JUEVES 12 DE ABRIL
Juan
3,31-36
31El que viene de lo alto está por encima de todos. El que
es de la tierra es de la tierra y habla de la tierra. El que viene del cielo
está por encima de todos. 32De lo que ha visto y ha oído da
testimonio, y nadie acepta su testimonio. 33El que acepta su
testimonio certifica que Dios es veraz. 34El que Dios envió habla
las palabras de Dios, porque no da el Espíritu con medida. 35El
Padre ama al Hijo y todo lo ha puesto en su mano. 36El que cree en
el Hijo posee la vida eterna; el que no crea al Hijo no verá la vida, sino que
la ira de Dios pesa sobre él.
COMENTARIO
Estas palabras son de Juan Bautista (ver 3,22ss),
en discusión con los ludios a causa delos ritos de purificación.
Juan Bautista establece una diferencia entre el que viene de lo alto y el que es de la tierra:
·
El que viene del cielo, Jesús, está por encima de todos, no
solamente de Juan Bautista, sino de todos los enviados de Dios anteriores a éste, comenzando por Moisés su prototipo. Al llegar el cumplimiento, la antigua alianza y los antiguos mediadores pierden su validez y, con ellos, la Escritura, en cuanto reclamaba la fidelidad a aquella alianza.
·
Moisés, era de la tierra y hablaba desde la tierra. Esto no niega que tuviera un encargo divino, pero
sí indica la provisionalidad de su encargo, lo incompleto de su mensaje, limitado por un horizonte terreno, condicionado por la cultura y la época en que vivía.
En contraste con Moisés, que era de
la tierra, está el
que viene del cielo, da un testimonio que nace de su experiencia personal y directa de Dios.
El evangelista hace referencia a la bajada del Espíritu sobre Jesús en su bautismo (Jn 1,32) solo Jesús puede formular la voluntad cierta y completa de Dios. Ese testimonio
no encuentra eco, nadie lo acepta. Dada la contraposición
entre Moisés y Jesús, la frase se
refiere a los que se niegan a aceptar la
superación de la Ley y rechazan a Jesús.
Ahora bien, el que acepta el testimonio de Jesús
experimenta el amor de Dios, puede ser
testigo de que es verdad, certifica que
Dios es veraz. Esto se debe a que, por oposición a Moisés, es Jesús quien propone las
verdaderas exigencias/mandamientos de Dios, las que comunican el Espíritu. El testimonio de Jesús no es externo, el creyente lo escucha dentro de
sí: es el testimonio del Espíritu.
Jesús no es un profeta más, sino el Hijo, a quien el Padre pone todo en la mano, dándole plena autonomía y libertad de acción. No es ya un subordinado ni un
siervo pendiente de las órdenes divinas; actúa como Dios mismo.
Por eso, el Hombre-Dios no puede ser puesto al mismo nivel de los que lo han precedido en la historia de
Israel.
El que le da su adhesión tiene la vida que supera
la muerte. Quien no acepta al Hijo se
niega a entrar en la zona de la vida amor. Se queda en la zona de la muerte, de la tiniebla, que combate
la luz divina de la vida. Allí el hombre se destruye, porque las ideologías de la mentira lo llevan a actuar contra
su propio ser. Por eso cae sobre ese ámbito la reprobación de Dios. El amor de Dios ofrece a todos, por medio
de Jesús, la posibilidad de salir de esa zona de muerte.
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