MARTES, 15 DE MAYO
Juan
17,1-11a
17 1Así habló Jesús y, levantando los ojos al
cielo, dijo: Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo
te glorifique a t i 2y, por el poder que tú le has dado sobre toda
carne, dé la vida eterna a todos los que le has dado. 3Esta es la
vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado,
Jesucristo. 4Yo te he glorificado sobre la tierra, he llevado a cabo
la obra que me encomendaste. 5Y ahora, Padre, glorifícame junto a
ti, con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese. 6He
manifestado tu nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y
tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra. 7Ahora han
conocido que todo lo que me diste procede de ti, 8porque yo les he
comunicado las palabras que tú me diste, y ellos las han recibido, y han
conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me has enviado. 9Te
ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por estos que tú me diste, porque
son tuyos. 10Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he
sido glorificado. 11Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están
en el mundo, mientras yo voy a ti.
COMENTARIO
Para hablar con el Padre, Jesús levanta los ojos al cielo, que, por su elevación, es símbolo
de la esfera divina.
·
El cielo es, simbólicamente, la
morada del Padre, de donde bajó el Espíritu sobre Jesús (1,32s) y de donde, en cuanto Hombre-Dios, puede
decir que ha bajado él mismo (3,13.31,
etc.).
·
Padre es el apelativo de Dios
que lo caracteriza como el que por amor comunica su propia vida y muestra la relación que él
tiene con el que lo pronuncia.
·
Ha llegado la hora anunciada en Caná (2,4) y que había provocadola crisis de Jesús (12,27). Jesús la acepta plenamente; es más, va a pedir que no se demore. Sabe que ella significa su victoria (16,33).
Sin usar verbos que signifiquen ruego, Jesús pide
al Padre que se realice el acontecimiento
salvador, la manifestación de su gloria/amor. Es la gloria del Hijo de Dios, tu Hijo, es decir, del que
reproduce exactamente los rasgos
del Padre. Pide así que, con el don de su propia vida, brille en todo su esplendor ese amor sin límite, capaz de vencer
incluso el odio que históricamente lo lleva a
la muerte.
De Jesús depende que culmine la obra creadora de
Dios, pues sólo él tiene la capacidad de llevarla a término en los demás hombres. Al referirse al ser humano como mortal/carne,
lo considera en su condición efímera: es el hombre no acabado. Jesús, carne
más Espíritu, es el Hombre-Dios, el proyecto de Dios realizado y es él quien,
comunicando el Espíritu que posee, da la posibilidad a los demás hombres de
obtener vida definitiva. El mundo futuro está ya presente en la comunidad de
Jesús. El reinado de Dios empieza a realizarse en la tierra.
A todos los que les has dado, designa el grupo de los
discípulos como un todo: el Padre ha entregado a Jesús los que escuchan y
aprenden de él, los que responden a la llamada de la vida.
La vida definitiva consiste en reconocer que sólo
el Dios que es Padre es verdadero, rechazando toda otra idea o concepción de
Dios: un dios que establece con
el hombre una relación señor-siervo es falso. Pero
este reconocimiento no es meramente
intelectual, sino basado en la relación, en la experiencia. Sólo
puede reconocer que Dios es Padre quien experimenta el amor que lo hace hijo. Y sólo puede reconocer a Jesús como Mesías-Salvador el que experimenta la liberación y salvación que él trae. Una y otra experiencia se identifican con la del Espíritu, que es la vida definitiva.
Jesús ha hecho patente ante los hombres, sobre la tierra, la gloria/amor del
Padre, llevando a término su obra.
·
Lo hace, en primer lugar, en sí mismo: la
manifestación de su amor hasta el extremo, que lo lleva a la plenitud de la
condición divina, acaba en él la obra creadora e inaugura el mundo nuevo y
definitivo.
·
En segundo lugar, da remate a la obra del Padre en los que le han prestado adhesión,
comunicándoles el Espíritu, que los encamina hacia su plenitud humana y los
sitúa frente al Padre en la condición de hijos.
Pide Jesús al Padre que haga resplandecer su
gloria-amor, avalándolo con su presencia, junto
a ti, para que él demuestre plenamente su capacidad de amar y de comunicar
vida. De esa unión con el Padre dimanará el don del Espíritu a los hombres y
con él brillará permanentemente la gloria del Hijo. De este modo, su muerte
será la prueba indiscutible de que su propia obra y amor son los del Padre.
Comienza la oración de Jesús por los discípulos allí presentes.
Jesús les ha manifestado la persona del Padre,
porque verlo a él es ver al Padre, es decir, actuando a través de Jesús, el Padre se manifiesta a los hombres. Los discípulos, por su parte, contemplan en Jesús la gloria del Padre que lo llena y que es su propia gloria (2,11).
La llamada del Padre ha hecho que ellos rompan con el sistema de injusticia y muerte, en medio del mundo. Se han asociado al éxodo de Jesús. Los discípulos eran del Padre porque habían respondido a su ofrecimiento, pero el
Padre se los entrega a Jesús, pues él ha de llevar a cabo la obra salvad ora. Han ido cumpliendo el mensaje del Padre, que es también el de Jesús. Es el mensaje del amor, que
a través de ellos va realizando el designio de Dios sobre el ser
humano.
En el centro de este pasaje se explica el requisito para llegar al conocimiento: las palabras... las recibido, y han conocido...
Repite aquí Jesús un principio enunciado dos veces en el templo (Jn 7,17; 8,31): hay una opción, aceptar las palabras que precede al conocimiento y es condición indispensable para él: comprometerse con el bien del hombre. Sin ese compromiso no se sale de la duda.
Este pasaje está en relación con Jn 3,33s: al aceptar las palabras y el mensaje de Jesús y llevarlo a la práctica, los discípulos experimentan la acción del Espíritu
en ellos. Esto los convence de la misión divina
de Jesús y de que lo que tiene procede del Padre.
La certeza de la fe no se basa, por tanto, en un testimonio externo, sino en la experiencia de vida que produce la práctica del mensaje de Jesús, creando la comunión con él. Apoyada en esa certeza, la fe no necesita más prueba y puede resistir todo ataque. Esta fe descubre el origen divino de la persona y misión de Jesús, que yo salí de ti… que tú me has enviado. Cada aspecto de su mensaje
y modo de obrar, todo lo que tú me diste, refleja exactamente lo que es el Padre. Se llega así, a través de Jesús, a conocer al único Dios verdadero.
Jesús tiene en cuenta la circunstancia en que
pronuncia esta oración por los suyos; es la de su marcha con el Padre. En las necesidades concretas, la comunidad pide en
unión con Jesús (16,16).Ahora, sin embargo, el ruego de Jesús no se refiere a
necesidades particulares, sino al futuro de su comunidad en medio del mundo. Esta oración acompaña la existencia de la comunidad
y la sostiene.
Jesús no ruega por el mundo, el orden injusto. Respecto a él, sólo puede desearse que
se destruya y desaparezca. La injusticia institucional, que se llama el mundo, es enemiga del hombre y, por
tanto, de Dios.
Subraya Jesús su incompatibilidad con el sistema de
opresión y de muerte. Los discípulos, en cambio, pertenecen al Padre y a Jesús;
son objeto del amor inseparable de ambos; son miembros de la misma familia, que
tienen su puesto en el hogar del Padre (14,2s).
El distintivo del grupo cristiano es que en él
brilla la gloria-amor de Jesús, en ellos
he sido glorificado. El grupo ha de continuar manifestándolo en su misión,
con su actividad a favor de la humanidad entera. Perpetúa así la presencia de
Jesús entre los hombres.
Aparece el motivo de la petición de Jesús al
Padre: la comunidad va a quedar en medio
del mundo, ambiente hostil y seductor al mismo tiempo, sin el soporte de su
presencia física. La comunidad necesitará ayuda para conservar su identidad,
resistir a los embates del mundo y seguir manifestando a
los hombres el amor fiel de Jesús y del Padre.
Padre santo,
guárdalos en tu nombre... Jesús pide al Padre por
los suyos, para que mantenga a la comunidad unida a él. La unidad va a ser un tema recurrente en el resto
del discurso.
Padre santo denota al que es incomparablemente excelso, pero
significa al mismo tiempo santificador,
es decir, el que hace participar a otros de la excelencia divina. De ahí que el
apelativo Padre Santo prepare la
petición final de esta oración: conságralos/santifícalos con la verdad. Como los discípulos están unidos con Jesús, la vid
verdadera, de quien reciben vida, así han de mantenerse unidos con el Padre,
permanecer en el ámbito de su amor. De este modo mantendrán su propia unidad y
no cederán al mundo hostil que los rodea.
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