domingo, 29 de abril de 2018

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DOMINGO


Juan 15,9-11

1.      TEXTO
9Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. 10Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. 11Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
12Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. 13Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. 14Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. 15Ya no os llamo siervos: porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. 16No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca. De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé 17Esto os mando: que os améis unos a otros.

2.      COMENTARIO
El texto es continuación del domingo anterior. Recordamos que estamos en los postres de la cena de despedida. Solo queda tiempo para lo esencial. No hay tiempo para florituras ni frivolidades. Por eso, este evangelio es fundante: el amor. Y tengamos en cuenta que estos textos están justamente antes del relato de la Pasión.
Jesús parte de una convicción que ha orientado su vida: Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. ¿Cuál esla fuente del amor, dónde está el centro? En el amor del Padre que ama a Jesús y que, asu vez, Él ha transmitido a todos. La fuente inagotable del amor está en el Padre. Si los discípulos se sienten seguidores de Jesús es a consecuencia del amor recibido. Se han sentido amados por el amor que proviene del Padre.

Como Jesús se siente amado por el Padre, así los discípulos pueden sentirse queridos por Jesús para amar a los demás. Jesús no habla de cualquier tipo de amor, sino de un amor a su estilo: amor de entrega, de servicio, (acababa de lavar los pies a los discípulos), de aceptación incondicional, de tolerancia, a pesar de intuir el abandono y la traición.

Esta forma de amar es la que produce alegría en Jesús. Es un amor que no busca la recompensa, la valoración del otro que no depende de sí mismo. Es un amor de amistad: hace iguales, no hay siervos ni señores, pues el amor tiene la propiedad de identificar a las personas sin distinción de rangos ni dependencias. Esta amistad no tiene límites, hace que la persona entregue hasta el último hálito de vida.

Termina Jesús sus palabras dejando claro que la iniciativa es suya, insistiendo en el fruto, como el domingo pasado. ¿De qué vale el amor sino se manifiesta en la práctica, si se queda encerrado en uno mismo, sino afecta a los demás, especialmente a los que más lo necesitan? El discípulo ha de recorrer el mismo camino que Jesús, hacia la meta del Padre, en su entrega a los demás. Solo este amor puede engendrar valores tan importantes como la libertad, la creatividad, la amistad.

Puede parecer demasiado bonito o ideal y, por tanto, difícil de cumplir o vivir. No olvidemos que la fuente de ese amor es Jesús. El proceso consiste en experimentar el amor de Jesús para poder amar a los demás y a uno mismo. Jesús no pide imposibles, ni perfectos ni formar una élite. Jesús expresa un estilo de vida que Él encarnó y llevó hasta las últimas consecuencias. Y sobre todo, le hizo ser y vivir de manera feliz, como el Padre es feliz.
A este amor, los católicos lo hemos llamado Espíritu Santo. Es una buena descripción decir que es el amor del Padre y del Hijo hecho persona, un amor que se hace vida, un amor que engendra a una Persona.

3.      PARA LA ORACIÓN
Gracias Jesús por permanecer en nosotros.
Gracias por tu amor sin límites,
por no considerarme siervo, sino amigo,
por quererme y tratarme como amigo,
por tu palabra que permanece en mí,
por tu alegría que nos conduce a la plenitud,
por entregar la vida por mí,
porque me quieres más allá de mis pecados.

Gracias por elegirnos,
por fijarte en nosotros,
por confiar en nosotros,
por destinarnos a dar vida,
a dar frutos de vida.

Gracias por cambiarnos la imagen de Dios,
al que podemos acercarnos como a nuestro Padre,
que lo es. 
Gracias Jesús.
Gracias por tanto amor.

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