jueves, 3 de enero de 2019

TIEMPO DE NAVIDAD

SÁBADO, 5 DE ENERO


Juan 1,43-51

43Al día siguiente, determinó Jesús salir para Galilea; encuentra a Felipe y le dice: Sígueme. 44Felipe era de Betsaida, ciudad de Andrés y de Pedro. 45Felipe encuentra a Natanael y le dice: Aquel de quien escribieron Moisés en la ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret. 46 Natanael le replicó: ¿De Nazaret puede salir algo bueno?
Felipe le contestó: Ven y verás. 47Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño. 48 Natanael le contesta: ¿De qué me conoces? Jesús le responde: Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. 49Natanael respondió: Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. 50 Jesús le contestó: ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores. 51 Y le añadió: En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre.

1.    COMENTARIO
Cuarto día. Jesús decide viajar a Galilea, la región del norte, no sujeta a la administración romana y lejana del poder central judío, afincado en Jerusalén. Allí podía gozar de mayor libertad para proponer su programa de acción.
Completa su manifestación a Israel, objetivo de la actividad de Juan Bautista 1,31. Mientras los discípulos de este siguieron a Jesús espontáneamente 1,37, a Felipe, que no pertenece al círculo de Juan ni conoce su testimonio sobre el Mesías, Jesús va a buscarlo y lo invita a seguirlo.
Betsaida estaba situada en la parte norte del lago de Galilea, en la orilla oriental de la desembocadura del Jordán. Políticamente no pertenecía a Galilea, sino a la Gaulanítide, fuera del territorio propiamente judío. El nombre Betsaida significa "Pesquería" o lugar de pesca; según los evangelios sinópticos, Andrés y Pedro eran pescadores Mc 1,16ss; es posible que también Felipe lo fuera.

Felipe le contestó: Ven y verás. Reacción entusiasta de Felipe; no se conforma con haber conocido a Jesús, tiene que comunicarlo. Va a buscar a Natanael y le describe a Jesús como la realización de lo predicho en todo el AT, tanto por Moisés, como por los profetas. Felipe vive dentro del mundo del AT, y, como no ha escuchado el testimonio de Juan Bautista, no se da cuenta de la novedad que representa Jesús; su idea de Mesías y su perspectiva de salvación se atienen a lo expresado en la antigua Escritura, Al descrito por Moisés en la Ley, y por los profetas, lo hemos encontrado.
Natanael recibe el anuncio con escepticismo: la historia reciente le hace desconfiar de los mesianismos procedentes de Galilea. Felipe no intenta convencerlo; simplemente lo invita a tener contacto personal con Jesús.

Jesús describe a Natanael como modelo de israelita. La mención de la higuera alude a Os 9,10: Como racimo en el desierto encontré a Israel, como en breva en la higuera me fijé en sus padres. El profeta describía la elección del pueblo; Natanael representa precisamente al Israel elegido que ha conservado la fidelidad a Dios. Así como en otro tiempo escogió Dios a Israel, ahora Jesús escoge a Natanael, es decir, a los israelitas fieles, para formar parte de la comunidad del Mesías.
También la reacción de Natanael es entusiasta. Llama a Jesús Rabbí, es decir, maestro fiel a la tradición (v. 45: al descrito por Moisés en la Ley); lo reconoce como Hijo de Dios, es decir, como el Mesías (v. 45: y por los profetas), título que él mismo interpreta como rey de Israel, el prometido sucesor de David Sal 2,2.6s; 2Sm 7,14; Sal 89,4s.27 que restauraría la grandeza del pueblo. No coincide su idea con la expuesta por Juan Bautista (1,33-34: el Hijo de Dios = el portador del Espíritu).

Pero la obra del Mesías no se limita a renovar la elección de Israel (bajo la higuera). Jesús anuncia a Natanael una experiencia muy superior a la que acaba de tener, cosas más grandes verás, pero no centrada en el Mesías-rey de Israel, sino en el Mesías-Hijo del hombre.
Sin nombrarse a sí mismo, Jesús hace la primera declaración sobre su persona. Afirma que los suyos tendrán experiencia, veréis, de la plena y permanente posibilidad de comunicación del mundo humano con el divino, el cielo quedar abierto. Alude al sueño de Jacob en Betel, en el que vio una escala o rampa apoyada en la tierra y que llegaba al cielo Gén 28,11-27. Ahora, la comunicación permanente entre los hombres y Dios va a verificarse a través del Hijo del hombre, del Hombre-Dios (el portador del Espíritu).

Nunca había existido antes una comunicación plena entre Dios y los hombres, porque nunca había existido el Hombre en su plenitud. Pero ahora el Hombre-Dios une tierra y cielo. De hecho, la presencia y actividad de Dios en el mundo está condicionada por el desarrollo del hombre. El Dios dinámico, fuente inagotable de vida que desea comunicarse, puede hacerlo del todo cuando existe la plenitud humana. Tanto más puede Dios actuar como Dios cuanto más pleno sea el hombre.
Encuentra así solución el ancestral problema de la relación de los hombres con Dios y de Dios con los hombres. La dificultad para esta relación no se debía al querer de Dios, siempre dispuesto a ella, sino a la calidad del hombre. El problema queda resuelto porque existe el Hijo del hombre, el Hombre-Dios.
Aunque aún no se menciona la cruz, es en ella donde se realizará el anuncio de Jesús, pues entonces culminará la condición divina del Hijo del hombre.

Según esto, el proyecto salvador de Dios no se basa, como pensaba Natanael v.49, en la realeza davídica, sino en la plenitud humana, que es la verdadera realeza. El grupo representado por Natanael tendrá que superar la concepción del Mesías-rey de Israel, para ver en Jesús el Mesías-Hijo del hombre, modelo para toda la humanidad: universalidad frente a particularismo. Jesús deja de lado las categorías judías para subrayar lo que afecta a todo ser humano, porque el Mesías inaugura un nuevo modo de ser hombre, una humanidad nueva.
Este cambio de perspectiva hace ver que la salvación de Israel no es exclusiva ni prioritaria, sino que se integra en la de la humanidad. Lo que Dios quiere ante todo es que exista una humanidad en plena unión con él, donde él pueda desplegar su acción sin barreras, con la que él pueda colaborar para que cada uno y el género humano lleguen a su plenitud.

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