a amar y no hacer caso al Hijo,
se coloca en la zona de las tinieblas, de la no-vida. Es el que pertenece a la
comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se identifica
con Jesús no se convierte en pan para los demás.
3Vosotros
ya estáis limpios por la palabra que os he hablado; 4permaneced en
mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
La confianza en la
palabra y mensaje de Jesús implica la limpieza o decisión por su persona. NO es
limpieza en sentido de puro o impuro, como las leyes judías, sino en sentido de
acogida o rechazo de su mensaje. Es la
diferencia entre mundo justo e injusto, entre pecado/tinieblas y vida/luz.
Sólo quien practica
el amor a los demás agrada a Dios; y ese accede al Padre y el Padre vendrá a
habitar con él (Jn 14,23).
4permaneced
en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Jesús exhorta a sus
discípulos a renovar su confianza en él, mirando al fruto que han de producir.
La unión con Jesús no es algo automático ni ritual, pide la decisión de la
persona. A la confianza del discípulo responde la fidelidad de Jesús, y yo en vosotros. Esta unión mutua entre
Jesús y los suyos, permaneced en mi, es
la condición para la existencia de la comunidad, para su crecimiento y para que
produzca fruto. Los discípulos no tendrán verdadero amor al hombre sin el amor
a Jesús y sin amor al hombre no hay fruto posible.
El
sarmiento
no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la
savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con
él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad.
5Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante; porque
sin mí no podéis hacer nada. 6Al que no permanece en mí lo tiran
fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y
arden.
Repite Jesús su primera
afirmación, no en relación con el Padre, sino con los discípulos. Entre él y
los suyos existe una unión íntima; la misma vida circula en él y en ellos,
gracias a la asimilación a él (comer mi carne
y beber mi sangre, Jn 6,56).
El fruto de que se hablaba
antes se especifica ahora como dar fruto
abundante. El fruto está en función de la unión con él, de quien fluye la
vida. Sin estar unido a Jesús, el discípulo no puede comunicarla, sin mí no podéis hacer nada.
¿Y qué sucede si el discípulo/sarmiento
no está unido a la vid/Jesús? El futuro del que sale de la comunidad por falta
de amor es secarse, es decir, carecer
de vida, se convierte en estéril. El final es el fracaso, los echan al fuego y arden. La muerte en vida acaba en la muerte
definitiva.
7Si permanecéis en mí y mis
palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. 8Con
esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis
discípulos míos.
Jesús continúa
hablando de fecundidad. La respuesta a al mensaje de amor de Jesús el amor crea
el ambiente propicio para el desarrollo de los miembros de la comunidad. Y se hace colaborador en la tarea de los
suyos, sin límite alguno, lo que deseéis.
La sintonía con
Jesús, creada por el compromiso en favor del hombre, establece su colaboración
activa con los suyos. Pedir significa
afirmar la unión con Jesús y reconocer que la fuerza de la vida procede de él.
La gloria, es decir, el amor del
Padre, se manifiesta en la actividad de los discípulos, que trabajan en favor
de los hombres.
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